Parte 8: Octava noche

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8-Octava noche

**Zangetsu**

Oigo un llanto en el pasillo. Miro hacia abajo y veo mis pies descalzos que se deslizan silenciosamente por las baldosas mientras me encamino hacia la fuente de ese agonizante sonido. Al entrar en una amplia habitación, con varios muebles tirados por el suelo y cristales rotos, encuentro a un hombre hecho un ovillo en un rincón, temblando como un pequeño ratoncillo asustado y sollozando. Siento como algo se remueve en mi interior y mi impulso de ayudar a la gente como sacerdote que soy, me obliga a arrodillarme ante ese hombre e intentar ayudarle.

-No temas, estás a salvo....toma mi mano- cuando estiro mi mano, abro los ojos de par en par al ver que hay sangre en ella y tengo los nudillos morados. La impresión que me produce ver eso es tan fuerte que retrocedo tropezando hacia atrás y cuando despierto me doy cuenta de que estoy en mi habitación, en el dojo de la aldea.

-Dios....- me revuelvo el pelo resoplando molesto y voy directo al baño a orinar y lavarme la cara varias veces para espabilarme. No entiendo el significado de esas extrañas pesadillas que me persiguen desde hace años, ahora me había acostumbrado a dormir de un tirón pero creo que el suceso con el pequeño Kuchiki me ha trastornado. No soy capaz ni de mirarle a la cara cuando me toca darle clases y él parece tan tranquilo. Es raro, porque el mismo Senbonzakura se debería haber dado cuenta del desgarro que le hice al tomarle como un animal, pero no parece sospechar nada...

-¿Vas a la iglesia?- mi padre se asoma al baño mirándome con unas ojeras profundas bajo sus ojos. Lleva así de ojeroso desde hace unos días, lo cual no debe dormir mucho aunque no sé la causa.

-Ya que tú no cumples con tu deber, yo lo haré-

-Limpia las estatuas del pasillo. Tienen mucho polvo acumulado-

-Podrías ayudarme en vez de mandar tanto-

-Mm...sí, claro...podría....- resoplo al captar su ironía y salgo de casa yendo directo a la iglesia. Desde que ha ocurrido lo del asesinato de ese muchacho, los aldeanos están intranquilos y se pasan mucho por aquí para orar. He tenido que ir a oficiar el entierro para dar el sermón y ver las caras tristes de sus familiares. La verdad es que es devastador acudir a actos así, pero es mi deber.

Suspiro masajeando mis sienes mientras oigo la confesión de una anciana y la absuelvo de sus pecados para que pueda irse en paz. Debería estar también confesando mi propio pecado, pero hasta me da vergüenza rememorar lo ocurrido.

-Buenas noches, padre. He venido a confesarme- presto atención a la voz masculina al otro lado del confesorio y me humedezco mis labios resecos antes de hablar.

-Te escucho hijo-

-Pues verás padre, he pecado con un hombre mucho más mayor que yo que me saca...mm, a ver... ¡oh sí! Veinticuatro años- abro los ojos de par en par al oír esa brutal diferencia de edad y empiezo a ponerme nervioso cuando reconozco esa risita. Salgo del confesorio dando un portazo y enseguida me topo con la cínica sonrisa de Sen que hoy viene vestido con un yukata azul oscuro y descalzo. Dios...no se cansa de provocarme...maldito crío...

-Tú....pequeño demonio....- le engancho del cuello empotrándole contra una de las columnas del pasillo y oigo su jadeo antes de soltar una carcajada ahogada.

-Va, va, sensei ¿no te gustó?-

-Soy sacerdote...me has hecho cometer un pecado abominable ¡¡no tengo perdón!!-

-Qué exagerado. Sensei, follar no es ningún delito, se siente delicioso ¿no crees?- empiezo a enfurecerme ante su pasotismo y aprieto con mis dedos más fuerte su cuello viendo como esta vez abre los ojos de par en par. No...no puedo hacerle daño, es Senbonzakura...él no tiene la culpa de esto, no puedo....

"Noches salvajes"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora