|25| El fuego que aparentaba destruirte, te moldea

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Ante-último capítulo

Justin suspiró y tomó asiento en el alto taburete que se situaba frente a una pequeña mesa redonda. Los focos de baja intensidad siempre irradiaban una luz demasiado tenue por las noches y las figuras a su alrededor parecían absorbidas por la oscuridad. Ese detalle del Café literario siempre le había gustado. Las sombras lo escondían de las miradas ajenas, protegiéndolo.

Había lámparas dispuestas en cada mesa, listas para ser encendidas por quienes querían sumirse en la lectura de un libro, pero él no había asistido para eso. Era la noche de poesía, en la cual algunos valientes leían en voz alta frente al micrófono abierto. Ya que él no podía leer los versos, los disfrutaba de esa forma, y por eso aquellas noches constituían uno de sus momentos favoritos.

Sin embargo, aunque le seguían causando regocijo, últimamente le hacía falta alguien...

Al principio, apenas había comenzado a asistir al Café años atrás, estaba habituado a hacerlo solo y eso no le significaba un problema. La soledad era uno de los emblemas de su vida y no se veía especialmente perturbado por la falta de compañía. Pero, una noche disparatada, se encontró con cierta señorita en un armario de escobas, y a partir de entonces su historia cambió para siempre.

La extrañaba. La extrañaba con frenesí. Había pasado un mes, una semana y dos días desde la última vez que la había visto y cada hora transcurrida en ese tiempo había pinchado dolorosamente su corazón.

El hecho de saber que ella no se encontraba en su mejor momento no ayudaba a su propio padecimiento. Quería verla y constatar con sus propios ojos el estado en el que la chica se encontraba. Quería abrazarla y no soltarla hasta que el dolor se escurriera fuera de ella. Muchas veces estuvo a punto de ceder ante el impulso de aparecer en la casa de Fabrizio D'amico, pero cuando hablaba con éste, él alentaba la idea de que su hija debía transitar ese proceso sola.

Justin ni siquiera conocía de qué proceso estaba hablando. Realmente no sabía con exactitud lo que estaba pasando con la joven, solo deseaba que terminara para que ella se sintiera mejor. Por supuesto, aún estaba dolido por lo que había pasado entre ellos, mas de alguna forma eso había pasado a segundo plano en cuanto se enteró lo que acontecía. Ahora, sus deseos se orientaban hacia el bienestar de la porrista, lo demás podía esperar para ser esclarecido.

A pesar de las penosas circunstancias, debía admitir que obtuvo un pequeño beneficio de esa situación. Ese mes, esa semana y esos dos días constituían el primer período que él transcurría solo. Apenas abandonó la casa de los Bieber, se refugió en los brazos de Linda, pero al encontrarse completamente por su cuenta el último tiempo, se había fortalecido. Se había encontrado consigo mismo en muchos aspectos y había aprendido a aceptarse incluso en aquellos detalles que siempre había aborrecido de sí mismo. Finalmente, había empezado a valorar y a fortificar su autoestima.

Justo cuando uno de los camareros dejó una taza de café sobre su mesa, alguien se paró frente al micrófono y anunció que la noche de poesía quedaba oficialmente abierta e invitó a los presentes a leer sus versos favoritos. Justin puso un poco de azúcar a su infusión y la revolvió con la cuchara mientras esperaba a que alguien pasara. Le gustaba adivinar qué clase de poema iban a presentar por sus posturas o sus comportamientos. Era un juego entretenido para él.

Escuchó unos pasos ligeros a sus espaldas. Al fin, alguien caminaba hacia la esquina donde se situaba el improvisado escenario. Cuando esa persona se posicionó detrás del micrófono, la sorpresa de Justin fue tal que escupió devuelta en la taza el sorbo de café que acababa de ingerir.

—Buenas noches —saludó Linda, mostrando una sonrisa.

Su voz salió amplificada por los parlantes y todos en el Café le dedicaron su atención. Aquello hizo que se sintiera cohibida. Por un segundo, recordó todas las veces en las que su madre la subió a una pasarela y los ojos del público se posaron en ella. No obstante, descartó ese pensamiento de inmediato. No se encontraba en la misma situación. Ya no.

Palabras CalladasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora