|17| La felicidad es una ola que forma el viento

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Apoyado contra el marco de la ventana, Justin se encontraba observando a través de los cristales como la negrura de la noche devoraba el paisaje, convirtiéndolo en un conjunto de sombras e imágenes oscuras. El automóvil de Fabrizio D'amico había desaparecido por la carretera hacia varios minutos, llevándose en él a la mujer que le había proporcionado la pieza restante para terminar de componer el rompecabezas de su vida.

Curiosamente, estaba en paz consigo mismo mientras su mirada vagaba por la umbría. La sensación de estar ahogándose en mentiras y secretos que había experimentado el último tiempo lo había abandonado, y podía, al fin, respirar la verdad que tanto ansiaba.

Los Bieber nunca habían sido su familia, él no significaba más que el fruto de un negocio para ellos. Esa idea, a la que tanto le costó acostumbrarse, finalmente lo llenaba de regocijo. Había transitado un largo suplicio a manos de la mujer que siempre creyó su madre. Saber que, en realidad, no estaba emparentado con ella a través de la sangre le daba otro sentido a todos los desprecios y los maltratos que había recibido de su parte. No eran más que las acciones de una mujer egocéntrica y despreciable, sacando provecho de una situación en favor de su avaricia.

El problema no era él. Nunca había sido él. Ni su dislexia, ni sus complejos, ni sus debilidades... No era por sí mismo el causante de todos los males que había vivido, como si nacieran en él y volvieran por él. No. La culpa radicaba en las decisiones imprudentes de otras personas y las pertinentes tragedias que éstas acarreaban.

Escuchó el sonido de pasos a su espalda, mas no se giró. Continuó observando las formas umbrosas de los árboles al tiempo que Linda enunciaba:

—¿Quieres cenar algo?

—No tengo hambre —murmuró, lo suficientemente alto para que ella lo oyera.

La joven guardó silencio durante los segundos siguientes. No quería interrumpir los pensamientos que parecían acaparar la mente de Justin, aunque no quería dejarlo a solas tampoco. Se quedó de pie allí, a pocos metros de él, observando su espalda y preguntándose cómo iban a seguir adelante con su relación después de todo lo sucedido.

Para su sorpresa, fue Justin quien retomó la interacción entre ambos, indagando:

—¿Sabes algo de... Travis Roy? —titubeó al pronunciar el nombre de quien, sabía entonces, era su padre— Me refiero a dónde está hoy... ¿Él... Él sigue vivo?

—Sí... Pero está en prisión —respondió Linda con franqueza— Hace tres años lo encerraron por conducir en estado de ebriedad y chocar contra un edificio público. Ya tenía antecedentes así que no le permitieron salir bajo fianza... No es que tuviera suficiente para pagarla, de todos modos.

Justin asintió. A pesar que desprendía un aire ausente, estaba concentrado en cada detalle en ese instante.

—¿Tú lo conociste? —continuó interrogando.

—Lo vi algunas veces, aunque no puedo decir mucho de él. Nunca parecía estar del todo sobrio, ¿sabes? Creo que ya estaba muy afectado por todo el consumo —explicó la chica con suavidad.

Otro lapso de silencio discurrió entre ellos. La pausa, en esa ocasión, estaba cargada de cierta tensión, como si anticiparan cuál era el próximo tema a tratar.

Finalmente, Justin lo abordó:

—¿Y Logan? —pronunció terminante— ¿Dónde está él hoy?

Linda cruzó los brazos sobre su pecho y deslizó su mirada de la espalda de su novio hacia el suelo, delatando su incomodidad.

—No lo sé —contestó en un murmullo, mas elevó el volumen de su voz para proseguir— Se fue de nuestra ciudad hace un año y tres meses, no lo he vuelto a ver desde entonces. Él... Siempre solía desaparecer así y luego regresaba al cabo de un tiempo, pero esta vez...

Palabras CalladasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora