Llegaron al bar sobre las 20:30h y buscaron una mesa donde sentarse. Una vez instaladas, fueron a pedir algo para cenar. Liliana no comió demasiado porque tenía el estómago revuelto por los nervios (y esta vez nervios de los malos, no como esa misma mañana). Cuando dio un trago a su cerveza, recordó la conversación que había tenido con su profesora sobre 'bebidas históricas' y sonrió.
—Dinos, Liliana, ¿cómo quieres que sea tu novia? ¿Alguna preferencia?
—Madre mía, Laura, ni que estuviese pidiendo la carta —dijo abriendo mucho los ojos—. No, ninguna preferencia por ahora. No creo que tenga un prototipo de chica perfecta, me da igual cómo sea física y personalmente, hasta cierto punto.
—¿Y cuál es ese punto? —preguntó Marian.
—Bueno, ahora no sé decirte...me gustaría que fuese una persona parecida a mí en cuanto a gustos y valores. Y respecto a la personalidad, pues una chica apasionada, divertida, aventurera, honesta, dulce...y muchas cosas más.
—Vale, pues voy a ir a preguntar por ahí si alguien tiene esas cualidades y le digo que es para una amiga. ¿La traigo aquí?
—Pero ¿qué dices? ¿Cómo vas a hacer eso? ¡Qué vergüenza, no lo hagas, no traigas a nadie!
—Pero si eras tú la que querías ligar, no yo. Yo estoy muy bien soltera, gracias —dijo sonriendo Laura.
—Ya, tía, y no digo que no, pero las cosas no se hacen así. Así no surge la chispa, es demasiado artificial.
—¿Qué no? ¿Y cómo es que salen tantas parejas de Tinder? Es igual de artificial.
—Bueno, déjalo, Laura. Agradezco el favor, pero no te preocupes por mí.
—Voy a ir a dar una vuelta igual, pero relájate, que no voy a traerte a nadie. —Hizo una pausa y añadió— Como mucho les doy tu Instagram.
—Tíaaa...
Y mientras Laura estaba ausente, Marian y Liliana siguieron hablando y riendo.
—Diría que sí tienes un prototipo de chica ideal, o al menos, debilidad hacia un colectivo.
—¿Qué colectivo? —preguntó Liliana intrigada.
—El colectivo de profesoras —dijo Marian soltando una carcajada—. Te han gustado bastantes durante tu vida, por si no lo recordabas.
—Vaya, has dado en el clavo, ¿eh? Bueno, no puedo negarlo. No sé, es que me atraen mucho...no sé qué tienen, pero me vuelven loca; aunque obviamente no todas.
—Según nos has contado, casi todas las que te han gustado son las típicas profes más duras y altivas, con carácter.
—Sí, ya. ¿Y?
—Pues que Olimpia no es nada de eso.
Liliana se paralizó al escuchar su nombre y le empezaron a sudar las manos.
—Ya, lo sé. Soy consciente, por eso me extrañé al darme cuenta de que me gustaba. Es distinta; tan amable, cariñosa y empática...Te diré más: creo que ninguna persona me había gustado tanto como ella, como Olimpia. Me han gustado mujeres con mayor atractivo, no voy a negarlo, pero en este caso es como que me llena mucho más, ¿sabes?; va más allá de su físico, es todo su ser, todo lo que ella conlleva...
—Tus palabras y tus ojos de cachorrito me dicen que alguien no lo ha superado todavía.
—Ya, no del todo. Pero me estoy esforzando, en serio.
Mentía, obviamente. Ni se le había pasado por la cabeza superarlo, y menos esforzarse en ello.
—Ya me imagino, Liliana. Si quieres cualquier cosa háblame, me tienes para lo que sea—dijo mientras le acariciaba la mejilla—. Y a la petarda de Laura también.
Marian la cogió de la mano y Liliana se recolocó para poder abrazar a su amiga.
—Gracias, jo. A ver si vuelve esta ya, que pronto empezarán a actuar y no quiero estar pendiente de si a nuestra querida amiga se le ocurre hacer una locura o no —dijo Liliana riéndose.
La verdad es que no quería estar pendiente de Laura, pero le servía de excusa para mirar por todos lados. Aunque no buscaba a su amiga, sino a su profesora. Después de tres actuaciones apareció Laura y les habló entre susurros, para no molestar.
—Tías, no os vais a creer a quién he visto.
—Ay, madre mía. ¡¿A quién?! —exclamó Liliana.
—A una profesora.
—¿Qué profesora? —preguntó Liliana dejando entrever su nerviosismo.
—No te preocupes Liliana, que no es ella. Es la que tuvimos el año pasado en metodología.
—¿Carla?
—La misma. La he tenido que saludar por no hacerle el feo, pero me he ido en seguida. Qué malos recuerdos, por dios.
Tras breves instantes añadió:
—Tía, Liliana, tendrías que haber visto tu cara. ¿Te imaginas que me llego a encontrar con Olimpia? A ti te da algo.
—Desde luego, no hubiese sabido qué hacer.
Iba en serio, realmente no sabía cómo habría sido su reacción, aunque probablemente se habría tambaleado de la silla como mínimo.
—No me la imagino en este sitio, igualmente. No le pega mucho —dijo Marian.
—Ya, la verdad es que no mucho —respondió Liliana, intentando que no se le escapara una sonrisa.
—Ya...en fin. Por cierto Liliana, no he encontrado a ninguna chica con las cualidades deseadas. Lo siento amiga, otro día será —dijo acomodándose a la silla—. Venga chicas, y ahora ¡a disfrutar del espectáculo!
Pues sí, otro día será...como siempre en mi vida... se recordó Liliana a sí misma antes de concentrarse totalmente en el show.
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Reescribir nuestra historia
Romance¿Cuántas veces hemos deseado poder cambiar nuestra historia y escribir una mejor? Bienvenidxs a una de esas historias donde lo imposible se hace posible y el amor toma partido en ello. Historia sobre una alumna (Liliana) y su profesora (Olimpia).