XIX

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Tras una breve (pero más que suficiente) pausa, Olimpia habló: 

—Se ha hecho tarde, debería llevarte a casa. ¿Vamos?

—Vamos.

Caminaron hasta encontrar el sitio donde había aparcado la moto la profesora y ambas se pusieron los cascos en completo silencio. Eran tantas cosas las que ocupaban sus mentes que les impedía articular sonido alguno. Liliana sentía una fuerte opresión en el pecho, como si alguien le estuviera estrujando; Olimpia, por su parte, se sentía confusa. Se creó una extraña atmosfera entre ellas, cargada de incomodidad, donde habitaban todas las palabras no pronunciadas en voz alta. Olimpia dejó que Liliana subiera a la moto primero y después de sonreír, se subió ella también.

Fue un viaje distinto a todos, aunque probablemente el más decisivo, ya que ambas estuvieron absortas en sus cavilaciones, decidiendo si dar (o no) un siguiente paso.

Liliana quería estar con ella, eso estaba claro, pero tenía miedo de las consecuencias que podrían sobrevenir, y, por tanto, miedo de empezar cualquier cosa con Olimpia.

Olimpia quería estar con ella, pero sabía que no era correcto, y entendía los miedos de la alumna. ¿Por qué se había dejado llevar de esa forma? ¿En qué pensaba?

Llegaron al portal. Liliana apartó, a disgusto, sus manos de la cadera de Olimpia y bajó del vehículo. La miró a los ojos y se dio cuenta de cuánto le gustaba y lo feliz que había sido gracias a ella en los últimos meses. Era consciente del miedo que sentía, pero se convenció a si misma de que ella era mucho más fuerte que eso y que no la iba a disuadir de una idea tan bella como la de estar con la persona que te gusta, aunque fuera su profesora. Estaba dispuesta a afrontar todo tipo de riesgo, pero solo si Olimpia la acompañaba en el camino, y ésta había dicho estar segura de ello. Por tanto, no había más que hablar, solo hacía falta dar un pequeño salto al vacío y esperar a que Olimpia saltara con ella.

El momento era ahora, debía ser valiente y atreverse antes de que su profesora cambiara de opinión.

—Olimpia...yo... —titubeó Liliana.

—Liliana, ¿puedo hablar yo primero? —preguntó algo angustiada la profesora.

—Claro, dime.

—Verás...he estado reflexionando durante el camino y entiendo tus miedos y tu preocupación. Me he dado cuenta de lo peligroso que sería emprender una "aventura" como esta; realmente tenemos todo en nuestra contra. Además, es poco ético y poco correcto, ya no solo para ti, sino para mí y para tus compañeros/as. Quieras o no, tu rol no es el mismo que el mío y nuestras edades tampoco concuerdan demasiado. Me he dejado llevar, perdona si me he sobrepasado o si he metido demasiado la pata. Lo siento, Liliana...

—¿Lo sientes?

—Sí, siento haberte metido en este lío y haberme dejado llevar así. No está bien...

—¿Sabes? Estoy harta de escuchar las palabras "bien" y "mal". Tú no me has metido en ningún lío, ambas lo hemos hecho, y en todo caso, lo habría iniciado yo besándote. De verdad, Olimpia, no entiendo nada...hace un rato me has dicho que estabas segura de todo, que simplemente "lo sabías", pero ahora te echas atrás. ¿Por qué?

—Ya te lo he dicho Liliana, porque no es correcto y pone en peligro tus estudios y mi trabajo. Es demasiado...

—Dicho así suena horrible, ¿pero no crees que deberíamos luchar por esto? Estar juntas supondría estar en peligro, pero dudo que vaya a estar mejor sin ti...yo estoy dispuesta a dejarme llevar, me has hecho ver que hay razones por las que vale la pena hacerlo.

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