Los jueves se habían convertido en el día favorito de Liliana desde hacía unas semanas, desde que Olimpia había aparecido en su vida. Sin embargo, este jueves había amanecido distinto; contaba con la presencia de unos recuerdos muy bonitos de la noche anterior, y con unos nervios que aún no habían abandonado el cuerpo de la alumna. Ciertamente, se fue a dormir feliz, pero eso le impidió poder conciliar el sueño hasta altas horas de la madrugada. Parte de su mente se empeñaba en revivir y rememorar la velada una y otra vez mientras que la otra mitad intentaba contener tales emociones y descansar. Se despertó varias veces durante la noche, había algo que la perturbaba y no sabía qué.
Seguía dándole vueltas al tema a la par que preparaba el desayuno. Estaba confundida, pero su perturbación no existía por algo en concreto, sino que era una extraña sensación de no entender las cosas. De no entender a Olimpia y, a veces, de no entenderse a sí misma. Tenía miedo de interpretar la realidad de forma poco o nada congruente con la de la propia profesora, pero no podía evitar hacerlo. Concretamente, intentaba entender qué había pasado justo antes de que ambas se despidieran. O qué habría podido pasar, mejor dicho, de no haber existido una distracción. Olimpia y Liliana habían mantenido una postura y mirada cercana, a escasos centímetros, durante varios segundos. Fue un momento demasiado íntimo para haberse dado en medio de la fría calle, en la oscuridad de la noche. Liliana se sintió calmada al inundarse en esos ojos grandes y negros, esos huéspedes que la invitaban e incitaban a no salir nunca de ellos. Se habría quedado horas mirándola; fijándose en cada detalle de su rostro. No quería interpretar de forma incorrecta...pero sentía que Olimpia también había disfrutado de esa mirada, de esa conexión. No estaba segura de sus razonamientos, pero cada vez sospechaba más y más sobre la posibilidad de gustarle a su profesora. ¿Estaba en lo cierto? Probablemente no, porque las profesoras no van por ahí enamorándose de sus alumnas o pensando que éstas mismas se desvivirían por ellas. Parece algo surrealista, aunque pueda ser verdad. Estaba enamorada de su profesora y no se avergonzaba de ello.
Concluyó su monólogo interno pensando que de haber una correspondencia de sentimientos Olimpia haría que esto se notara y que se lo demostraría en más ocasiones. Solo debía ser ella misma, disfrutar de su compañía todo lo posible y ver si el futuro podía depararle algo bueno.
Se pasó la clase de Prehistoria ensimismada, algo que sus amigas no dejaron pasar. Liliana guardó su secreto (nadie debía saber que ambas coincidían de vez en cuando en el bar) pero no fingió respecto a sus sentimientos. Les dijo que a todo el mundo le puede gustar alguien, se dedique a lo que se dedique y tenga la edad que tenga, y que no iba a ser menos en su caso. Le gustaba su profesora, cada día más, pero eso no era nada anormal y no le daba vergüenza alguna admitirlo.
Por fin la vio entrar en clase y sin poder evitarlo se puso roja en el acto. Su motricidad era peor dado a los temblores por los nervios, al igual que su agitada respiración y el ritmo de sus pulsaciones. Su atención se veía gravemente afectada cuando la tenía delante, impidiendo focalizarla en otros estímulos que no fueran ella. Es curioso como la simple presencia de una persona puede desencadenar toda una serie de reacciones emocionales, fisiológicas, cognitivas y conductuales tan intensas. El poder del amor y la atracción; el poder de Afrodita.
Una vez terminada la clase, Liliana se quedó la última recogiendo sus cosas (como siempre hacía) y eso le permitió salir junto a Olimpia de clase. Ambas iban charlando sobre lo que se había explicado en el aula un rato antes, hasta que Olimpia cambió de tema.
—Por cierto, ¿sabes qué he leído antes de entrar en clase?
—¿Qué has leído?
—Me he enterado por Internet de que hoy hacen un evento especial en "Perseo's Pub"; van a actuar los que suelen frecuentar el local las noches de micro abierto. Es decir, probablemente las actuaciones sean de mayor calidad que de normal. Yo tengo pensado ir, ¿te gustaría venir conmigo?
Ese "¿te gustaría venir conmigo?" le provocó un cosquilleo tierno en el estómago. Claro que quería ir con ella; quería hacerlo todo con ella. Respondió rápidamente con un rotundo sí y Olimpia sonrió.
—¡Qué bien! Pues nos vemos sobre las 20h si te parece. Como siempre, si llego yo antes guardo sitio y viceversa. Luego nos vemos, Liliana.
Y se despidió poniéndole una mano en su hombro izquierdo. Después de separarse de ella, Liliana permaneció unos segundos parada en medio del pasillo, absorta del mundo. Al volver al presente, se dio cuenta de que tenía las mejillas empapadas y los ojos le brillaban, acompañando a una dulce y amplia sonrisa. Se fue a casa rápidamente, olvidando que tenía la última clase del día minutos después. A veces la cabeza no está donde debería estar...pero no pasaba nada, un día era un día.
Liliana llegó antes al local que la profesora. Se puso un vestido blanco corto de seda, con unos adornos florales y una caída muy bonita. Estaba ansiosa por verla, por que las cosas fueran bien y esa noche saliera triunfante. Olimpia iba con una americana negra, una camisa del mismo color con algo de escote y unos pantalones a cuadros blancos y negros. Estaba espectacular. Al entablar una conversación con Olimpia poco a poco se fueron calmando los nervios de la alumna y aflorando, en cambio, su espontaneidad. Esa noche tomaron varias rondas de cervezas, por lo que estaban más risueñas y cariñosas que de normal (eso sí, sin llegar a estar borrachas y conscientes en todo momento). Las actuaciones fueron diversas: desde un señor tocando el acordeón hasta una mujer bailando danza oriental. Las favoritas de Liliana eran todas esas en las que había un piano o alguien cantando, algo que a ella le gustaba mucho hacer también. Estas actuaciones, además de ser las que más le gustaban, eran capaces de crear climas más íntimos, propiciando, así, un mayor acercamiento a Olimpia.
Entre función y función, alumna y profesora intercambiaban risas, palabras y miradas. Muchas miradas. Liliana prefería fijar sus ojos en ella antes que hacerlo en el espectáculo, porque las sensaciones experimentadas eran mucho más dulces, placenteras y cálidas. Sobre todo, esto último...Liliana quería besarla, sentir la suavidad y el movimiento de sus labios en sus propios labios. Necesitaba tocarla.
De pronto subió una chica a cantar una versión a piano de la canción "the words" de Christina Perri. A Liliana le llegó la letra muy a dentro, viéndose representada en cada palabra, en cada verso.
All of the lights land on you
The rest of the world fades from view
And all of the love I see
Please please say you feel it tooSe sintió apenada por querer a una persona y no saber si esta la quería, sin saber si lo que sentía podría llegar a ser correspondido o solo la llevaría a un camino sin salida. Sentía muchas cosas a la vez, y en medio de esa tormenta de emociones, decidió dejar caer su cabeza poco a poco sobre el hombro de Olimpia. Esta no se sorprendió ni se apartó; es más, colaboró acercándose un poco a ella y apoyó su cabeza en la suya. Se mantuvieron en esa posición gran parte de la canción, hasta que Liliana puso su mano encima de la mano de la profesora. Seguidamente desplazó su cabeza hasta tener en frente suya los ojos de Olimpia, y, dejándose llevar por la emoción, la besó en los labios.
And I know
The scariest part is letting go
'Cause love is a ghost you can't control
I promise you the truth can't hurt us now
So let the words slip out of your mouth
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Reescribir nuestra historia
Romance¿Cuántas veces hemos deseado poder cambiar nuestra historia y escribir una mejor? Bienvenidxs a una de esas historias donde lo imposible se hace posible y el amor toma partido en ello. Historia sobre una alumna (Liliana) y su profesora (Olimpia).