XII

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Era miércoles. Había pasado una semana desde LA noche. Al haber recobrado un poco de esperanza respecto las posibilidades de tener algo con Olimpia, decidió visitar el bar esa noche, solo por ver si se la podía encontrar. 

Se pasó el día nerviosa, pero eran unos nervios bonitos, sin querer vomitar ni nada de eso. Estaba muy activa, animada. Cualquiera lo diría, pues el día anterior parecía un zombie. Sus amigas hablaron con ella sobre los trabajos pendientes que tenían que hacer y debatieron sobre qué día sería mejor quedar. Marian dijo de quedar esa misma tarde y Laura estuvo de acuerdo. Liliana iba a contestar que sí cuando cayó en la cuenta de que esa tarde tendría que salir de casa sobre las 20 si quería estar en el local sobre las 21 y poder ver las actuaciones del "micro abierto". Los trabajos no eran tarea sencilla y si quedaba esa mismo día, tenía claro que no llegaría a tiempo al bar. Decidió declinar la oferta, pero sin querer se le escapó que tenía plan.

—Así que esta noche sales, ¿con quién? ¿Por qué no nos has dicho nada?

—Voy a salir sola. Puedo salir sola, ¿no?

—Claro que puedes, pero no sé, no tienes porqué ir sola. Podríamos ir contigo si quieres. ¿Qué es, a una discoteca? —preguntó Marian.

—No, es a un bar que descubrí hace poco, en el centro. Está muy guay, hacen noche de micro abierto. No sé porqué no os lo he dicho antes, pero sí, estaría genial que fuéramos las tres juntas. ¿Queréis que vayamos esta noche, después de hacer el trabajo? —decidió que invitarlas era lo correcto, aunque no le hacía especial ilusión. No ese día, no ese plan.

—Por mí genial, ¡así hacemos algo juntas! —contestó Laura.

—¡Claro! Por mí guay también —exclamó la otra amiga.

—Pues entonces quedamos esta tarde a las 16 aquí en la facultad. Aunque bueno, ya puestas, nos podemos quedar a comer aquí directamente. ¿Qué os parece?

Las chicas asintieron y pusieron rumbo a la cafetería. En algún momento de la conversación, después de haber hablado sobre temas variados, Laura preguntó a Liliana:

—¿Cómo es que ibas a ir sola al bar? ¿Cómo se llama el local, por cierto?

—"Perseo's pub". Iba a ir sola hoy, pero lo descubrí un día con una amiga.

—¿Una amiga?

—Sí, una chica que conocí en un concierto, y nos hicimos amigas. Fui con ella la semana pasada. Y hoy quería ir porque me gustó mucho, y no me importaba ir sola.

—Ya..., no sé, no quiero ponerme en plan detective, pero hay algo que no me cuadra. Si la semana pasada fuiste con ella, ¿por qué no ibas con ella hoy otra vez? O ¿por qué no nos has dicho nada a nosotras? Sabes de sobra que queremos hacer planes y estar juntas, pero al final nunca hacemos nada. ¿Te pasa algo con nosotras?

—¡No! En serio, de verdad que no. Está todo bien, al menos por mi parte. Solo quería —sabía bien lo que quería pero debía ocultarlo y se inventó una excusa rápidamente— ...experimentar lo que se siente al salir sola por ahí, nada más. Mucha gente lo hace y liga. Quería ver si podía conocer a alguien...ya sabéis.

—Ahh, ya entiendo. Entonces mejor nada, no te estropeamos el plan.

—Que no, chicas, que prefiero ir con vosotras. Ya habrá ocasiones para ir sola.

—¡Genial pues! Así que quieres ligar, ¿eh pillina? ¿Y Olimpia qué? —preguntó Marian.

—¿Qué de qué? Con ella no iba a pasar nada, lo sabéis tan bien como yo. Es hora de pasar página y buscar a alguien real, a alguien con quien pueda estar de verdad.

—¡Bien dicho, Liliana! Me parece una idea genial. Hoy podemos ayudarte, para que encuentres a alguien que te guste. Ya sabes que yo no tengo vergüenza alguna —dejó caer Laura.

—Ya lo sé, ya. Bueno, eso ya lo veremos, Laura —dijo Liliana intentando sonreír. Intentándolo porque en el fondo no le estaba haciendo gracia alguna la situación.

En primer lugar, les había mentido sobre lo de la supuesta "amiga" y también sobre el supuesto interés por buscar a alguien nuevo. Y, en segundo lugar, les había hecho creer que ya tenía lo de Olimpia superado, cuando para nada era así. Ese día había tenido más esperanza que nunca, pero en ese momento tocaba reprimirse, como siempre. Sus planes se habían torcido demasiado y ya no tenía ganas de salir.

Lo primero que había pensado Liliana al despertarse por la mañana había sido un posible  encuentro con su profesora en el local esa misma noche y compartir otra velada, si era posible, con ella. 

Ahora deseaba más que nunca que no apareciese, porque las cosas se complicarían demasiado, y la mentira se haría aún más grande. Y Liliana odiaba mentir. 

Reescribir nuestra historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora