xiv. CAPÍTULO SEIS, PARTE UNO.

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CHAMELEON.
Capítulo seis, parte uno.

Capítulo seis, parte uno

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Antes de todo.

Que Samuel me llevara al instituto el lunes siguiente no fue para nada bonito. El domingo me quedé a dormir en su casa, y aunque a Pilar le pareció una buenísima idea, porque pensaba que podría ambientar la cosa, no fue exactamente así, y acabamos todos desayunando la mañana del lunes tan incómodos como si yo perteneciera a la familia. Mi herida ya casi había sanado del todo, al igual que las de Nano, y simplemente rezaba porque nadie se diera cuenta de ella, porque la cubrí con maquillaje.

Samuel me pidió perdón casi veinte veces por día, ya fuera por mensaje, llamada o en persona, cuando me presenté en la puerta de su casa con un tupper de albóndigas con tomate.

El caso es, que cuando llegamos al instituto, aunque íbamos hablando tranquilamente y fingiendo que todo iba bien, la gente giraba a vernos. Él, el que había pegado a su hermano en plena fiesta. Su hermano, que, por cierto, había estado en la cárcel y supuestamente había matado a Marina, y yo, la supuesta lesbiana que ya no era tan lesbiana y que se acostaba con el mejor amigo de Guzmán, que por cierto, se había vuelto majara esos últimos días.

Todo iba de maravilla, nótese el santísimo sarcasmo.

Samuel y yo fuimos a nuestras taquillas a sacar los libros de biología, y fue entonces cuando la cosa pareció desmadrarse, por si no se había desmadrado ya todavía.

Lucrecia llegó por detrás y cerró la taquilla de Samuel, por alguna razón que yo, por aquel entonces, desconocía. Lo apartó de mi lado y me mostró una sonrisa antes de llevárselo un poco más lejos de donde yo estaba. La vi susurrarle algo al oído, y también vi cómo Samuel se apartaba de ella con ánimo de asco. Después de eso, mi vista se volvió oscura.

Unas manos tapaban mis ojos.

—¿Polo?

—Un poco menos hetero.

Me quité las manos de la cara y miré a Ander antes de romper en carcajadas. Él me hizo una señal para que me callara y señaló con la cabeza a Samuel y Lú, aún discutiendo en medio del pasillo.

Caminamos un poco por el patio, puesto que era temprano todavía, y alcé una ceja.

—No preguntes por qué, pero me resulta muy raro que estés de tan buen humor a las ocho de la mañana —comenté, y él intentó no reírse—. Vale, ¡es muy triste, pero es la verdad! Normalmente eres "Ander, el chico muerto en vida" y hoy eres ¡"Ander, el mejor amigo que irradia luz y felicidad!"

—Eso ha sido muy innecesario —me respondió, con una sonrisa cómplice. Yo le saqué la lengua—. Solo quería preguntarte cómo estabas. He visto que has cubierto tu... —señaló su frente y yo asentí—. ¿Crees que Polo hará algo?

—No lo sé. Si se entera de que ha sido Samuel, probablemente le diga algo, y él ya me ha pedido perdón como que... un millón de veces.

—Samuel no sería capaz de hacerte daño, nunca —dijo, con obviedad—. De hecho, creo que nadie sería capaz de hacerte daño, nunca.

𝐂𝐇𝐀𝐌𝐄𝐋𝐄𝐎𝐍 | ÉLITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora