iv. CAPÍTULO DOS, PARTE UNO.

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CAMOUFLAGE.
Capítulo dos, parte uno.

Capítulo dos, parte uno

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—¿Qué te ha dicho?

Miro a Ander.

—No sé... Estoy demasiado ida ahora mismo.

—Lo entiendo. Oye, siento mucho lo de... El otro día, yo... Sé que te ha hablado de eso y que por alguna razón lo sabe...

Me paso las manos por el cabello y él se agacha para mirarme a los ojos.

Seguimos en el puto teatro Barceló y juro con mi vida que jamás he deseado salir de este lugar como lo hago en este momento. ¿Podrían al menos llevarse el puto cuerpo de Polo? Estoy hasta los cojones de verlo desangrado en el suelo, ¡joder!

—Perdona, ¿vale? —Vuelve a decir.

Asiento y me da un pequeño beso en la frente.

—Te quiero.

—Yo también —le sonrío con tristeza—. Yo también te quiero, Ander.

El día de las entrevistas no pude dormir en toda la noche. ¿Samuel me había dejado en medio del instituto como si nada? ¿Porque me había sentado con Ander porque le había dado un puto ataque de pánico por los resultados médicos de la prueba que nadie sabía que se había hecho? Era de locos. De putos locos. Jamás me habría esperado algo así de Samuel García mi amigo de la infancia.

En ese momento era como si no lo conociera de nada, como si hubiese estado saliendo con un desconocido. De hecho, ni siquiera sentía que hubiésemos estado saliendo realmente. Fue todo demasiado forzado, y quizá simplemente nos teníamos ganas o era un sentimiento raro. Lo único que sabía en aquel momento es que no sabía nada.

No sabía nada ni de nadie, ni de ninguna de las situaciones que estaba viviendo. Era como si de repente hubiese aparecido un mundo lleno de secretos frente a mis narices. Un mundo que ya estaba creado pero que yo no había visto hasta el momento.

Me sentía inútil frente a todo.

Y llegó el maldito "día siguiente". Me levanté a regañadientes. ¿Realmente quería ir al instituto después de lo del día anterior? No. ¿Iba a obligarme mi tía porque es representante de la autoridad y por lo tanto ha de ejercer su poder sobre mí? No hacía falta ni pensarlo dos veces para saber que, efectivamente, así era.

—Venga, por favor. No te lo pediría si fuese una gilipollez, y lo sabes.

Ella dejó la taza de café sobre la mesa.

—Una ruptura no es motivo para faltar a clase y menos cuando ayer mismo te entrevistaron para una de las mejores universidades del mundo. Esa gente sigue vigilando, lo sabes, ¿no? —replicó, haciéndome bufar.

𝐂𝐇𝐀𝐌𝐄𝐋𝐄𝐎𝐍 | ÉLITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora