xxii. CAPÍTULO OCHO, PARTE DOS.

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CHAMELEON.
Capítulo ocho, parte dos.

Mi tía saluda a la madre de Ander mientras yo me muerdo las uñas sin parar

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Mi tía saluda a la madre de Ander mientras yo me muerdo las uñas sin parar. Estoy apoyada contra una de las paredes del pasillo y mi mirada se cruza con la verdosa de Carla durante un momento. Ella se acerca a mí y apoya su cabeza en mi hombro.

—Tengo miedo —admito.

Ella emite un sonido de afirmación al mismo tiempo que se separa y se coloca delante de mí. Muestra una pequeña sonrisa y toma mis manos entre las suyas para luego asentir, intentando convencerme de que todo está bien.

—Seguro que no es nada.

Hay duda en su frase, y eso solo lo empeora más.

Cuando estamos todos sentados en clase mi tía comienza a pasearse por todo el aula mientras nos cuenta lo que nos encontramos ayer por la noche en la primera batida de búsqueda. La bicicleta de Samuel... tirada, en el suelo. Me había dolido tanto que cuando Carla se aferró a mí tuve que agarrarme yo a ella también para no dar un traspié y caer al hoyo donde estaba el vehículo.

La inspectora para justo en el medio de la clase y nos mira directamente, como persona autoritaria que es.

—Vamos a efectuar una batida esta tarde-noche, para intentar encontrarle a él o alguna pista sobre su paradero —nos informa, con voz calmada, al mismo tiempo que vuelve a retomar sus paseos y lee el informe de mi amigo desaparecido.

Miro hacia atrás, a Rebeka, que simplemente desvía la mirada intentando no llorar. ¿Y si han sido los hombres de su madre? Carla está igual. ¿Su padre, tal vez? Para cubrirla a ella, a Polo...

Polo.

No me he sentado con él, sino con Carla. Lo miro, también, y él me dedica una triste sonrisa que le devuelvo. No creo que esto vaya a seguir así por mucho tiempo. Todavía no me ha contado nada ni ha admitido ser quien mató a Marina, pero lo tengo ahí dentro. Tengo el corazón y la mente llenos de pruebas que lo incriminan, y me cuesta mucho mirarlo a la cara después de todo.

He de admitir, que incluso me aterra.

—Estaría bien que los que podáis acudir, lo hagáis —continúa mi tía.

Guzmán, que hasta hace nada le daba enormes bocados a su manzana verde, alza la mano.

—Pero, ¿piensan que está muerto? —mi sangre se hiela y me viene una arcada. Menos mal que no he desayunado.

No conforme con esa pregunta tan extremadamente insensible, vuelve a abrir esa bocaza tan horrible que tiene.

—¿Y vamos a buscar su cadáver?

Doy un golpe en la mesa y me levanto, para luego mirarlo a los ojos.

—Cierra la boca o te la parto de un guantazo, pijo de mier... —Carla me tira de la falda, haciendo que me siente, y me mira con severidad.

𝐂𝐇𝐀𝐌𝐄𝐋𝐄𝐎𝐍 | ÉLITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora