iii. CAPÍTULO DOS, PARTE UNO.

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CHAMELEON.
Capítulo dos, parte uno.

Capítulo dos, parte uno

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Antes de todo.

Samuel y Rebeka habían quedado para boxear, y Nadia estaba con su padre, así que decidí ver con quién podía quedar antes del instituto. Mi tía tenía mucho trabajo y estaba sola en casa sin hacer nada a las cinco de la mañana. Vi todos mis contactos y me pregunté qué estaría haciendo la marquesita, que era como habíamos empezado a llamarla todos.

Que Christian se hubiese ido a Suiza por la obra y gracia de su bondadoso padre no me cuadraba del todo, y como Samuel tenía claro que todo estaba en su entorno y yo estaba ahí para ayudar, me dije a mí misma que no sería nada incómodo ni raro quedar con ella.

La llamé y me cogió el teléfono al segundo pitido.

—¿Emilia? —preguntó—. ¿Te has confundido de móvil?

—En realidad, no. ¿Te apetece quedar antes de ir a Las Encinas? Estoy sola en casa y no tengo absolutamente nada que hacer, y creo que te gustaría estar lejos de casa en estos momentos.

Hubo un silencio y Carla suspiró.

—Tienes razón. Me estoy volviendo loca en esta casa, me vendrá bien quedar con una amiga.

Yo fruncí el ceño.

—Sí. Amiga...

Carla apareció ya vestida con el uniforme de Las Encinas por la esquina en la que habíamos quedado y me saludó con dos besos.

Tenía el pelo rubio suelto y se había maquillado como normalmente lo hacía, con sombra de ojos azul celeste y purpurina, y una línea de gato que solo hacía resaltar más sus facetas felinas en el rostro. Su nariz respingona se arrugó al mismo tiempo que mostraba una pequeña sonrisa.

—Bueno, ¿y cómo que estás sola todo el día? ¿Y tus padres? —me preguntó.

—En el norte. Vivo con mi tía, pero trabaja mucho, así que es lo que me queda.

Ella asintió.

—¿Has desayunado ya o quieres que vayamos a algún lado?

Me miró directamente a los ojos y yo la imité. Teníamos el mismo color de ojos, solo que su verde se notaba más por la luz que se reflejaba en ellos. Carla se relamió los labios y esperó pacientemente mi respuesta.

—Podemos desayunar en el instituto, si quieres. La cafetería es un lujo —murmuré, y ella asintió.

—Tienes toda la razón.

Caminamos hacia Las Encinas, sin decir palabra, aunque notaba que Carla estaba más relajada que cuando hablábamos por teléfono, y quería saber por qué, aunque estaba claro que era por lo de Christian.

Yo era un poco más alta que ella, así que cuando me miró (una de las veces que lo hizo) tuvo que alzar la cabeza un poco.

—¿Estás bien? —le pregunté, y la cogió desprevenida.

𝐂𝐇𝐀𝐌𝐄𝐋𝐄𝐎𝐍 | ÉLITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora