Cap 9. Eclipse de Luna

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Estoy demasiado intranquilo. Me he dado mil vueltas por la sala del Dr. Akiyama y aún no puedo calmarme. Lo sé, algo se avecina, y será pronto, demasiado pronto. Todo mi cuerpo lo detecta, siento como se me eriza el vello de la nuca y el escalofrío que recorre mi columna es más intenso que nunca.

Serena... Su nombre sale de mis labios sabiendo que es ella la que está peligro.

La luna eclipsada, la luna azul cubierta de sangre... esa voz que me dice que nuestro destino no existe, que ya no hay pasado ni futuro para nosotros...

Todo eso aparece en mis recuerdos y cuando miro el reloj este se detiene y empieza a contar los segundos hacia atrás, causándome un mareo. Me tomo la cabeza, a la vez que abro mis ojos de la impresión, viendo como el piso se abre y se traga la imagen del Milenio de Plata que se había formado sobre la pared.

<Ya nada existe. No eres nadie para ella. Hoy te olvidará para siempre>.

—No... —susurro, extendiendo mi mano hacia el vacío, esperando recuperar algo de mi pasado junto a Serenity.

De pronto, todo desaparece y el reloj está una vez más en la pared intacta, sin embargo, nada parece que terminará ahí, pues los segundos ahora empiezan a avanzar cada vez más rápido, hasta que veo Tokio de Cristal, el que empieza a desmoronarse en mil pedazos, dejando solo ruina y destrucción en mi visión.

El corazón me duele y la cabeza me da mil vueltas, sabiendo que esto ya no es una simple pesadilla, no, esto sucederá y más encima será hoy mismo.

<Ya no existe el futuro a su lado. Tu destino será borrado hoy para siempre>, sentencia con decisión.

—No... espera... no puede ser así. ¡¿Quién eres?! ¡¿Por qué haces esto?! ¿Por qué? —pregunto al aire como un loco, sabiendo que no habrá respuesta para mi.

La angustia es tan grande que empiezo a sentir que me falta el aire y caigo de rodillas al suelo. Me sacudo el cabello, aprieto mi pecho y respiro aceleradamente, llevado por la desesperación. Tengo que hacer algo ahora, no puedo esperar.

No me importa que el Dr. Akiyama me haya pedido que revisara esos exámenes con Lynette, nada es más importante ahora que Serena. Pero, cuando decido levantarme, siento que alguien toca mi hombro, lo que me hace pegar un pequeño salto de la impresión.

—Darien... te estaba llamando. Me tienes preocupada —me dice Lynette, mirándome con seriedad—. Entré a la sala y te vi en el suelo. ¿Qué esta sucediendo?
—Yo... nada... solo son preocupaciones mías —le respondo lo más suave que puedo para no hacerla sentir mal—. Perdón si te asusté.
—Puedes confiar en mi, si necesitas ayuda.
—Lo siento, Lynette, pero en este caso solo yo puedo hacer algo. Gracias de todas formas.

Intento ponerme de pie, pero aún la cabeza me da vueltas. Las piernas me tiemblan y sin querer me voy encima de ella, que pierde el equilibrio debido a mi peso. Cae al piso de espaldas y quedo sobre su cuerpo apoyado en mis manos y rodillas, mirándola directo a sus ojos que se abren de asombro, mientras sus mejillas enrojecen furiosamente.

—Lynette...

Tardo en reaccionar, porque mi cabeza aún da vueltas. Ella gira su rostro demostrándome su incomodidad, pero de verdad no quería que sucediera algo así.

—Lo siento... —le digo, intentando apartarme, pero todo se detiene cuando ella habla.
—Serena...

No sé si la temperatura bajó a mi alrededor o solo yo me helé por completo al oír ese nombre saliendo de sus labios. Desvío mi vista hacia la puerta y ahí la veo de pie, con su cara decepcionada, imaginando quizás qué cosas que no son reales.

¿Y si nuestro destino no existe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora