Capítulo 24: VEINTITRÉS

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"Me faltó decirte que te admiro, que eres el ser humano más valiente que he conocido.

Even vuelve, que sin ti no soy."

De pequeño creía que si hacía las cosas bien, que si obedecía a mamá a la final iba a ser el hombre que siempre soñé: con una familia, un trabajo y un hogar. Ahora no tengo nada de esas tres, tal vez el trabajo lo logre conservar, pero el resto, lo que más atesore, lo que cuidaba con todo mi ser, me dejó solo. Siempre pensaba que si mi mamá estaba a mi lado, el resto iba por añadidura, que con ella era invencible y ahora todas mis armas se cayeron y no estoy bien.

La mañana llega sin avisar y me doy cuenta que no he dormido nada. Mis pensamientos no se callan, mi consciencia me sigue reclamando por no haber sido más cuidadoso y estoy cansado. Me paro con las últimas energías que tengo y me preparo para el trabajo. Si tengo suerte seguiré allá, si no, tengo que pelear a uñas y dientes por el puesto de profesor de música. Nunca pensé que dejar de trabajar en el hospital me iba a pesar, pero ahora que lo pienso, ayudar siempre me gustó, ocuparme tratando de darle la mano a alguien que necesita ha sido mi terapia frente a todo lo malo que me ha pasado durante mi vida.

Tengo miedo de bajar y encontrarla, no quiero confirmar con sus ojos lo que ya sé: que me odia. Bajo con una mochila y ni siquiera me molesto en comer algo, siento que las paredes me juzgan, que van a ir corriendo a avisarle que estoy abajo. Abro la puerta principal sin hacer el menor ruido posible y voy hacia mi carro. Siento que todo está en Mute y que lo único que se alcanza a escuchar son los gritos de reclamo de mi mente por ser como soy.

El sol está oculto bajo una espesa nube gris, los pájaros no han asomado en pleno verano como suelen hacerlo y ahora siento que el clima está siendo empático conmigo. Me rio ante eso, vaya que tonto. Sin embargo, el tráfico no coopera y veo que estoy yendo tarde. Los cláxones suenan hasta que dentro de unos veinte minutos más puedo llegar al estacionamiento del hospital. Debo admitir que tengo miedo de entrar y encontrarme a Cami y que me diga que ya no puedo ni pisar el lugar. Aspiro una gran bocanada de aire y camino tratando de lucir como si nada hubiera pasado ayer, y sin embargo, lo que encuentro a la entrada es a Joaquín sentado en la sala de emergencias, en el lugar en el que siempre paso mi jornada de trabajo.

Al notarme, se levanta del asiento y veo su semblante lleno de preocupación. No sé cómo estoy yo, pero al verme a los ojos, su frente se arruga y me pregunta:

-¿Estás bien?-

Sé qué hace referencia en realidad a cómo me levanté hoy y no a lo que acaba de suceder a penas unas 15 horas atrás.

-Estoy perfecto.

Finjo la sonrisa más grande que puedo hacer y me dirijo a la sala del personal. Si alguien ahora me dijera que describa lo que siento por él diría que solo hay confusión. Tengo la necesidad de demostrarle que no pasó nada y que soy fuerte.

Joaquin me sigue todo el camino y cierra la puerta detrás de él cuando los dos entramos a la sala.

-No tienes que hacerte el fuerte conmigo. Estoy para ti.- se acerca con cuidado, como si fuera un niño de porcelana, frágil. Y en vez de sentir su apoyo, siento su pena y me hace enojar.

Me aparto de sus brazos que están queriendo abrazarme y le doy la espalda.

-Joaquín...- hablo con toda la paciencia que puedo tener-estoy bien. No necesito que me trates como un bebé, ni que me digas que me entiendes, ni que me abraces, ni absolutamente nada.

Lo último lo grito, harto de ver sus ojos de pena, cómo si el estar aquí fuera por caridad.

-Emilio, yo solo qui-.

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⏰ Última actualización: Sep 19, 2019 ⏰

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Mi respuesta siempre va a ser un sí, contigo.- (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora