Capítulo 4

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El origen de los dragones de agua y fuego

"Somos tan insignificantes como un grano de arena y tan densos y bastos como el mismo espacio. "

Año cero

Había nacido el salvador del mundo. Aquel que dicen que limpiará el mundo de todos los pecados. Quien hará que la humanidad tenga una oportunidad de ser alguien mejor después de la muerte. Ya hay una esperanza, para aquellos que de verdad fueron buenos en vida, y no llegar a un vasto desierto congelado, en una amplia nada.

Aquellos antiguos seguidores de Dios, Abraham, Moises, José... Nunca tuvieron la necesidad de pasar por el purgatorio. Ellos entraron directamente por las puertas del cielo, rodeadas de todas las clases de ángeles existentes: curanderos, guerreros, mensajeros, algunos solo eran niños pequeños, otros sabios. Ellos nunca fueron puestos en un juicio, pasaron todas las pruebas puestas directamente por Él, pero ¿qué hay de aquellos, a quienes la justicia no le satisfacía? ¿Era acaso malo cuestionarse si tomar la justicia por mano propia y no esperar a que alguien más hiciera algo?

Todo el resto de mortales, no fieles a un Dios, eran juzgados, tanto en vida como después de esta. Se creían muchas versiones, había un lugar de paz, donde podrían descansar tranquilos. Otros decían que no había nada más que un páramo desértico, con nada más que caminos llenos de arena, sin un destino final, solo un vago desierto eterno y frío. También estaban las historias para los malos, aquellos que cometieron un sin fin de crímenes, blasfemaron, mataron o causaron dolor.

Este lugar, en cambio, era el mismo infierno, rodeado de caminos de tortura y sufrimiento, donde se sentía la agonía que dejaron en otras personas, donde se vivía todos los días un martirio, donde solo había tortura por cada una de tus faltas, donde estabas rodeado de fuego eterno y cada uno de los pisos de ese profundo abismo era regido por un demonio de mayor poder, y donde cada persona pagaba sus penas de distintas maneras.

Cada una de las historias tiene algo de cierto, pero hay muchas historias que pierden algunas partes a lo largo del tiempo, es aquí donde entramos nosotros. Somos los hijos de una de las cuatro bestias que guardaban esas cuatro dimensiones: cielo, infierno, inframundo y la Tierra, y esta es nuestra historia.

Era el año cero. Los humanos creían conocer, por medio de sus tradiciones, todo lo que controlaba el mundo y sus reglas. Como ustedes saben, los humanos siempre han necesitado algo que adorar y temer al mismo tiempo. Dioses paganos a los cuales venerar, distintas culturas, pero al fin y al cabo los mismos cánticos y ritos a los mismos seres vestidos con diferente atuendo. Sin darse cuenta, a través de su historia, los humanos han dado energía a seres más allá de su comprensión, y han traspasado sus vibraciones a lugares que rigen su dimensión.

Mi padre, Drogarus. El supremo dragón gris de los antihéroes. Fue aquel que veía el mundo como un sitio bastante curioso desde su guarida en el inframundo. Veía a los humanos y demás criaturas como seres inferiores, que realmente se engañaban entre unos a otros, sufrían por cosas tan simples y complejas al mismo tiempo como el amor, como los seres queridos, como tener a veces un retorcido sentido de justicia propia cuando no pasaba lo que querían, como jugaban a ser dioses aún sin realmente tener el control de nada, solo desatando caos por donde pasaban.

En algunas ocasiones, le era divertido observar cómo algunas personas solas estaban mejor, en paz consigo mismas y con lo que les rodeaba. Como también, le daba curiosidad ver como algunos tenían la necesidad de tener una familia y seguir una costumbre para rezarle a más dioses. Nunca entendió el porqué, al menos en esas épocas, los humanos dependían de alguien más para controlar su destino, aunque estuviera totalmente lejos, o incluso a veces, parecía incluso ausente o sordo ante tantos ruegos y plegarias.

The World Begins With You: Limbo's GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora