Un niño enamorado

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Tengo dieciocho años, pero mi edad es impredecible para cualquier ciego.

Soy ese muchacho con sueños y metas por delante, que juega a ser niño, aun así, donde todos los de mi edad quieren parecer lo más adultos posibles.

Aun sueño con salvar al mundo, sin guerras, solamente salvarlo.

Aun juego a lo que quiero ser de grande. Escribo poesías; porque este niño quiere ser poeta.

Todavía pregunto por cada cosa que me dé curiosidad en la calle — no importa que sea, siempre pregunto — a la persona que va caminando conmigo.

Todos piensan que estoy loco cuando lo hago, ella también lo piensa, pero, a nadie le gusta, a ella si — dice que le causa ternura —, me regala una sonrisa y me acaricia cerca de la barbilla. Si, como mi madre me acariciaba cuando tenía siete años, creo que por eso es la niña que me tiene enamorado.

Somos muy diferentes, pero por alguna razón, somos extremadamente compatibles.

Ella puede jugar conmigo a ser adultos.

Ella puede sentarse conmigo en el parque a leer poemas, puede recomendarme un libro nuevo, puede leer lo que escribo sin llamarme loco.

Ella es la razón por la cual sigo siendo un niño, y no un adolescente tirado en su cuarto, escuchando música pesada, bebiendo alcohol, maldiciendo al mundo y amando la soledad. Por ella, soy un niño lleno de energía cada día.

Ella es la razón por la cual escribo estas líneas.

Ella es la razón por la cual en un niño se pueden despertar los deseos más adultos de lo que puedas imaginar.

Ella es la razón por la cual no me he vuelto loco. O bueno... la razón por la cual no me he vuelto loco por lo malo, por lo que me hace daño, y me volví loco por ella, que es extremadamente buena, y locamente mía.

Ella es la razón por la cual terminé hablando de ella, cuando había empezado hablando de mí.

FUEGO Y ESTRELLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora