4-Alarido de silencios

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                                                                                      Alex

Comprobé la conexión

y me dijo que no estabas.


Mi grito debió haber alertado a Adán, que abre la puerta de par en par frotándose los ojos. El pelo revuelto lo tiene enmarañado y el pijama azul lo protege del frío que se quiere instalar lentamente en el exterior.

No dice nada. Camina hasta mi cama y me aparto con el enojo queriendo escupir que no lo necesitaba. Que estaba bien.

Que las pesadillas son parte de mis sueños ahora y no podía sosegarlo.

En cambio, callo. Arrastra las sábanas hasta que se cubre y se da la vuelta, tirando de mi cuerpo hacia el respaldo de la cama porque su culo me empuja. Prendo el velador lateral de la habitación de huéspedes y comprimo el impulso de marcar su número.

No va responderte.

No hay del otro lado , no hay  sonrisas forzadas compuestas por todo, no hay  risas como  cuando nos empujábamos cuando jugábamos a las carreras; ni gritos por los karaokes inventados con versos que se le ocurrían de golpe.

Agarro la libreta e intenté esbozar algo. Hacer, reaccionar; deslizar la omnipotencia que desmiembra sus antepenúltimas palabras, hipnotizando mi mundo, guiñándole a la ilusión.

—El concurso no empieza hasta dentro de tres horas ¿Luzco nerviosa?

—Te has trabado siete veces en cinco minutos, tú puedes.

—La combinación es para la impresión.

—Ponte un sombrero de zanahorias que ligaste para Halloween hace tres años y te votarán seguro.

—Lo dices porque me quieres.

Tus sueños se vuelven valientes y desperezan los miedos . Un conjunto no cambiará eso.

Sonríe y aplaude inventándose una ovación alrededor.

—Las canciones les encantarán. 

—Doy fe en ello. Nunca dejes de escribir. Si es estás frágil, suavemente invade, apuesta tu futuro, que yo te esperaré ahí.

—Escribiré sobre un hermano que se hace el bueno para colgarse de mi fama.

Me reí. 

—Solo quería una foto, ¡no llames a tu guardia!- bromeo, y logro que sus nervios se olviden. 


Las lágrimas silenciosas quieren sellar mis mejillas, pero las retengo queriendo que sigan allí.

Intactas.

El peso de las noches llega con su presencia pero solo, en esta madrugada, la luna es testigo de mi arrebato al lanzarme a los brazos de la memoria. Los árboles, decisivos. Fuertes a la merced del viento. Tomo la hoja de la libreta y la arrugo.

Perdón Maddie.

La hoja crujo bajo mis dedos

Lo siento mucho.

Pedazo a pedazo.

Lo siento

Lo siento

El corazón tamboreando en mis oídos, el olor a quemado,oxidado;el borde del papel filando mis yemas desaparece en pequeños puntos  sobre la cama.

Sin tinta.

Vacío.

No puedo. Me dejo caer en el respaldo de la cama y suspiro. La noche está tranquila pero en mi pecho se despliega un desierto. 

Me acomodo e intento dormir,con las palabras atoradas queriendo bullir de mis venas y una helada frágil queriendo protegerme del ardor de mi pecho.

El ronquido cae como cortina evitando que ,con mí oxígeno,  se propague el humo de mis miedos. 

Lo codeo

mmm...
—¿Tanto ruido para dormir?
Estoy soñando con vos.Está interesante la cuestión.
¿Viste mí pie?
Si
Me achico para impulsarme y lo tiro.
El ruidoso quedó inmóvil, con la mitad del cuerpo dentro de la cama, y la otra afuera.  

¿Que te he hecho?aúlla espabilándose.

Un musical con tu respiración te armaste.

Se estiró sonando los huesos de su espalda.Detalló en la nieve proveniente del árbol,aún en esa posición.
   ¿Has ido?

    —No

   ¿Planeabas?

   Tampoco.

   ¿Dónde estuviste hoy?

   ¿Es un interrogatorio?

   Se irgue volviéndose a la cama. Aplasta el almohadón para tirarlo a mi cara.
    ¿Qué te pasa?

   Desapareces todo el día,te veo solo en el trabajo y te depilas las cejas sin mí.

   —No me he tocado nada Adán¿Qué se te ocurre?.

Ya veo venir su sermón. 

        Te estás dañando. Escúchame Déjame ayudarte. 

    —Es tarde.

Manipulo su paciencia,la patada de vuelta me lo confirma.Apago la bombilla.Él tira el acolchado en señal que va a interceptarme luego, me deja saber que no se rinde. 

El incendio no se apaga, y la hoja queda en el suelo, sin nada qué decir. 

Las estaciones susurran tu nombre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora