5-Encuentro permeable de monstruos

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Maia

¿Cuánto duermes cuando no sueñas?

El malestar valiente se aprendió a mi como garrapata tras el ahogo emocional de la anterior noche. Me estiré en la cama como si me estuviesen jalando desde mis pies y brazos. La pared cutre fue la única esperanza que me hizo levantarme. El fulgor de la mañana incidió en mi cara, extenuó mi descuido en cerrar las cortinas; obstaculicé con mi brazo sobre mi frente la entrada del día en mi piel y me levanté. Lancé un bostezo. Fruncí mi nariz ,constipada, producto del flujo del llanto de la madrugada ,sintiendo que mis ojos pesaban más que mi cuerpo.

¿A caso me eché bolsas en mis parpados cuando estaba sonámbula?

¿Cuándo me quedé dormida?

Visualicé mi teléfono y me acerqué para ver la hora. Las nueve de la mañana y ya tenía tres mensajes. Dos de Adán que no tecleé anteriormente y uno de Julia desde hace tres horas.

Tendría que recordarles que su horario es el mismo que el mío. No hay diferencia, sino me despertaría a su antojo.

Rubio:

"¿Cuándo llegas?

Tienes que decirme así pongo la alarma para irte a buscar."


Mis labios se curvan levemente, vacilantes. Tenía razón. Este chico no conoce la palabra tiempo.

Mi amigo desplazaba la puntualidad como carne en plato de un vegetariano.

"Ahora"

Respondí con una carita avergonzada...y agregué:

"Pásame la dirección que voy para allá."

Eso, actúa con normalidad.

No quería afirmar que no estaba para enfrentar las dudas de nadie en estos momentos, pero sé que si desaparecí completamente iban a intuir que algo pasaba y no quería eso. 

Leí el otro mensaje:

Julia:

"He comprado un pabellón mediano para el jardín, cuando lo coloquen te mando foto. Ténlo en cuenta. Cuando quieras guardar lo que sea que cargues. Sabes dónde podemos hacerlo florecer."

Esa es mi amiga dándome su apoyo con términos ecológicos.

Estoy segura que la flor se ha marchitado, pero me abstuve a responder algo que la haga indagar más. Le respondí con una cara tirándole un beso mientras que adjuntaba la dirección que me llegó de mi amigo.

Llamé a papá para que se quedara tranquilo.

¿Te quedas en su casa? ¿te mando dinero? 

¡Soy grande! Tengo lo mío.

Aunque ese mio sonaba más a un suyo. 

Somos tus padres. Nos vamos a preocupar siempre 

Un silencio incomodo se instaló cuando no contesté.

 Dejé que cambiara de tema, que se volcara en los malestares de su empleo y en cómo su jefe había empezado a usar una peluca, siendo pelado. Como si eso fuera a sacar la imagen de él igualito a una  pelota de bolos. Bromeé con que en algún futuro él haría lo mismo,ocultaria su edad para sociabilizar. La conversación ya no le gustó tanto. Me dijo que mamá mandaba saludos (seguro que no) y me deseó un buen día de descanso.

Las estaciones susurran tu nombre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora