Maia
¿Somos capaces de abandonarnos?
Quería decir que no.
Sin embargo, me encontraba en una estación de tren fantasma, mirando el punto lejano que me devolvía la mirada, pero nada salía de allí.
No estaba segura qué quería que saliera de ahí.
La línea recta se había transformado en una espera vertical. No comprendía como el suelo se abría cayéndome en el proceso.
—Vete. —mi hermano sale de la puerta. Graniza dentro mio.¿Ha escuchado? —Si no puedes estar aquí. Vete
—¿Por qué? —mi voz ,un suspiro atorado en estas cuatro paredes.
Se acerca y toma mi mano. Su rostro está contorsionado en una mueca de dolor—. Si nada te retiene aquí—señala su pecho —no vale la pena la guerra que empezara aquí— señala su cabeza.
Desequilibrada tomé todas las pertenecías avilés que me alumbraron como necesarias.
—No pensé que tu llegarías al punto de hacerlo. —dice mirándome, pero no lo hace realmente. Como si me mirara a través de una sábana transparente —Tú lo haces todo el tiempo. Quise decirle. Mi voz se congeló en medio de su descenso. —Sabría que las razones que te impulsen hacerlo no iban a ser por voluntad propia. Tú siempre te quedas Maia. Siempre lo haces.
El lienzo blanco de mi mente fue reviviendo a la normalidad tras sentir como un olor fuerte en mi nariz me traía al mapa de los vivos, y un vaso de agua tocó mis labios, me lo bebí de un tirón.
Me había desmayado.
Nana había hecho la comida horneable para nosotros y lo trajo a mi departamento al rato.
El aroma de la sopa de verduras retorció mi estómago. Comí la mitad del plato y mi panza se negó a recibir más que eso. Luego de preguntas de si quería repetir el plato, afirmé mi satisfacción con la cabeza con la excusa de que ya estaba llena por la falta de sueño.
Nos quedamos poniéndonos al día con banalidades.No querian dejarme sola.
Adán pasó al baño antes de retirarse a su casa. Iba a tardar media hora y volveria, no se cansó de decirmelo.
La ayudé a Nana a juntar los platos mientras que ellas los lavaba, pero hizo que lo haga todo sentada, asi no me esforzaba mucho. Se secó las manos con un trapo cuando impuso. —: ¿Cuál es el porcentaje por el cual no quieres que Adán se entere de tu ataque de pánico? —me dijo de repente, aprovechando que el rubio sufría en mi bidé,y me dejó en un estado de dudas.
Agaché la cabeza como si me hubiese levantado la voz, pero no lo hizo. Es mi mente la que no paraba. La señora del avión se lo había comentado, al final si había desvelado mi desborde. Apuré mi respuesta
— Cien por ciento...Lo siento—susurré, pero ella logró escucharlo.
Nana si fuera un animal, sería un Halcón, con su agilidad depredadora suprema, con sus ojos desafiantes; pero con un instinto de protección nata.
—Cariño, ¿sabes que estoy aquí? ¿No? ¿Mi hijo y yo? Nunca nos alejamos de ti de esa forma. —Lo sé. Pero yo si lo he hecho. —Sigues siendo mi niña.
Palidecí inmediatamente, la emoción lo dominó todo.
Su mirada cargada de afecto quebró las garras de mi pecho animándolas a soltarme por un instante. —No soy una niña ya Nana, he crecido. No tienes que cuidar de mí. No soy esa chica. Soy su recorte. —atiné, sin poder evitar hacerme pequeña.
Inclinó la cabeza en desacuerdo.
—Cariño, la vida es el viaje mismo, y a su vez, la cúspide de la montaña. Vamos tomando camino;subiendo,creciendo. No hay manera de detenerlo. Simplemente sucede y no puedes retroceder. Por eso tomamos otra alternativa;viajamos a través de los recuerdos. Aquellos que nos llevan a los lugares que deshabitamos, que extrañamos. Los recuerdos no son más que una vía de escape ante una inevitable caída sin paracaídas. —dijo, tomando mis manos.—Nadie es en su total lo que fue, siempre hay semillas que hemos plantado hoy. Otro momento que nos aleja de lo que fuimos. Y yo noto que estás agazapada, que tienes el rastro de una niña por ahí.
—No todos los recuerdos desprenden calidez.
—Lo sé, pero, ¿Acaso todas las lágrimas solo significan tristeza? —sobó mis brazos con una sonrisa. —Distráete. Mañana esta vieja de aquí no podrá renovar todo un salón así que estás obligada a aparecer o Adán se pondrá mal si se entera que estás alterada.
—En mi pueblo y, mundialmente, eso es chantaje.
—Las canas no son porque sea santa, niña.
—Hectáreas de astucia ¿Verdad? —le dije a mi soledad que tendría que aguantar unas horas más para derrumbarse. Incapaz de ahogarme frente a una palmera de cariño. —no es lo que...
—No me mientas, no hace falta. Si te es imposible decirlo, no lo hagas; no tienes porqué sacarlo si aun lo quieres mantener para ti. Te doy la libertad de venir a las diez. No tan temprano. Qué buena soy.
Su mano acarició mi pelo y me dió un beso en el frente justo al tiempo que entró al rubio
—¿Reunión sin mí? —se tiró cual foca arriba nuestro.
Disimulé mis ojos vidriosos y los achiné como si fueran de la risa.
Adán se enteró que iba a participar en la decoración del bar y se alegró. Charlamos un poco más, y los acompañé hasta la puerta.
—Estaré fijandome en tu horario. El bar no se va a re modelar solo. —aclaró con voz alcantarina, dejándome sin salida.
Asentí y me despidí con la mano.
—Abuso de poder es eso, señora entrometida. —manifestó Adán al cerrarse las puertas del ascensor que pidió.
Empujé la puerta y me deslicé en ella hasta quedar con la mirada fija en mi nuevo aseo temporal.
Desparramada, resoplé o rugí. No lo diferencie.
Con una promesa silenciosa que regó mis labios:
Necesito salir de este sentimiento.
Al menos quiero intentarlo.
Se lo debía a las personas que quería.
Le quería contar a papá al menos, pero suelen preocuparse demasiado. Cuando era chica me caí de la hamaca y me tuvieron una semana encerrada por precaución. Si les contara...
En cambio, mi rubio me sostenía desde lejos y cuánto lo extrañaba.Habíamos sido inquebrantables, tiró de la puerta cuando tuve que arrancarme el último diente de leche.Investigamos la razón por la que a él le gustaban los chicos y a mi los chicos. No nos gustó las razones de internet que nos asustaba y terminamos por darlo por válido.La única promesa era no querer al mismo que nos llamaba la atención.Montamos la primera bicicleta con dos asientos, plantamos una semilla de zanahoria y terminó creciendo una papa— él fue a comprar el producto—, y más tarde se sumaría Julia, con su firmeza del mantenimiento del planeta, la vida de los animales y los cuentos infantiles de zombies.
Tres dinamitas hechas de diferentes calibres que funcionaban. Hasta que el grupo se convirtió en cuatro.
Samuel
¿Cómo pudimos destrozarnos tanto?
Mordí mis labios con el sabor estancado.
Debía volver a sonreír por aquellos que me rodeaban.
Acercarme de nuevo a una versión antigua mía.
Jamás me imaginé, que de camino,conocería a alguien que sabría como leer con los ojos cerrados.
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Las estaciones susurran tu nombre.
RomanceCoincidieron en un lugar y espacio. Sin ansias y esperas. Se encontraron vagando;perdidos; en un andar casi lento. Ella con su timidez escondía los fragmentos que intentaba unir en su intento de entenderse. Él con su optimismo y sonrisas retratad...