Maia
¿Se puede hacer una lista de una lista?
Hay tres cosas que tenía claro cuando era adolescente. Una de ellas era que en el futuro quería ser independiente. ¿Podría considerarse ser libre cuando conviviste con alguien? Había trazado un mapa mental de los muebles que me gustaría comprar, el lugar exacto en donde quería vivir y las rutinas que seguro quería hacer. Planear cada pulgada de mi futuro me hacía sentir que estaba preparada para aquello. No sé si fue mi manera de evitar caer en el lugar donde me encontraba, pero me gustaba organizarme. Como si de algún modo, también ejercía ese mismo método en mis pensamientos de camino. Habilidad que creo haber perdido.
Segundo, desde que tengo memoria quise ser enfermera. Está bien, parece que no hay nada interesante para escarbar allí, pero eso no es cierto. La atención es algo que todos necesitamos, ósea en menor o mayor medida. Un gesto, una palabra, un abrazo. Un detalle que te hace sentir acompañado o aislado, y mi profesión me daba la posibilidad de asistir a quienes se han quedado sin herramientas para hacerlos por sí mismos.
Y tercero, no ser lastimada por ningún hombre. Y en eso no quería profundizar.
Efectivamente, todo es más nítido cuando la situación se palpa superficialmente. Con esmero he conseguido una de ellas: Una plaza asegurada de residente en un hospital prestigioso cerca de la playa, en un sobre en el cajón de mi casa en Miami que no he abierto.
¿Para qué hacerlo?
Renuncié.
Sí, mis planes anteriores fueron derribados como las fichas del dominó. Uno por uno, riéndose de mí, derribándose y las demás sumisas respondieron ante ese impulso.
Moví mi cabeza al compás de una canción lenta y solté un bufido cuando mis manos no desataron el embrollo de las pequeñas luces que no eran simpatías conmigo y no se declinaban a deshilarse.
El gran salón era un caos. Las sillas nuevas estaban desparramadas sobre y rodeando la barra. Las antiguas las puso en el galpón de atrás donde guardan la basura. Los sillones llegaban al día siguiente lo que facilitó que podíamos ir desechando lo que ya no era útil.
A las diez y cinco de la mañana la campanita le anunció a Nana que mi esclavitud había empezado.
Nana me comentó que un amigo del rubio iba a venir a ayudar. Por un lado, podíamos terminar más temprano, por otro, me ponía nerviosa la idea de un chico que no conozco estuviera cerca mío.
Mis pies se trastabillaron, pero mantuve el equilibrio. La única pared sobrepuesta es la que está apoyado el escenario y debido a mi altura tuve que poner un banco para poder colgarlas de lado a lado.
Estúpidas luces de navidad que se flexionan cada vez que saco un nudo, para enredarse en otras áreas.
No ofendas a la navidad con tu inutilidad, Maia
Pero las pequeñas lamparitas se fundían en una y no definía una abertura para desarmarlas. Como estaba a medio poner en mi intento de agarrar el único extremo que clavé en la pared, una de mis piernas quedó en el aire y la que me sostuvo resbaló con la tela de la silla haciendo que tropezara y cayera de culo con el laberinto colorido apagado cargándose encima de mi cuerpo.
Me quejé y abrí mis ojos que había cerrado por el impacto.
El problema de estar herido es que lo sientes en todas partes, hasta donde no te has golpeado.
Y ya no hablo de mi derrumbe patético de ahora.
No llores, a todo el mundo lo noquea ser demasiado bajita para colgar entusiasmo en la sala.
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Las estaciones susurran tu nombre.
RomanceCoincidieron en un lugar y espacio. Sin ansias y esperas. Se encontraron vagando;perdidos; en un andar casi lento. Ella con su timidez escondía los fragmentos que intentaba unir en su intento de entenderse. Él con su optimismo y sonrisas retratad...