III

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La señora Park observó con especial atención como su hijo enrollaba los fideos de su plato en su tenedor y se los llevaba a la boca en completo silencio. Era curioso que apenas unos días atrás nadie pudiera hacerlo bajar a comer con la familia y que justo en ese momento se encontrara tranquilo sin importarle que fuera precisamente el platillo que tanto odiaba. Ni siquiera parecía notar el sabor de la salsa porque su rostro lucía estoico mientras masticaba. Algo sorprendida, decidió probarlo con una mentirilla piadosa.


—Hijo, la vecina me habló esta mañana, quiere que vayas a ayudarla con su perro, ya ves que ya está muy vieja como para pasear a semejante danés.


El chico alzó la mirada de su plato y la observó por unos instantes como procesando lo que acababa de escuchar. La señora Park se esperó cualquier cosa, una negativa rotunda, una risa sardónica o una mala palabra, pero en su lugar obtuvo un simple asentimiento.


—Iré esta noche.


La mujer sonrió más para sí misma que para alguien más y se felicitó internamente por haber escuchado el consejo de los Jung y haber contratado los servicios del profesor Min. En un principio le había parecido increíble que alguien pudiera domar a su hijo, pero verlo estar en completa calma la hacía entender que había hecho lo correcto.


—Ya que irás esta noche, ¿podrías pasar a comprar la leche?

—No tengo todo tu tiempo, mujer—el joven se levantó de golpe y se llevó sus platos para dejarlos en el fregadero.


La señora Park suspiró mientras veía como su retoño subía hacia su habitación y pensó que quizá debía de pagar más sesiones con el profesor Min. Sí, lo mejor sería llamarlo esa misma tarde y doblar las clases.


Mientras, Jimin entró a su cuarto con la mente casi en blanco, todo lo que le había preocupado semanas atrás se había esfumado, todo el coraje acumulado hacia sus padres también, ni siquiera podía escuchar música; todos sus pensamientos habían ido a parar en una única cosa o, mejor dicho, en una persona: Min Yoongi.


El día anterior le había ocurrido la cosa más extraña, perturbadora y excitante de toda su miserable vida. Había sido nalgueado por su profesor de buenos modales cual niño travieso. Tres manotazos que, en lugar de hacerlo rabiar, le habían enviado toda su sangre directamente al pene y que lo habían dejado con las piernas temblando.


Y si no pudiera la situación ser más humillante, el maldito, pero atractivo sujeto lo había apartado con suavidad y con una sonrisa lo había despachado con un sencillo: "Hasta mañana". Jimin no podía estar más frustrado que eso, ¿quién mierda se creía que era para dejarlo así? Aunque, si lo analizaba un poco, no era como si supiera qué era lo que le molestaba tanto.


Ya sin querer profundizar en sus deseos reprimidos—porque eso no era algo que soliera hacer y no pensaba empezar—, decidió que lo mejor era terminar de leer el mentado libro que le había dado y se obligó a sí mismo a aprenderse cada párrafo ahí escrito para demostrarle al señor Min que podía ser algo más que un simple "chico problema", pero por supuesto, no era en absoluto querer complacerlo. No, eso jamás.

Disciplina © [Yoonmin]Where stories live. Discover now