XIV

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Jimin decidió llegar en tren a la ciudad de su hermano porque le encantaba mirar el escenario de afuera. Además, nunca había sido de tomar aviones, le causaban ansiedad. En especial porque todo le parecía muy lejano desde arriba y él ya tenía bastante de eso. La realidad no era que les temiera a las alturas, le temía a caer. Había aprendido que cuando se está hasta lo más alto, el tropezón es más doloroso, tal como le había pasado con el señor Min.

La estación no era distinta a muchas otras, con sus largas vías y con la gente corriendo, Jimin pensó que de caerse en ellas el caos sería desesperante, pero nada trascendental. Las grandes ciudades eran así, con el bullicio de siempre y sin nada que sobresaliera realmente. Tal vez por eso se sentía tan a gusto estando en ese ambiente gris. Si nadie lo notaba no era por ser aburrido o porque no lo quisieran, sino porque era un dígito más dentro de las estadísticas.

Suspiró cansado cuando vio a su hermano acercarse a pasos apresurados. Por fin terminaría la tortura de estar consigo mismo a solas, no le gustaba nada que sus depresivos pensamientos lo agobiaran de un momento a otro, le parecía humillante. Para él era patético sufrir por amor, pero lo era aún más que se sintiera tan solo por culpa de sus padres. Ya se lo había dicho el señor Min, no tenía que depender emocionalmente de nadie.

—¿Tiene mucho que llegaste? —preguntó Namjoon cuando pudo llegar por fin. Su frente tenía un par de gotitas de sudor y su respiración era desordenada. Jimin lo examinó de pies a cabeza notando que su figura se veía incluso más varonil que la última vez que estuvieron juntos.

—Media hora—respondió el menor encogiéndose de hombros. Para alguien que no tenía mucho que hacer, perder treinta minutos no le parecía un pecado mortal—. ¿Cómo nos iremos?

—Umh... En vista de que sólo traes una mochila—dijo Namjoon cerciorándose de que no hubiera ninguna maleta—, ¿por qué no nos vamos en metro? Aunque podemos irnos en taxi, si estás muy cansado.

—Taxi. No tengo ánimos de mezclarme con tu gente.

—No es mi gente, yo sólo soy un foráneo más en esta ciudad, vayámonos—Namjoon sonrió y apretó el hombro derecho de su hermano, comenzando a caminar por los pasillos repletos de personas. Jimin lo siguió casi en silencio—. ¿Cómo está papá?

—Como siempre—el pelirrosado se acomodó la mochila y resopló—. ¿Por qué te pidió mamá que me llamaras?

—¿Crees que por eso te pedí que vinieras?

—¿Por qué otra cosa más? ¿Por qué me extrañabas? —preguntó el menor casi con un bufido. Namjoon sonrió y se detuvo para buscar un taxi disponible cuando salieron de la estación de trenes.

—Siempre tan perspicaz, lo cierto es que tienes razón en todo. Te extrañaba y, sí, mamá me pidió que te llamara para ver qué es lo que te ocurre. Cree que estás deprimido.

—¿Y de cuándo acá tanto interés por mí? No estoy haciendo ni una mierda— Jimin exhaló profundo. Se sentía raro al decir malas palabras abiertamente después de tanto tiempo de evitarlo. Se sentía libre, aunque no satisfecho.

—Eso es lo extraño en ti, ¿no crees? ¿Sigues fumando marihuana? —Namjoon levantó el brazo y sonrió cuando un vehículo gris se estacionó delante de ellos. Ninguno de los dos esperó y se introdujo al taxi tan pronto como el conductor los saludó. El mayor le dio indicaciones y se mantuvieron en silencio el resto del trayecto.

Cuando por fin llegaron a su destino y estuvieron adentro del departamento, Jimin se tomó la libertad de sentarse en el sillón de su hermano. No sabía si con él debía ser educado o sólo dejarse llevar como los hermanos que eran. La verdad era que de aquel rencor que le guardaba, ya no quedaba ni una pizca.

Disciplina © [Yoonmin]Where stories live. Discover now