XI

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—Buenas tardes, joven Park.

—Buenas tardes, señor Min—Jimin hizo cortésmente una reverencia cuando la puerta de la casa de su profesor se abrió. Su anfitrión lo recibió con una sonrisa ladina recargado en el umbral y sacudió su cabello húmedo para después dejarlo entrar, ambos moviéndose en un silencio cómplice.

La casa, como siempre, se veía pulcra y con nada fuera del lugar. El aroma a café recién hecho seguía ahí y una melodía ligera adornaba el ambiente. Lo único que variaba era la chamarra negra que Jimin había dejado colgada en el perchero un par de días atrás para los días fríos en los que no quisiera cargar de más. A simple vista, era un escenario hogareño, por lo que el pelirrosado se sentía cálido apenas ponía un piso en ella.

El profesor Min cerró la puerta con suavidad y se giró de inmediato hacia Jimin guiándolo hasta una pared donde lo estampó comiéndolo a besos. El menor se aferró a su camisa gris y gimió satisfecho cuando sus lenguas se rozaron.

—¿Me extrañaste, pequeño? —le preguntó alejándose de sus labios para pasarse a su cuello donde repartió besos necesitados y algunas pequeñas mordidas placenteras.

—Siempre, señor, yo lo necesitaba...—Jimin se tragó un gemido y abrió la boca cuando su profesor metió las manos bajo su playera para acariciarle los pezones. Al igual que otras veces, se calló las palabras vergonzosas de amor que últimamente había estado a punto de soltar.

—Ya quería verte, te ansiaba tanto...

Y como ya era costumbre, ambos se derritieron entre ellos antes de clases. Tuvieron sexo en la alfombra de la sala y pasaron media hora repartiéndose mimos no cariñosos. El señor Min parecía ser más suave, pero mantenía su postura dominante, sometiendo a Jimin bajo sus caricias posesivas y mandonas. No es que Jimin se quejara en absoluto. Procuraba ser un buen chico y así complacer a su profesor... Aunque la verdad era que comenzaba a hartarse de la rutina.

Él quería más.

Necesitaba hablar con su profesor para aclarar su situación porque desconocía el terreno en el que se encontraban. Ni siquiera podía decir que eran amigos ya que "amistad" no era precisamente lo que los unía; "amor" dolorosamente tampoco, pero Jimin fantaseaba con que así fuera. Estaba realmente jodido, enamorado y jodido. Nunca se había sentido tan inseguro como en ese momento de su vida, deseando algo que no se atrevía a pronunciar por miedo a perder lo poco que tenía.

—Estás distraído—el señor Min, quien se había mantenido acariciando con sus dedos todo el largo de la espalda de Jimin, se sentó recargándose en el sillón. Su rostro estaba genuinamente preocupado, pese al atisbo perezoso sobre sus ojos.

—Lo lamento, señor—el pelirrosa se levantó también y se movió para sentarse entre las piernas del mayor. Éste lo recibió sorprendido, pero no lo rechazó, muy por el contrario, lo acurrucó mejor y lo acunó como a un niño pequeño. Ambos completamente desnudos haciendo la escena todavía más íntima.

—¿Pasa algo? —preguntó quedito acariciando con sus labios la frente del chico. Jimin negó.

—Yo... yo sólo pensaba en la universidad, es que yo- yo debería estar estudiando.

—Oh sobre eso...—el mayor continuó besando a su alumno, bajando desde su frente hasta su oreja donde mordisqueó suavemente—No había querido decirte hasta estar seguro, pero creo que ya es un hecho.

— ¿Un hecho?

—Fui a la Academia de Danza que mencionaste la vez pasada, resultó que tengo un viejo amigo ahí y hablé con él sobre ti. Me tomé el atrevimiento de mostrarle el demo que me enviaste y quedó fascinado.

Disciplina © [Yoonmin]Where stories live. Discover now