XIII

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La señora Park no podía explicar la deplorable actitud que su hijo menor tenía en los últimos días. Por mucho que lo mirara, tratando de descifrar las razones que seguro lo atormentaban y lo llevaban a actuar de esa forma tan peculiar, no lograba encontrar ninguna que le pareciera lo suficientemente convincente como para creer en ella. No importaba cuanto se esforzara para entender lo que le ocurría a su muchacho, simplemente nada daba resultados fructíferos; ni siquiera el haber llevado a Seokjin para que intentara platicar con él o haberlo chantajeado con comprarle la motocicleta que tanto quería. Simplemente, Jimin parecía haber muerto en vida. O si lo expresaba de otra forma, parecía que se había convertido en un robot que trabajaba en automático, encerrándose la mayor parte del tiempo en el que no estuviera trabajando.

Por supuesto, aunque ella estuviera consciente de que no era la mejor madre, deseaba con todo el corazón ayudarlo a salir de ese bache tan profundo en el que parecía haber caído. No quería repetir el mismo error que con su hijo mayor, quien, desesperado por algo que ella también desconocía, había huido con la firme idea de no regresar jamás. El único problema que veía, no obstante, era que, a diferencia de su hermano mayor, Jimin podría no convertir toda esa tristeza en ganas de estudiar, sino que, siendo tan inestable como lo era, podría cometer actos bárbaros con consecuencias imprudentes.

Por eso mismo, había decidido, después de una larga charla con su esposo, que se valdría de todos los medios para tratar de ayudar a su pequeño y partió en el primer avión disponible hacia la ciudad donde su hijo mayor radicaba, llegando por la noche al departamento de Namjoon que, confuso por no saber de su visita, la recibió con un abrazo flojo.

—Bien, madre, ¿por qué este encuentro tan inesperado? Pudiste haber llamado— Namjoon seguía tan atractivo como su progenitora lo recordaba, con esa mirada firme que lo hacía parecer serio, pero con un par de hoyuelos en las mejillas que le daban el aspecto de alguien gentil.

Se encontraban sentados uno en frente del otro en la mesa pequeña que fungía como comedor. Ambos con tazas calientes de té Chai recién hecho.

—Lamento no haber llamado antes, es que me urgía venir a verte—dijo ella llevando la taza a su boca tras dedicarle una sonrisa tímida. La mirada de su hijo la hacía sentirse incómoda. Casi como si el chico no la quisiera ahí.

—Bueno, ¿qué es tan importante como para no hablarlo por teléfono? —dijo el joven con la voz cansada, tal vez por haber estudiado antes como lo sugerían los marcadores y los libros abiertos que estaban sobre el sillón verde a unos pasos de ellos.

—Es sobre tu hermano... Eso y que quería verte, ¿acaso no podía venir? —interrogó echando una mirada rápida al sitio para buscar indicios de que otra persona se alojaba con él, pero el aspecto del departamento indicaba que sólo una persona vivía ahí, pues en el perchero sólo estaban colgados un juego de llaves y una única bufanda. Además, en el lavabo - a simple vista pues la cocina, sala y comedor compartían el mismo espacio -, sólo se encontraba un plato sucio y una cuchara y en la alacena había simplemente una caja del cereal favorito de Namjoon.

—Por supuesto que puedes venir, es que fue realmente sorpresiva tu visita—respondió relajando su expresión—, pero dime, ¿qué pasa con Jimin? Acaso él... —Namjoon meditó por un momento sus palabras, sin saber si lo que iba a preguntar era conocimiento de su madre— ¿Está consumiendo... drogas?

—Creo que no, ya no lo ha hecho...

Namjoon asintió, no había previsto que ella supiera lo que su pequeño hermano hacía en sus tiempos libres, pero no le parecía tan raro. Era obvio que su madre había estado tan avergonzada del hecho que había decidido ocultárselo incluso a él. Era curioso que ella no supiera que Jimin se lo había revelado a él también dos años atrás, en un arranque de culpabilidad en el que le había prometido -aunque Namjoon supiera que no fuera verdad- no volver a hacerlo.

Disciplina © [Yoonmin]Where stories live. Discover now