La promesa

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Advertencia +18. Escenas explícitas.

Hipo estaba sentado en la cama con su hija Zephyr de casi dos años, que no tenía sueño. Así que Hipo le volvió a contar la historia de cómo conoció a Desdentao, y cómo los dragones llegaron a ser más que seres repudiados por los vikingos. Llegaron a ser parte de sus vidas, y todavía quedaba esa espina en sus corazones. Esa espina que tenían desde que los dragones se fueron al Mundo Oculto.

Zephyr estaba tumbada en su cama mirando a su padre asombrada. Le encantaba oír historias sobre los dragones. Esos seres a los que todavía no había podido ver de verdad, pero de los que escuchaba hablar en su día a día. Tanto a sus padres, como a los demás vikingos de Nueva Mema. Cada vez tenía más y más ganas de conocerlos y verlos. Aunque fuera por una vez.

Hipo estaba llegando a la parte final de la historia.

—Y entonces, le dije a Desdentao que podía irse. Y él dio la señal a la Furia Diurna y a los demás dragones para que se pusieran en marcha al Mundo Oculto. Él me miró una última vez, y-

Hipo enmudeció de pronto. Estaba conteniendo el nudo que siempre se formaba en su garganta cuando hablaba de Desdentao. Y sobretodo cuando tocaba esa parte.

Zephyr vio la expresión de su padre y cambió su expresión a una muy triste. Ella también quería llorar.

—Y, entonces le di permiso para que se fuera y nos despedimos con la mirada. Esa fue la última que lo vi a él y a los dragones. Desde entonces siempre lo recordaremos. Cada día, hasta que vayamos al Valhalla.

Hipo con la mirada ausente, derramó una lágrima. Zephyr sin aguantar mucho más, rompió en llanto. Hipo se sobresaltó al escuchar los llantos de su hija, y se acercó para abrazarla. Su hija siempre terminaba llorando y a él siempre se le encogía el corazón.

—Shhh. Está bien, no llores. Ellos están bien. Ahora viven en paz.

—D-Dedentao. Y-yo quielo velo.

Hipo se separó de ella, y le dedicó una mirada triste. Hace algún tiempo pensó en que algún día lo buscaría y lo volvería a ver. Tenía que verlo, aunque fuera sólo por una vez. Y también quería que Astrid volviera a ver a Tormenta. Y que su hija conociera a los dragones por los que tanto amor sentían.

—Algún día lo verás. Te lo prometo. Ahora a dormir.

Él se lo había prometido de verdad. Espera poder cumplirlo algún. Le dio un beso en la frente y la tapó con la manta. Ella se sorbió la nariz y cerró los ojos. Apagó la vela, y bajó a la planta de abajo para reunirse con su esposa.

Estaba sentada en el suelo, junto al fuego tapada con una manta, y tenía los ojos cerrados. ¿Se había quedado dormida?

Hipo se sentó a su lado y le pasó un brazo por encima del hombro. Ella se sobresaltó y abrió los ojos. Hipo la tranquilizó.

—Eh, tranquila. Soy yo. Estabas durmiendo.

Ella volvió a cerrar los ojos y se acurrucó junto a él, descansando la cabeza en su hombro.

—Me aburría esperándote. —dijo con voz adormilada.

—Lo siento, ya sabes cómo es nuestra hija.

—Sí, lo sé. No sé por qué siempre quiere que le cuentes la historia completa si luego se pone a llorar.

—Creo que es porque quiere oír cada parte dónde haya un dragón.

—Es igual que su padre.

Hipo sonrió. Pasó por su cabeza la promesa que le había hecho a su hija.

Juntos hasta el Valhalla (Hiccstrid)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora