Únete al pecado

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//Narrador//

—Osomatsu, ven a jugar conmigo— decía a voz coqueta un demonio de coletas y cabello castaño.
—Vete Totoko, estoy ocupado—
—No seas malo Osomatsu, estoy aburrida—
—¿Crees que me importa?—
—Eres el peor de los demonios, siempre tan malo conmigo—
—Gracias, me esfuerzo por correrte pero eres tan terca y estúpida que cuesta trabajo que te retires—
—¡Eres de lo peor!—
—Ya vete, te dije que estaba ocupado—
—¿Volveras a ese lugar tan ridículo?—
—Sí, ahora lárgate—
—¿Quién te crees para hablarme así?—
—¿Que quien? Ya olvidaste que soy tu jefe— dijo mirándola con inferencia y algo de desprecio.
—Maldito—
—Ahora largo de mi oficina, si me entero que entraste aquí en mi ausencia serás una desterrada al igual que tú amada—
Totoko salió de la oficina enojada y Osomatsu atravesó uno de los portales a la tierra que el mismo hacia.
Ya en la tierra el chico se dirigió a un estanque donde comenzó a hacer que rosas rojas, girasoles y rosas blancas comenzarán a brotar a su alrededor dejando un solo espacio a la orilla del estanque, terminada su labor ocultaba su presencia y se subía a uno de los árboles que rodeaban aquel estanque brillante lleno de sus flores.
Es la hora— susurro para sí mismo.
Del estanque salió una diosa de vestimenta blanca y pura, su corona verde al igual que sus brillantes ojos, la piel tan blanca y lisa que solo provocaba que Osomatsu quisiera verlo llorar debajo suyo mientras lo rompe y vuelve suyo sin descanso ni excepciones.
¿Que es esto?— decía para sí misma la diosa. —Son realmente bonitas— la diosa ya estaba acostumbrada a llegar a su lugar de descanso y encontrar cada día nuevas flores y más hermosas, creía que era obra de la diosa de la naturaleza.
Solo yo cuanto significan esas rosas— dijo a si mismo arriba del árbol el demonio.
—¿Por qué rosas y girasoles?— decía mientras en su mano giraba con ternura una de las rosas blancas que se encontraban en el estanque.
—¡Diosa del Olimpo!— llegó gritando su arqueangel a toda velocidad desde el cielo.
—Jyushi, ¿Que sucede?—
—¡En la sala! ¡El cielo! ¡Diosas! ¡Humanos! ¡Shinigamis! ¡Venga rápido!—
—Esta bien iré, pero explícame adecuadamente en el camino— dicho eso la diosa guardo para sí mismo la rosa que aún tenía en mano y entró al estanque desapareciendo al instante.
Osomatsu solo observaba desde arriba con una sonrisa, sabía bien de que hablaba aquel arqueangel.
Ya te descubrieron Ichi—
Pasaron las semanas y Osomatsu continuaba en el estanque colocando nuevas rosas y esta vez todos eran girasoles. Al llegar la diosa volvió a esconderse en los árboles esta vez dejando un poco de su presencia después de que está tomara uno de los girasoles en su mano. La diosa lo noto al instante y volteo a donde se encontraba Osomatsu.
—¿Que haces aquí?—
—Tranquila querida diosa—
—¿Que hace aquí? Ustedes no tienen permitido interferir en los humanos—
—No vengo aquí por los humanos—
—¿Entonces que quieres?— decía sin soltar la flor.
—Vine por ti— dijo arrodillándose como un novio a una novia. —Llevo muchas lunas observándolo y por más que me resista, no puedo evitar quererlo a mi lado—
—¿De que hablas?—
—¿Te gustan mis flores?— dijo poniéndose de pie.
—¿Tus...flores?—
—Las he hecho para ti, todos los días—
—¿Fuiste tú?—
—No me temas, ni mucho menos desconfíes que yo solo tengo ojos para ti—
—¿Quién eres?—
—Osomatsu—
—Osomatsu, creeré en ti por esta ocasión son embargo el que un demonio elabore tal asaña tan hermosa para un dios—
—Va contra mis reglas, lo sé perfectamente y aún así lo hago, después de todo desobedecer es algo en lo somos expertos—
—Soy Choromatsu—
—Es un honor por fin conocer su nombre—
—No tienes que ser tan formal y correcto—
—Crei que así debía tratarte, así te trata todo mundo ¿Que no?— dijo rascando bajo su nariz con su dedo índice y una sonrisa.
—No me gusta que me traten así y además tú eres un demonio, no deberías tratarme así—
—¿Por qué no? Eres mi diosa después de todo— dijo levantando una ceja y una sonrisa.
—No se de qué hablas, pero antes que nada ¿Por qué está vez girasoles?—
—"Te miro solo a ti"
—¿Eh?— dijo la diosa con un sonrojo.
—Debo irme esta vez, pero por favor ven aquí mañana quiero conversar y conocerte mejor Chorin~ bai, bai— dicho se retiró dejando solo a la diosa.
¿Conocerme mejor?....es mono— dijo con una sonrisa entrando al estanque.
Al día siguiente ambos se encontraron y continuaron por meses la misma rutina, ambos se encontraban en el estanque y conversaban, si se aburrían caminaban por el bosque y Osomatsu le llevaba de regreso al atardecer. Antes de su próximo encuentro la diosa se encontraba por terminar su trabajo y su arqueangel noto en su escritorio los girasoles y rosas que antes había traído consigo de su área de descanso.
—Diosa, ¿De dónde saca tantas flores?—
—¿Eh? P-por ahí ¿Por qué? ¿Quieres una?—
—¡Quiero darle una a Homura!— Jyushimatsu llevaba ya 3 meses llendo jugar con Homura quien lo descubrió dando mandatos al padre Karamatsu.
—Te traeré algunas más tarde—
—¿Podrían ser girasoles también?—
—Seguro, pero ¿Por qué girasoles?—
—Segun la diosa del amor cada flor tiene un significado y esa en particular dice "Mis ojos solo te miran a ti"— la diosa al instante se tornó de rojo hasta las orejas.
—Y-Ya veo, yo te los traigo. Pero ¿Me dirías que más sabes sobre eso?—
—¡Sí!— contestó entusiasta.
La diosa termino su trabajo y enseguida fue a la fuente que lo hacía salir del estanque, logro ver a Osomatsu sentado esperándolo.
Osomatsu esperaba a su diosa con ansia y deseo, tenía planeado algo "divertido" para ambos. El agua comenzaba a moverse y de ella salió la diosa quien se sentó a su lado, Osomatsu solo le miró con una sonrisa.
—Esto es para ti, chorin— dijo entregándole una rosa roja.
—¿Una...roja?— decía con las mejillas rojas.
—¿Tiene algo de malo?—
—N-no es realmente bonita— dijo aún más avergonzado, según las palabras de Jyushimatsu la rosa roja era " Te Deseo" el recordar eso solo le provocaba más vergüenza y no era la primera vez que su corazón palpitaba con fuerza por culpa de ese demonio.
—Vamos a caminar— dijo Osomatsu.
—¿A donde?—
—Encontre una cabaña de humanos cerca de aquí—
—¿Una cabaña?—
—¡Vamos!— dijo tramando su mano y prosiguieron a caminar. Ambos platicában sin preocupaciones y Choromatsu solo sentía su corazón queriendo salir de su pecho al no soltar en ningún momento la mano del demonio que le miraba con alegría y un sonrojo leve en sus mejillas. Luego de un rato la lluvia los alcanzó y Osomatsu solo tomo a la diosa en sus brazos y emprendió el vuelo en dirección a la cabaña hablada.
—Llegamos chorin—
—Estoy empapado, ¿Por qué ahora se le ocurre a la naturaleza hacer llover?— la ropa de la diosa estaba completamente mojada al punto de casi pesar y dejar al descubierto un poco de su pecho brillante por el agua, Osomatsu solo disimulaba ante la mirada de la diosa su deseo de tomarlo en ese instante.
—Entremos, seguro dentro está cálido— ambos entraron a la cabaña donde había una chimenea que el demonio lleno de sus llamas para así calentar más el lugar.
—Es realmente acogedor aquí dentro, ¿Cómo lo encontraste?—
—Tengo un conocido que trabaja con humanos y me dijo que aquí cerca se encontraba una cabaña realmente linda y quise venir a verla contigo— dijo sin preocupaciones mientras se quitaba su saco y camisa.
—¿Por qué te d-desnudas?— dijo Choromatsu volteando a otro sitio para que su corazón no fuese a salir de tanto palpitar.
—Hace frío y aún siendo más poderosos que los humanos nos podemos enfermedad al igual que ellos, así que es mejor quitarnos la ropa mojada y calentarnos delante de la chimenea— dijo terminando de desnudarse.
—T-tienes razón, pero no podemos estar desnudos sin nada más—
—Lo se, encontré una manta grande en un armario cuando entramos en busca de alguna lámpara—
—E-esta bien— dijo comenzando a quitarse la ropa mojada mientras Osomatsu le miraba atentamente de espaldas su piel desnuda y brillante.
Se acercó a Choromatsu que apenas termino de desvestirse llegó detrás con la manta puesta y cargo a la diosa frente a la chimenea abrazándolo contra su cuerpo desnudo envolviendo lo del calor de manta.

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