CAPÍTULO X: Symphonia

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Desde aquel día en que Nina le dijo esas dolorosas palabras a Damián, parecía como si ella intentase evitarlo a toda costa, llegando al punto de evitar también a Aaron para no correr el riesgo de que estuviese con Damián. Seguían asistiendo a clase con normalidad, pero todo se había vuelto muy frío entre ellos.

Sin embargo, aunque el licántropo sentía que su relación con Nina se estaba rompiendo poco a poco, su plan de vigilancia ya estaba en marcha, para su pesar, porque tuvo que ser testigo de primera mano durante casi un mes de cómo ella se hacía cada vez más apegada al odioso Decker. Y en todo ese tiempo Alex Decker se veía como un chico universitario cualquiera.

¿Pero realmente Alex merecía todo el odio que le era profesado por Damián?

Lo cierto es que desde que se conocieron con Nina, Alex se había comportado como todo un caballero. El Decker, a pesar de su apariencia de motociclista maleante, mostrando con orgullo toda una hilera de tatuajes sobre sus brazos, enmarcados en chaquetas de cuero negro sin mangas, era un hombre realmente sensible. Se pasaba las tardes en el conservatorio de música de la universidad, un edificio pequeño pero con una arquitectura espléndida que permitía al sonido viajar con armonía por todas partes. El simple hecho de estar cerca del conservatorio significaba embarcarse en un concierto hermoso de muchos instrumentos que, aunque tocaban melodías diferentes, gracias a la estructura del edificio, se unificaban en una sola y lo hacía sonar brillante. Alex tocaba el violín. No era un experto pero se defendía lo suficiente como para participar en concursos de poca importancia, de los que varias veces había salido con el primer lugar. De hecho, contrariamente de lo que pudiera creer Damián, se conoció con Nina por pura casualidad, cuando ella iba pasando por el conservatorio y escuchó el bello sonido del violín de Alex. Ella siempre se interesó por aprender a tocar ese instrumento y no obstante su timidez, quiso acercarse a él para que le diera algunos consejos, quizás una que otra clase de música gratis.

– Tocas muy bien– fueron las primeras palabras que le dirigió la chica, con sus blancas mejillas encendidas como hornos.

– Gracias. Todavía no soy muy bueno, pero intento mejorar.

– A mí me pareces bueno– Nina sonrió, pero tan pronto se percató del doble sentido de lo que acababa de decir, se precipitó a corregirse–. ¡Bueno tocando el violín! Cielos...– sus mejillas se pusieron aún más rojas, si cabe.

– ¿En serio? Gracias– respondió Alex, soltando una carcajada.

Aquella conversación se había dado a finales de agosto, una semana después de la desaparición de Nicolás.

Después de ese primer encuentro, Nina y Alex se dieron cuenta que estaban juntos en la misma clase de literatura, lo que fortaleció todavía más la posible amistad que empezaban a forjar. Aprovechaban ese tiempo para conocerse un poco mejor, a la par que Nina fortalecía por otro lado sus lazos con Aaron y Damián, al menos en aquella época que ya parecía lejana.

Alex no descubrió la relación de Nina con los otros dos lobos hasta tiempo después de haberla conocido, pero poco le importó cuando lo hizo. En él empezaba a surgir un genuino interés por la chica que no estaba relacionado con la Madriguera o con cualquier otro licántropo.

Tras el incidente en el salón de clases con Damián, Nina empezó a alejarse de los que inicialmente fueron sus amigos para comenzar a relacionarse más con Alex. Y pasadas un par de semanas, la chica no se sorprendía cuando se hallaba pensando en Alex en algún momento del día sin ninguna razón aparente. Quizás por eso no dudó ni por un instante en aceptar la invitación del Decker para ir a ver una película.

La cita se acordó para el último sábado de septiembre.

Primero fueron a almorzar en un conocido restaurante de hamburguesas cerca de las galerías de arte de la ciudad. Comieron helado de postre y se sentaron en una silla a conversar antes de entrar al cine. Iban a ver una película sobre animales fantásticos en Nueva York. Nina se sentía nerviosa por estar en una cita con un chico tan guapo. Esperaba, como era normal, que él intentara besarla, y ciertamente ella no se sentía mal imaginándose la escena.

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