Ya habían pasado catorce días desde que Nicolás Dussart se convirtió en el dieciseisavo desaparecido de la ciudad, y tras él se habían agregado veinte más a la lista, al menos oficialmente. Como era de esperarse, no hubo ningún titular sobre la desaparición de Enrique Pacheco ni de quién sabe cuántos otros.
La manada entera estaba poniendo todos sus esfuerzos en encontrar al Dussart perdido. Víctor Larson era probablemente el más enfrascado en la búsqueda; se pasaba las noches y los días rastreando al muchacho con su olfato, quizás porque así expiaría un poco de la culpa que sentía por haberle encargado esa misión sabiendo que podía ser peligroso. La manada ya se temía lo peor, sobretodo Paulina Dussart, la hermana del extraviado. Sin embargo, mientras Paulina, Víctor y el resto rastreaban el aroma de Nicolás por los bosques colindantes a la ciudad y a la Madriguera, Damián y Aaron vivían su vida de universitarios en una de las bibliotecas del campus junto con Nina.
En el transcurso de esas dos semanas, Aaron y Nina habían consolidado su amistad. Solían pasarse las mañanas enteras hablando sobre cosas sin sentido, riendo y divirtiéndose mientras iban conociéndose cada vez más. Se habían acostumbrado a sentarse juntos en todas las clases e incluso se ayudaban mutuamente en aquellas tareas tediosas de latín. Poco a poco, quizás por iniciativa de Aaron, Damián se fue integrando al grupo. Nina se sentía reacia a pasar tiempo con Damián, pero terminó aceptando su presencia, tal vez porque él casi nunca le dirigía la palabra.
Aquella mañana de agosto, Nina y Aaron se encontraban en la biblioteca del laberíntico edificio de ciencias humanas, en el segundo piso, rodeados con estanterías llenas de libros. En la mesa de madera se podían ver hojas desperdigadas con textos en latín, diccionarios, gramáticas, cuadernos y esferos de cada color; sentados uno junto al otro, los dos chicos estaban en silencio, concentrados en sus respectivas traducciones como si la vida dependiera de ello. El silencio se rompió con el sonido del teléfono celular de Aaron.
– Disculpa– murmuró el moreno sacando el teléfono de su bolsillo.
En la pantalla, Nina alcanzó a leer el nombre del remitente de la llamada: Damián. Aaron levantó ligeramente una ceja y contestó.
– Aló– hablaba en voz sumamente baja–. Sí... No... En el segundo piso de la biblioteca de humanidades... Estoy con ella... Bueno, aquí te esperamos– colgó.
– ¿Quién era?– preguntó Nina como si no conociera la respuesta.
– Era Damián, dice que ya viene.
Hablando con sinceridad, Nina prefería no estar con Damián, pero tampoco podía reprochar nada ante la idea de que él los acompañase a hacer las traducciones de latín. Cada vez que estaba cerca de él, se sentía extraña, como si una fuerza desconocida ejerciera presión sobre su pecho, pero le parecía todavía más raro que esa extraña sensación le era familiar.
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Inter umbras
WerewolfLa Madriguera ha sido el hogar de los hombres lobo de aquella ciudad durante generaciones. Numerosos alfa han liderado a la manada con el pasar de los años; sin embargo, cuando misteriosos asesinatos y desapariciones comienzan a ocurrir en los límit...