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yeosang estaba demasiado felíz observando las atracciones y juegos, tanto que seonghwa tenia oportunidad de mirar las estrellitas en sus ojos junto con la radiante sonrisa en sus belfos que lo tenía en un transe, algo verdaderamente asombroso.

ambos estaban divirtiéndose a su modo, el mayor observaba a un malabarista hacer su show con admiración mientras yeosang peleaba mentalmente en si proponer al otro jugar uno de los tantos juegos, pues la sola idea causaba que todo tipo de malas respuestas por parte del pelinegro pasaran por su cabeza, y lo que menos quería era ver al mayor enfadado, por lo que optó por callar.

cuando el acto termino, las palmas de seonghwa no tardaron en conocerse al chocar estas con frecuencia, desocupándolas de esto solo para colocar un billete entre las manos del joven muchacho y observarlo con respeto después de su increíble solo, aunque no tardó en devolver su total atención al amor de su vida, al que, por la adorable mueca en su rostro, le notó nervioso. agradecía a todos los dioses que sus enormes nervios pudieran ser disimulados.

─yeosang, ¿sucede algo? ─ cuestionó algo curioso.

el menor salió de la capa de malos pensamientos de su cabeza al ser llamado, negando por inercia y recibiendo una mirada de inspección que solo lo termino por delatar.

─vamos cheonsa, ¿paso algo malo? ¿te sientes mal? ¿quieres irte?

─nono, claro que no, acabamos de llegar y me siento de maravilla, solo... yo quería que jugaramos uno de los juegos antes de irnos ¡pero no hay que hacerlo si usted no lo quiere! usted fue quien pagó las entradas y no quiero hacerlo sentir incómodo, ¿sabe qué? olvide esa idea, podemos ver a otro artista y luego irnos, creo que sería mucho mejor, perdón por es-

─hey, tranquilo cheonsa. ─ interrumpió el tarareo entre palabras travadas el mayor con una tierna risa a consecuencia de la adorable escena que acababa de presenciar. ─ podemos jugar cualquier juego que desees, no hay ningún problema, ¿bien? y sabes que puedes tratarme con confianza, estamos solos, deja los honoríficos. ─ palmeó suavemente la espalda del nervioso aludido para calmarle. ─ ¿qué juego quieres que juguemos, uhm?

─realmente quiero ese peluche.

el casi inaudible susurro fue acompañado de un señalo en dirección a uno de los juegos, que para suerte del mayor, consistía en derribar la pirámide de botellas, cosa fácil cuando de niño lanzaba piedras en un arroyo de su comunidad.

─lo tendrás. ─ aseguró, tomando la mano del más bajo entre la suya y guiándole hasta el puesto. ─ deme una, por favor. ─ pidió al hombre encargado de atender el lugar, pasándole el monto correspondiente y recibiendo tres pelotas de tenis.

─tienes tres oportunidades, hijo, te aconsejo que la lances fuerte. ─ se escuchó la áspera voz del hombre hablar mientras se apoyaba en la carpa.

pero seonghwa, totalmente ajeno al consejo del mayor, derribó las botellas apiladas al primer golpe bajo la brillante mirada de yeosang y la sorprendida del hombre, quien les entregó el gran peluche blanco en forma de osita, ahora llamada lola por su dueño.

y así transcurrieron toda la tarde, yendo de un juego a otro y llenando los brazos del bailarín con un sin fín de chucherías que al cabo de unas horas pasarían a ser cargadas por el mayor por los temblorosos brazos de yeosang, el que discutió que no era necesario pese a que no sintiera gran parte de sus brazos.

el pelirosado no podía mirar nada sin que el mayor ya le propusiera probarlo, y en parte era muy bueno, pues su inmensa timidez no le dejaría disfrutar de aquella salida, y claro que el brillo en sus ojos al mirar una atracción lo delataba siempre. ahora no era la excepción, por que cuando sus ojos chocaron con la gran rueda de la fortuna no pudieron evitar desprender estrellitas que pasaron fugazmente por el rostro de seonghwa, y no hicieron falta las palabras cuando los saltitos del menor se hicieron presente.

bad dancer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora