60) Especial: Algo raro que paso en las vacaciones...

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El viaje ya estaba decidido, una semana pacífica en una cabaña de Osaka, cabaña conseguida por los padres de cierto gato que en ese momento estaba desesperado por no encontrar sus auriculares.

–¡No pueden desaparecer, los guarde justo aquí!

–Tetsuro tenemos un tren que tomar, compra unos descartables en la estación y listo– dijo el rubio agarrando el último bolso para llevarlo al taxi.

–Tu no lo entiendes Tsukki, esos son especiales.

–No importa que tan especiales sean, no son más importantes que llegar a ese maldito tren así que solo tienes un minuto.

–Pero Tsukki...

–Nada.

El rubio salió directo hacia el vehículo mientras Kuro seguía dando vueltas por la casa, no estaban por ningún lado, estaba por gritar cuando su novio peli-negro entró a la casa, lo beso para tranquilizarlo e inspeccionó el lugar con su vista de águila. Bastaron unos segundos para que el menor encontrará los dichosos auriculares, bien camuflados en el delantal que Kuro solía usar para lavar los platos.

–Aquí están, ahora vamos, Kei esta extremadamente nervioso.

–Bebé no se que haría sin ti– admitió el gato besando a su novio, este solo se alejó para poder subir al auto e iniciar la marcha.

Ya en la estación los cuatro corrieron para alcanzar el tren, lográndolo por los pelos, guardaron sus mochilas y se sentaron, todos tenían asientos continuos para así poder vigilar a Bokuto. Este solo miraba la ventana emocionado por todo lo que les esperaba, gritando de vez en cuando para llamar la atención de sus novios y conseguir cariño.

–AKAAASHEEEEE.

–¿Qué sucede Bokuto-san?

–Podemos pasar al vagón comedor ahoraaaaaaa?

–... Esta bien, ustedes vienen chicos– dijo mirando hacia los asientos de atras–. Comemos algo y después volvemos.

–Dudo poder tragar algo, los trenes me dan mal estómago– admitió Tsukishima, que viajaba con la cabeza apoyada en el cristal.

–No hace falta que comas Tsukki, solo acompañanos.

La mirada de Bokuto lo ablandaba demasiado debía admitir, pero solo se levantó para estirar a Kuro y llevarlo con los otros hasta el comedor, el cual estaba demasiado lleno para gusto de los menores. Fue todo un lío encontrar un sitio libre para que todos estuvieran juntos, pero lo consiguieron y comieron hasta quedar satisfechos.

Cuando volvieron a sus lugares el peligris hizo un escándalo porque quería ir sentado con Kuro, y cuando lo dejaron prefirió ir con Akaashi, al final viajó lo que quedaba de camino con Tsukki durmiendo en su hombro. No se quejó.

Cuando llegaron a Osaka el taxi que tomaron no entendía la dirección, así que tuvieron que bajar, con todas las maletas de por medio, para así al fin poder llegar a la cabaña, la cual por suerte no les causó ningún lío. Tenia agua caliente e Internet, con eso era suficiente.

–Bueno hora de repartir habitaciones– dijo Akaashi cuando todos habían llegado a la sala.

–Quiero quedarme con ustedes– dijo Bokuto abrazando a el rubio y el moreno menor con sus fuertes brazos.

–¿Y yo qué?

–Tu también Kuuuuroooo– dijo el búho lanzándose a los brazos de su bro.

Los menores compartieron una mirada cansada, al parecer todos dormirían juntos mientras se quedarán allí. Tsukishima suspiro y recosto su cabeza en el hombro de su novio, viendo como los mayores empezaban una pequeña pelea de cosquillas en el sofá, amaba a esos dos idiotas, pero aveces no sabía que hacer con ellos.

–Entonces la habitación que sobra será para guardar las valijas, me ayudas– dijo el de ojos verde oliva al otro mientras tomaba algunos de los bolsos y empezaba llevarlos a la habitación.

El rubio ayudó llevando las cosas junto a Akaashi, cuando terminaron ambos se acostaron en la gran cama, para terminar durmiendo acurrucados en el centro de la misma. Cuando los mayores entraron casi murieron de un subidón de azúcar ante la escena tan dulce, así que optaron por dejar a los pequeños descansar y organizar ellos la cena y los recorridos que seguirían durante la semana.

Por suerte nada demasiado desastroso sucedió.

Cuando los chicos despertaron la cena ya estaba lista, así que solo se ducharon y fueron a comer con sus novios, quienes no dejaron de mimarlos mientras comían, dándoles la comida en la boca y dejando que comieran el postre sin terminar de cenar, cosa que el rubio agradeció ya que los mayores no eran unos excelentes chefs y el postre era comprado.

Cuando terminaron todo decidieron ir acostarse, ya que aunque los menores habían dormido el viaje los había dejado exhaustos, así que volver a dormir no fue problema para ninguno.

Los siguientes días se la pasaron haciendo turismo, llendo a distintos parques, karaokes y shoppings, llenando poco a poco la casa de regalos para sus amigos y cositas para ellos. Todo iba relativamente bien hasta que un día Tsukishima salió a comprar y tardo mucho en volver.

–Si no llega en cinco minutos iré a buscarlo– habló decidido el peligris mirando por la ventana.

Akaashi parecía tranquilo, pero no lo estaba, cada cierto tiempo quedaba mirando la puerta, esperando que el rubio la cruzara. La última vez que alguien tardo tanto en llegar fue Kuro, y fue el día del accidente, por eso el miedo se expandía por toda la sala, el recuerdo de ese accidente seguía en todos y el miedo a que pudiera volver a suceder los estaba carcomiendo a los tres.

De repente la puerta se abrió dejando ver a un Tsukki algo sucio y con las bolsas colgando de un brazo y en el otro una caja de la cual salían ruidosos maullidos.

Los tres mayores se acercaron de inmediato, liberando al rubio de sus cargas, Kuro agarro la caja y casi pego un grito al ver a un grupo de pequeños gatitos llorando, de inmediato los colocó en una manta y corrió hacer leche de avena para dárselos. Bokuto y Akaashi en cambio hicieron que el menor les contara lo sucedido.

–Verán, yo salía del súper con todas las cosas listas cuando de repente vi que unos niños observaban la caja, entonces uno de los más grandes agarro una piedra y amago con tirarla, pero lo tome del brazo y se asustó, solo entonces ví que lo que estaba en la eran gatitos. Perdón por haberlos traído pero no podía dejarlos. – admitió el menor, pero el peligris lo abrazo, manteniéndolo en su pecho.

–Gracias a Dios estas bien, eso es todo lo que importa.

Akaashi se unió al abrazo un rato, hasta que su otro novio le pidió ayuda para darles la leche a los gatitos, con una muy rara mamadera hecha con un guante de látex (previamente limpiada con agua caliente).

–Tienen suerte, tengo varios amigos veterinarios, de no ser por eso esto podría haber sido fatal.

–Eres un genio Kuro, lo habrías hecho bien de todas formas– aceptó el menor besando su mejilla, haciendo que el otro se sonrojara.

De más esta decir que el resto de las vacaciones se la pasaron cuidando de los mininos, aunque disfrutaron como hace muchísimo no lo habían hecho, aunque al volver se enteraron que en su edificio no podían tener mascotas, por lo cual los pequeños, se quedaron a vivir con sus abuelos por parte de Kuro, los cuales los recibieron encantados.

–Extrañare a los bebés– aceptó el rubio tirándose con sus novios en la cama–. Aunque podamos ir a verlos.

Los demás se miraron con sonrisas en el rostro, para después poner frente a Tsukishima un panfleto de una casa en venta.

El rubio sabía que no los podía amar más.

//La mayoría de los gatitos fueron dados en adopción, excepto uno blanco que se volvió su mascota.

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