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Finalmente llegó el día.

Después de un mes desde que Steffen presentó cargos penales por lo que hizo en mi apartamento, yo ya estaba viajando a Gelsenkirchen, justo a 1 semana de que dieran su maravilloso show ahí.
¿Estaba nerviosa? Por supuesto que sí. Me aterraba no ser lo suficientemente buena como ellos creían, me daba pánico meter la pata en algo, aunque fuera mínimo. Sentía la necesidad de caerles bien, al menos a la banda, porque con ellos sería con quien estaría por mucho tiempo.

Yo llegué al hotel. No había sido un viaje muy largo ni pesado.

Till me dijo que ese día era para descansar. Así que decidí salir a explorar, caminar por los alrededores, no lejos del hotel para no perderme. No sabía como expresar el sentimiento de estar ahí.

Decidí comer en un restaurante cerca de ahí. Cuando la tarde se abrió paso en el día, regresé al hotel. Debía aprovechar mi tiempo y relajarme. Tomé una ducha en la lujosa bañera.

Al día siguiente finalmente tuve mi primer día de trabajo.

Al rededor de la 1 de la tarde un auto fue por mí, al hotel. Después nos dirigimos a un edificio. Ahí una mujer muy bien arreglada, y más o menos de mi edad, me saludó y me llevó a una puerta que indicaba "sala de reuniones". Al estar en esa increíblemente lujosa empresa me sentí mal. Yo iba muy casual, no era un asco pero normalmente en ese mundo las mujeres suelen ir con vestidos, tacones, el cabello perfectamente recogido, sacos negros entallados a su cuerpo y yo iba todo lo contrario. Entré esperando no sentirme tan avergonzada.

Cuando pasé estaba aquel hombre que acompañó a Till a la cafetería para hablar conmigo. Se acercó y me saludó. Enseguida comenzó a presentarme a quienes estaban ahí: encargados de sonido, diseñadores, una empresa encargada de la pirotecnia, seguridad y un fotógrafo. Él había estado trabajando para Till y lo hacía genial. Ahí me los presentó.

—Gretel Schober te presento a Oliver Riedel y a Paul Landers.

Ambos hombres me saludaron con una sonrisa y estrecharon mi mano.

—Bienvenida, esperamos que puedas adaptarte rápido y sobre todo que te sientas cómoda con nosotros —dijo Oliver muy por arriba de mí.

—Gracias señor Riedel. La verdad espero pasarla bien y aprender en el proceso. Cualquier cosa u observación que quieran hacer saben que lo deben decir. Lo agradecería mucho.

—Me agrada ella, Giezler. Es diferente a las chicas que trabajan con nosotros —dijo Paul dirigiéndose al hombre que yo ya conocía— viene muy casual y relajada. Me gusta su vibra.

—Gracias señor Landers —yo en ese momento no podía asimilar que estaba frente a ellos, por Dios, ¿cómo demonios pude actuar tan relajada? No lo sabía pero lo logré.

—Dime Paul. Sé que soy grande pero no me gusta el término "señor" después de mi nombre.

—Está bien.

Sonreí y enseguida el hombre que me acompañaba me invitó a tomar asiento, justo a un lado del fotógrafo que recién conocía en persona.

—Till, Richard, Christian y Christoph no deben tardar en venir. Esperemos un poco más.

Todos hablaban muy bajito. Podía sentir miradas y no era para culparlos, al parecer todos aquí se conocían ya. Lo más probable es que hayan estado aquí en otras giras.

—No te pongas nerviosa, sé que es difícil, y lo será, pero es increíble, ellos son increíbles. Yo soy Daniel Ulhman —dijo dándome la mano para estrechar la con la mía—. A veces Till me necesita para ser su guardaespaldas también.

Déjame Sanarte |Richard Z. Kruspe| RammsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora