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La pasión que recorría cada centímetro de su ser, era más que la cordura y madurez que ambos tenían. Esta los haría cometer una locura a tan sólo un mes de conocerse pero ¿Acaso importaba el tiempo? A ellos no, y menos si se sentían tan seguros, tan protegidos y tan amados en los brazos del otro.

Gretel acariciaba las mejillas de ese hombre y Richard encontraba calor y un amor maternal en la cintura de esa chica, amaba esa parte de su cuerpo.

El beso no podía parar, y no lo haría a menos que algo o alguien los interrumpiera.
Esa habitación de hotel se estaba convirtiendo en un auténtico centro de pasión en su máximo esplendor.

La suavidad con la que sus labios se tocaban rebasaba la comprensión humana. Sus estómagos estaban alcanzando niveles máximos de adrenalina que golpeaba con fuerza. Un fuego que acariciaba su alma los hacía estremecerse al mismo tiempo. Lo mejor de eso no era todo lo que sentían, lo mejor era que sentían lo mismo, y eso sólo se da una vez en la vida.

Todo era tan perfecto. Sus labios no se cansaban de gritarse cuanto se amaban en esos movimientos lentos que no pararon hasta que el sonido de la puerta siendo tocada hizo que se detuvieran.

—Debo abrir, Richard —susurró la chica aún acariciando las mejillas de ese hombre.

—Si es Daniel, lo mataré.

Gretel sonrió. Dio un beso rápido y tierno en sus labios y enseguida bajó  de ese hombre. Se encargó de recostar a Richard completamente en la cama, y cuando terminó, un segundo golpe llamó a la puerta. Ella iba camino a abrirla. No podía quitar la sonrisa enorme de su rostro, mientras tocaba sus labios. Richard besaba excelente.

Al abrir la puerta su sonrisa se fue. Efectivamente era Daniel.

—Yo lo lamento mucho. No quería hacerte sentir como un objeto, créeme que no te veo de esa forma Gretel. Es Richard quien te ve como alguien con quien se puede jugar. Tú y yo necesitamos hablar de él, está demente. Sólo ve lo que me hizo —el fotógrafo le mostraba las heridas abiertas que Richard le había hecho al defenderse—. Te parece normal que alguien golpee a otra persona por una chica.

—Danny, no estoy de humor para discutir sobre el tema —Gretel analizaba las heridas de Ulhman, ¿quién demonios habría comenzado la pelea?—. Mejor ve a dormir ¿quieres?

Ella iba a cerrar la puerta cuando el pie de Daniel se interpuso bloqueando la acción.

—Por una vez en tu vida te pido que me escuches —el fotógrafo parecía muy arrepentido y suplicaba— Richard no es bueno para ti. Él sólo  quiere usarte, te usará como a todas las que ha usado. ¿Realmente te crees especial para alguien como él, que puede conseguir lo que quiera? Él tiene a Margaux y la ama. Por esa razón, a pesar de acostarse con muchas, aún no la deja y no la dejará.

—¿Qué tipo de amor es ese en el que engañas a tu pareja? Daniel en verdad, si quieres hablamos mañana ¿de acuerdo? No estoy con ganas de hablar de Margaux, ni sobre si Richard quiere jugar conmigo o no, no me interesa si quiere hacerlo. Sólo nos vemos mañana, descansa.

Ella cerró la puerta pero al hacerlo se quedó ahí, pensando. Si ella siempre había sido insegura, ahora su inseguridad había vuelto de nuevo.

Quizá Daniel tenía razón. ¿Y si Richard quería jugar con ella? Porque ¿quién iba a querer algo con ella? Sus antiguas parejas siempre la habían dejado por chicas con mejor cuerpo, más altas, rubias y hermosas. Ella siempre era la segunda opción de todos ¿Por qué no sería la segunda opción de Richard también? ¿Por qué un hombre como Richard se iba a "enamorar" de ella? No era bonita, no tenía un cuerpo de diosa, era una niña con defectos.

Esa simple plática que había tenido con Daniel, había sido suficiente para que la poca autoestima que había levantado poco a poco, se derrumbara de nuevo. Comenzó a llorar.
Era una tonta por pensar que Richard la podría amar. Si ni siquiera su madre la había amado y la abandonó, ¿cómo era que Richard iba a sentir algo muy fuerte por ella con tan sólo  conocerla un mes? Definitivamente era una idiota por dejarse llevar de esa forma con Richard, por subir sobre él y besarlo. Ese hombre estaba ebrio y dolido por Margaux.

Con sus ilusiones destrozadas y sintiéndose una basura de persona, regresó a la habitación. Richard ya estaba dormido. Ella terminó de limpiar el rostro del hombre mientras derramaba lágrimas, se sentía una tonta. Era obvio que Richard jamás la amaría y todo lo que había escuchado de él, ese día, eran frases de una persona que quería vengarse de la traición que su novia le había hecho.

Una vez que terminó de limpiar el rostro de Richard, ella se quitó el vestido que comenzaba a ver horrible en su cuerpo, y enseguida puso su pijama y se recostó en la cama, a una distancia considerable para no estar junto a ese hombre.

A veces las personas no comprenden la gravedad de sus palabras. Estas dejan heridas peores que las físicas; te marcan por completo y dejan una dolencia que a veces, ni siquiera el tiempo puede borrar, que jamás se pueden sanar.

Al día siguiente ella despertó, se giró  ligeramente y vio a Richard dormido. Ella sonrió triste, debía dejar de encariñarse con ese hombre, él no la quería realmente y jamás lo iba a hacer.

Ella se levantó, fue a bañarse y justo cuando terminó de hacerlo, Daniel tocó su puerta de nuevo.

Ella, ya vestida, salió a abrirla. Richard seguía perdidamente  dormido.

—Gretel, tal vez ayer no fue el mejor momento para hablarlo. Quizá podemos ir a desayunar y mientras tanto lo hablamos —Ulhman no se iba a dar por vencido hasta conseguir su objetivo, ganarle a Richard por una vez en su vida.

Ella, sin ganas de ir, accedió a acompañarlo, dejando al guitarrista solo, después de aquellas confesiones de amor ímprobo.

Treinta minutos después Richard despertaba con un dolor de cabeza enorme. Tenía tanto tiempo que no bebía de esa forma. Claro que había bebido por Margaux y por todo el amor e importancia no correspondido pero eso no importaba ya, no lo hacía porque estaba en la habitación de Gretel.

Él sonrió en aquel cuarto de hotel solitario mientras se levantaba poco a poco. Gretel lo hacía sonreír a pesar del dolor que se apoderaba de su cabeza. Sólo ella lograba eso en él. Pero no sólo tenía una expresión alegre, estaba realmente feliz. Esa chica sentía algo por él, algo que logró hacer que ambos se demostraran todo por medio del acto más bello del amor: un beso. Uno de esos que te arrebatan el alma sólo para entregársela a tu amado.

Richard estaba feliz pero enseguida su sonrisa se borró. Al menos en esa habitación no había señales de la chica a quien amaba. Se levantó con dificultad por la horrible resaca, comenzó a buscarla en todo el cuarto pero no estaba. Esto hizo cambiar su humor repentinamente.

¿Qué demonios había sido más importante como para dejarlo ahí, solo, después de la pasión con la que se besaban la noche anterior?

Richard salió de esa habitación, más confundido que nunca. Tenía que encontrar a la chica como diera lugar

Déjame Sanarte |Richard Z. Kruspe| RammsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora