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Richard besó de nuevo los labios de Gretel, eran el antídoto para relajarlo, lo volvían a la vida y le recordaban que, a pesar de lo malo, siempre había un lugar en el mundo con la que podías estar tranquilo y a salvo.

Dejó de besarla sólo porque la chica comenzó a bajar sus besos a su cuello. Él aprovechó y comenzó a caminar, de vuelta a la habitación, mientras ella daba pequeños besos por todo el rostro de ese hombre. Las manos de ese hombre sujetaban con firmeza esas piernas. La recostó  en la cama, y enseguida se posicionó entre esas piernas.

Ambos estaban tan cerca. Él se apoyaba con sus brazos para evitar dejar caer todo su peso sobre ese cuerpo. Gretel ya sentía algo en la entrepierna de Richard, esto estaba directamente en contacto con su parte íntima, le causaba escalofríos porque al moverse la estimulaba. Él estaba tan caliente, esa chica lo prendía tan rápido. Ella pasaba sus manos por esos hombros y su cuello, ambos pararon un momento para observarse a los ojos.

—Eres hermosa —dijo analizando cada parte del bronceado rostro de la chica.

—Tú eres perfecto, Richard.

Sonrió, ella se acercó para volver a besar esos labios mientras él acariciaba sus piernas. Él comenzó a bajar el recorrido de sus besos, dejándolos de forma delicada y húmeda en el cuello de la chica, en los mismos lugares donde Daniel había dejado hematomas.

Gretel comenzaba a sentirse en otro mundo: el clima húmedo en su cuello, ese tacto subiendo por sus muslos, ese cuerpo sobre ella y el caliente aliento entrando a su boca era algo inexplicable. Comenzó a lanzar pequeños gemidos al aire  cuando aquellas manos llegaron a su entre pierna, acariciando esa parte. 

Tal como él lo había previsto, ella se derretía ante cualquier tacto un las zonas erógenas. Sus gemidos eran música para los oídos de ese hombre. A pesar de no ser su primera vez, Richard se sentía igual que Gretel. No recordaba la última vez en que su pene había tenido una erección tan rápida y potente. La forma en que ella se aferraba a él lo excitaba y mucho.

Ella estaba más que nerviosa, así que cerró sus ojos y se dejó llevar por ese amable tacto sobre su piel. A pesar de eso temblaba ligeramente: Richard lo notó. Decidió parar de acariciar las piernas y subió sus manos al rostro de la chica, paró con los besos y la observó a los ojos.

—Voy a cuidar de ti Gretel. No te haré daño y llegaré hasta donde lo quieras —susurró él.

La chica sonrió. Entre sus manos volvió a tomar ese rostro para dar un beso pequeño en sus labios.

—Estoy nerviosa. Lo siento.

—¿Segura que quieres hacerlo? —preguntó dispuesto a detenerse.

—Jamás he deseado algo tanto como esto, contigo.

Ambos sonrieron y volvieron a besarse. La chica aprovechó para cambiar de posición y girar, dejando a Richard debajo. El beso continuaba pero ahora él se sostenía de la delgada cintura de la chica, luchando contra las ganas de gemir por sentir la presión de su miembro contra las bragas de esa adorable chica. Él se levantó un poco para sentarse. Ahora los dos tenían su abdomen pegado al otro, y Kruspe no podía dejar de acariciar la cintura y muslos de la chica. 

Comenzó a deslizar su mano por debajo del vestido. Ella paró de besar los labios de ese hombre. Estaba sintiendo adrenalina en su estado más puro, con la mano fría de Richard deslizándose lentamente, intentando llegar a su zona. Gretel se abrazó por completo a Richard recargando su frente en el hombro de ese hombre. Ahí comenzó a gemir muy bajo, él podía escucharla y sonreía por eso.
Ella no sabía que hacer, los sonidos que salían trataba de callarlos, ¿era bueno expresarse tan abiertamente? ¿A Richard le gustaría escuchar todo lo que estaba sintiendo? No lo sabía y se sentía insegura. Sólo gemía bajo y cerraba sus ojos con fuerza mientras sus puños presionaban fuerte la carne de ese hombre. Él sentía como esa piel comenzaba a erizarse al sentir su paso.

El celular de la chica los distrajo. Ella maldijo en voz baja, se movió para llegar a él y colgar la llamada del número desconocido. Cuando lo hizo, Richard volvió a observarla mientras sonreía, hasta que se lanzó para besar de nuevo esos hermosos labios. Ambos mantenían sus ojos cerrados mientras sus manos daban tiernas caricias en sus cuerpos. Ella jamás se había sentido tan desesperada por tener contacto con alguien, sin embargo se limitaba a besarlo despacio y a acariciar su cuerpo lento.

El celular volvió a sonar.

—Contesta —susurró Richard mientras bajaba sus besos por el cuello de la chica.

Ella así lo hizo, molesta.

—¿Hola?

—¿Gretel? Soy el doctor Orson Bonnaire —a pesar de que ella no tenía el altavoz, Richard escuchó esto y paró de besar a la chica, se mantenía abrazándola fuerte por la cintura—. Espero no interrumpirte. Lamento también tener tu número sin tu consentimiento, tuve que conseguirlo. Aquel día olvidé pedir tu número y me gustaría saber si tú y yo podríamos ir por un café o a comer algo.

Richard sintió el pequeño pinchazo de los celos. Había escuchado todo a la perfección.

—Doctor Orson. Ahora me encuentro en una situación en la que no será conveniente.

—Le ruego no me mal entienda —ese hombre ya estaba nervioso—. Sólo quiero conocerla, salir con usted, formar una linda amistad.

Richard sin esperar más se inclinó, comenzó a besar el cuello de la chica y ahora metió su mano dentro de esas bragas, acariciando esa húmeda zona. Gretel se sostenía fuerte de ese hombre mientras trataba de guardar sus gemidos. El propósito de ese hombre estaba rindiendo frutos: hacerla gemir al teléfono.

—Lamento decirle que eso no será posible. Es decir mi trabajo me lo impide, en unas horas dejo París y —Richard aceleraba sus movimientos, sin dejar de besar el cuello de Gretel, ella se detuvo para tomar un poco de aire, quería terminar esa llamada ya—. No hay posibilidad de que salgamos, yo le informo cuando tenga algún día libre. Nos vemos.

Ella cortó la llamada enseguida y gimió al cielo.

—¿Vas a salir con él? —preguntó Richard sin despegarse del cuello de Gretel. Ella sintió el aliento de ese hombre chocando con su piel, se estremeció aun más.

—No tengo planeado hacerlo.

Richard estaba a nada de meter sus dedos a ella, cuando la puerta fue tocada.

—Malditas personas que interrumpen—susurró él.

Gretel sonrió, tratando de recuperar su respiración mientras él sacaba sus dedos. Dio un beso corto en los labios de ese hombre y enseguida se movió para sentarse en el borde de la cama. Richard se levantó y fue a abrir la puerta, cuando ella no podía verlo aprovechó para acomodar su erección. Till les informaba que debían ir ya al aeropuerto, que los esperaban abajo. Ayudó a bajar la maleta de Gretel y Flake ayudaría con la de Richard, sólo para que él pudiera llevar a la chica hasta la camioneta. 

Cuando ambos se fueron, él le habló a la chica, viéndola a los ojos. Estaba de pie, ella de rodillas sobre la cama, uno frente al otro.

—Gretel, me gustas —él tomó sus manos—. Eres grandiosa. Dije que quería hacer las cosas bien. Tu primera vez debe ser especial, quiero hacerla especial. Necesito que estés segura de que quieres estar conmigo.

—Richard, tú eres lo que yo quiero —ella hablaba segura— quiero hacerlo contigo y cualquier lugar o momento sería especial si es contigo.

—Gretel eres una diosa y así voy a tratarte y cuidarte. Antes del sexo quiero demostrarte todo lo que soy capaz de hacer por ti —ella sonrió.

—Me apresure demasiado —estaba sonrojada, sentía pena— hay miles de formas de demostrar que quiero estar contigo, sólo pensé que sería divertido.

Él estaba sonriendo y aún con su erección de por medio, se acercó a la chica para besarla, cerrando sus ojos lentamente y sujetando por las mejillas el rostro de Gretel.

—Te quiero —dijo él, rozando sus labios con los de ella.

—Yo te amo más.

Finalmente se dieron un beso rápido y tierno, para salir de esa habitación.

Déjame Sanarte |Richard Z. Kruspe| RammsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora