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Gretel fue hasta él. Decidió sentarse en el regazo de Richard, quedando cara a cara dejando caer sus piernas a los costados de él. Ese hombre la abrazó fuerte, mientras lloraba en su hombro.

—Soy un pésimo, padre. Estoy dejando que su propia madre termine con ella —cuando Richard bañó a su hija, se pudo dar cuenta de los golpes que Margaux le había dado a Maxime.

Gretel sujetó el rostro de Richard entre sus manos, logrando hacer que ambos se vieran a los ojos.

—No eres y nunca has sido un pésimo padre. Lo serías si no trataras de ayudarla pero lo vamos a hacer ¿me entiendes? No tengo idea de a donde iremos pero ella no puede estar ni un minuto más aquí, soportando todo esto.

—Necesito hablar con Margaux, advertirle que me la llevaré por la buena o por la mala, no voy a permitir que le haga daño a mi hija. Necesitamos ir a Alemania por mis abogados y...

—Richard, no hay tiempo —lo que a Gretel más le preocupaba era lo que Tom podía hacerle a la pequeña— no podemos permitir que vuelva ahí, sola.

—Pero es que no podemos llevárnosla así porque si.

—Y no lo haremos, si hablas con Margaux y la convences de que será por el bien de Maxime.

—No creo que escuche.

—Entonces entraré yo y comenzaré a chantajear. Creo que me sale muy bien.

Richard sonrió. A pesar de esa sonrisa él sabía que Margaux se había vuelto una demente. O quizá siempre había sido una demente y hasta ahora lo veía.

—¿Te sentirás cómoda con Maxime?

—Yo adoro a Maxi, si ella viene con nosotros te sentirás mucho mejor, lo sé. La adoras y si ella quiere ir contigo no puedes negarlo. Yo me sentiré genial de estar con ella.

Richard sonreía, veía esos ojos marrones y se perdía en la inmensidad de ellos.

—Gracias.

—No hay nada que agradecer Reesch. Sólo saquemos a Maxime de este lugar.

Richard volvió a abrazar a Gretel. Enseguida ambos fueron a ducharse, por separado. Al poco tiempo ambos estaban recostados, Gretel y Maxime estaban completamente dormidas, la niña estaba en medio de ambos, abrazándose de una almohada, Reesch parecía no poder conciliar el sueño. Veía miles de escenas y de posibles finales y ninguno de ellos era lindo. No estaba tan preocupado por Gretel, ni siquiera la chica estaba preocupada por ella misma, ambos sabían que ella podía defenderse y Reesch sabía que no dudaría en hacer algo si Margaux intentaba lastimarla. Sin embargo, ambos estaban preocupados por Maxime, ella era muy pequeña, no tan fácil de manipular pero si fácil de romper, y era lo que su madre trataba de hacer, eso no lo iban a permitir.

La alarma comenzó a sonar, eran las 7:00 a.m.
Gretel no había recordado poner la alarma. Maxime despertó enseguida.

—Lo siento, yo no puse esa alarma —dijo ella levantándose para quitarla. Richard había despertado.

—Tú no Gretel, pero yo si; debo ir a la escuela, es jueves y ayer falté. Tenemos que ir a ponerme mi uniforme y a desayunar.

—¿A qué hora entras cielo? —preguntó Richard alarmado un poco por la hora.

—A las 8.

Definitivamente no les daría tiempo.

—Tenemos que llevarte a tu casa —dijo Reesch levantándose y poniendo sus zapatos.

Gretel imitó esa acción, seguida por Maxime.

Después de esos minutos tan ajetreados Gretel, Richard y Margaux se encargaron de que Maxime fuera a la escuela.

Déjame Sanarte |Richard Z. Kruspe| RammsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora