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Al terminar de comer regresaron al hotel. Maxime estaba agotada por lo que terminó dormida en los brazos de Richard. Gretel le ayudaba cargando algunas cosas que la pequeña había comprado ahí afuera.

Muchas personas habían detenido a Richard para tomarse fotos con él o para saludarlo, no fueron miles pero si algunos.

Gretel no podía dejar de pensar en todo lo que había escuchado de esa pequeña niña.

—Siempre termina agotada —decía Richard sonriéndole a Gretel mientras las paredes del ascensor los tenían custodiados— espero que la hayas pasado bien. Yo disfruté mucho salir con las dos.

—También lo disfruté Richard. Tu hija es un ángel.

Las puertas del elevador se abrieron y ellos caminaban a la habitación de Richard.

—Lo sé, es mi inspiración. Podría faltarme todo en la vida, menos ella. Es decir, adoro a Khira y a Merlin pero ellos ya pueden vivir por su cuenta. Maxime me necesita.

—Te necesita más que nunca —mencionó la chica sin dejar de pensar en una solución lógica para la situación con Margaux.

No era que ella fuera una chismosa, o que se metiera donde no la llamaban, pero es que Maxime no se merecía eso. Gretel jamás le haría algo así a Richard, tenerlo debía ser el mayor regalo que el universo te podía dar como para que Margaux estuviera ¿engañándolo?

Entraron a la habitación, era más grande que la de Gretel, hasta tenía una cocina pequeña. Parecía un pequeño apartamento. Richard fue a dejar a su hija a la cama, ella caminó detrás de él hasta la habitación para darle los juguetes de su hija.

—Gracias por acompañarnos Gretel. Fue muy amable de tu parte y creo que te ayudó. Desde que tu madre fue al show no habías sonreído. Me alegra verte sonreír de nuevo.

—Creo que debería dejarlos descansar y gracias a ti Richard —contestó con una sonrisa cansada.

—¿No quieres quedarte un rato? Vamos te invito algo de tomar.

Ese hombre caminó hasta la cocina, saliendo de la habitación donde Maxime dormía.

—Sólo quiero agua, gracias —dijo ella siguiéndolo.

—Bien, toma asiento por favor.

La chica así lo hizo en la pequeña sala de estar.
Enseguida llegó Richard con el agua en la mano y se sentó a su lado. Ella bebió.

—He estado pensando en ir a mi antigua casa —habló Gretel sin necesidad de que Richard iniciara una conversación. Él sonrió, era la primera vez que pasaba.

Esa chica comenzaba a perderle el miedo a aquel hombre. Al final de todo, ese día se había dado cuenta del gran corazón que él tenía y de lo sentimental que podía ser, porque había sido la persona más linda que había conocido en su vida. Amaba a su hija con todo su corazón y la trataba como el mayor tesoro de la humanidad.

—¿Por qué? ¿Piensas ayudar a tu madre?

—No, Richard. No pienso ayudarla, sólo quiero ver si algo ha cambiado, quiero recordar las veces que jugaba con mi padre, me gustaría estar ahí y saber que será la última vez que podré entrar.

—¿Crees que eso te ayudará?

—Probablemente lo hará. Desde que hablé con ellos no he dejado de tener pesadillas. ¿Sabes? —él observaba a Gretel como un bobo—. También he estado preguntándome si debería ayudarla. Al final es mi madre.

—Te dejó a tu suerte.

—Pienso que no deberías sembrar más maldad donde todo ya está podrido.

Déjame Sanarte |Richard Z. Kruspe| RammsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora