Diferentes prácticas para diferentes personas

1.9K 379 164
                                    

—...él habría estado orgulloso, halagado. Lo sabes, ¿no?

Hacía frío en lo alto de la Torre de Astronomía, lo que era de esperarse por la hora. Draco llevaba una capa de Regulus con amuletos de calor y no se preocupaba por el ambiente húmedo que lo rodeaba. Había estrellas en el cielo, pequeños puntos luminosos que lo observaban de vuelta cuando él alzaba la cabeza. Le facilitaban pensar, ordenar sus ideas.

No ayudaban, sin embargo, a la sensación de aislamiento con respecto al resto del pequeño mundo que era Hogwarts. No era la primera vez que lo experimentaba; la diferencia estaba en que, durante el verano, hubo quienes lo obligaban a dejar la habitación y lo llevaban a jugar en el techo. Todavía estaban ahí, pero él, de pronto, no se sentía con ánimos de ser tranquilizado.

—¿Puedo?

Cuando la figura se detuvo a su lado, Draco se apartó y le hizo un espacio. Severus se sentó con un quejido entre dientes, las piernas recogidas, la espalda un poco encorvada. El verlo así le hacía preguntarse cuánto faltaba para que le salieran canas. Ese pensamiento ayudaba a su humor.

—De verdad le habría gustado ver que era un fénix —Siguió, en voz baja. Pocas veces hablaba en ese tono. Nunca dentro del aula.

Años atrás, uno de los escasos estudiantes que se animaba a hablarle cuando lo veían deambular con Leonis, le preguntó si Snape jamás le dio miedo. Él lo encontró divertido entonces.

Cuando pensaban en Snape, la mayoría veía a un hombre amargado, de ropa oscura, que disfrutaba de enumerar las razones por las que las pociones de sus estudiantes no servirían ni para quitarle la sed a un trol.

Cuando él pensaba en Snape, veía a su padrino, de ojos cansados, respondiendo a sus preguntas en el laboratorio, aunque estuviese ocupado, encendiendo dos luces mágicas en su cuarto, porque a Draco le asustaba la oscuridad de pequeño. Mirando a Regulus con una mezcla de exasperación y algo mucho más profundo.

Ambos eran Severus Snape. El hombre que iba a buscar a su ahijado en una torre, en medio de la noche, también.

Draco hizo girar el medallón que sostenía entre las manos desde hace rato. Era una suerte que Ari no sintiese frío, porque el metal estaba helado. Con cuidado, lo tapó y dejó que le colgase del cuello, sin intenciones de esconderlo frente a la mirada de su padrino.

 lo que vi —Le indicó, en un susurro. Él asintió, sin observarlo por más tiempo.

—Sí. Y yo sé que eso es lo que viste, Draco.

Cuando les contó lo de Umbridge, los que estaban presentes eran Snape, Regulus, la profesora A, Tonks y Neville. Había intentado insinuar que podía ocurrir algo con ella, pero su prima descartó la idea, asegurándole que los puntos focales del colegio seguían en perfectas condiciones y habrían delatado a otro Mortífago, justo como sucedió con Barty. Además, ¿la pobre mujer no había sido rescatada unos meses atrás, después de que el psicópata de Crounch la hubiese metido a un baúl mágico?

La profesora A dijo que lo conversaría con McGonagall, pero estaba seguro de que la directora aludiría a la seguridad cada vez más reforzada en el castillo.

Aun así, la sensación incómoda no se iba.

Hogwarts no era seguro. Lo que era peor: no era seguro porque estaba él.

Su padrino suspiraba, a su lado, al no obtener una respuesta.

—¿Recuerdas esa vez que jugabas en el laboratorio y tiraste mis tubos de ensayo con una poción que estaba probando?

—¿Con una de las fórmulas del matalobos? —Draco empezó a arrugar el entrecejo.

—No, antes.

Juegos mortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora