Alfil bueno

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Neville le tapó la boca con una mano cuando hizo ademán de empezar a hablar. Presionó más la oreja contra la puerta y aguardó. De forma vaga, se preguntó si el agudo sentido del oído funcionaría incluso como humano, una vez que alcanzaba su estado animago. No sabía suficiente del tema, todavía estaba aturdido con todo.

Le costaba entender que respiraba, sus sensaciones estaban un poco enloquecidas. Le hormigueaban los dedos, oía los latidos de su propio corazón, la nariz le picaba con el olor a putrefacción del cuerpo del profesor, el estómago se le revolvía.

Habría jurado que, de tener la varita en la mano, podría haber acabado con Voldemort con un hechizo. Así se sentía, así de fuerte cosquilleaba la magia dentro de él.

Por lo que Neville le dijo, después de haberse quedado solo, el pánico lo venció y tuvo que centrarse por la fuerza. Conseguir la forma animaga era el resultado de más frustración y dolor que concentración. Tenía la piel de las muñecas destrozadas por zafarse de las ataduras y una fuerte punzada en la mandíbula, de cuando intentó morderlas para romperlas. No podía decir que supiese cuánto tiempo le llevó.

—No está por ninguna parte —Le indicó a Harry, arrugando el entrecejo. Se volvió hacia él. Los dos se agazapaban detrás de la puerta—. ¿Qué hacemos?

Ir por Draco. Se lo habría contestado, si no supiese que ambos tenían en claro ese punto. Longbottom debía referirse al resto del proceso, desde el llegar al salir de ahí, a donde fuese que estuviesen.

Él también tenía sus dudas al respecto.

—Eres un lobo grande…

—¿Y eso qué? No puedo...morder a Quién-Tú-Sabes —Cuando Harry arqueó las cejas, expectante, él bufó—. Me mataría antes de que lo hubiese hecho, Potter.

—No si vas por la garganta.

—Si un lobo pudiese matarlo, ya estaría muerto, ¿no crees?

A veces las soluciones más simples no eran tomadas en cuenta, quiso decirle, pero decidió que no valía la pena la discusión.

Sabía que un corredor los separaba, que Draco se encontraba solo. No dónde estaban, cuánto tardaría en volver. Cada segundo ahí era un segundo desperdiciado.

Tampoco contaban con sus varitas, ni siquiera para enviar una señal de auxilio y ser detectados haciendo magia por el Ministerio.

Por suerte, la mitad de su crianza fue bastante muggle y tenía ideas que un mago no.

—¿Puedes con una persona? —Neville parpadeó hacia él— ¿crees que podrías transformarte en lobo y llevar a Draco, si está herido o inconsciente?

Él asintió, poniéndose más serio.

—Me costará, pero lo llevaré. No creo poder con los dos —Le advirtió. Harry le restó importancia con un gesto. Él era rápido corriendo, sólo se imaginaria que era su primo y quería dejarlo atrás.

Se levantó, despacio, y dio un vistazo alrededor. Optó por recoger una lámpara de metal. Longbottom lo observaba con incredulidad.

—¿Ese es el gran plan?

—Si tienes uno mejor —Lo apuntó de forma amenazadora con la lámpara—, te escucho.

Su expresión se contrajo cuando tuvo que reconocer que no tenía nada. Harry resopló y elevó la barbilla.

—Estoy seguro de haber oído que va hacia aquel lado cuando vuelve con Draco —Apuntó a la derecha—, así que podemos asumir que la salida queda al otro lado. De ser posible, hay que evitar correr hacia donde está el mago loco, pero si es lo único que hay...

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