Primeros movimientos de la partida

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En algún punto del castillo, a pesar de la hora, una bruja trabajaba en un cuaderno de notas, con una misión. Un piso por debajo de su posición, en las mazmorras, Draco Malfoy, conocido como el niño-que-vivió, era arrojado contra un estante e intentaba sostenerse de una de las repisas para conservar el equilibrio.

El mundo daba vueltas a su alrededor. Puntos negros danzaban frente a sus ojos. Una capa de sudor frío lo cubría, le costaba trabajo respirar con normalidad.

Una parte poco racional de su cabeza le decía que Severus disfrutaba de su sufrimiento. No encontraba otra explicación al por qué se paraba tan erguido, haciendo girar la varita entre los dedos.

Lo apuntó, de nuevo.

—¡Legeremens!

Draco cerró los ojos y se concentró en escudos, fortalezas, murallas. Logró repelerlo. No estaba listo para cuando lo intentó otra vez, de inmediato, así que trastabilló más hacia atrás en su desesperación por alejarse de la sensación de intrusión, y se golpeó la espalda contra la pared.

Al detenerse, le llevó un momento identificar la voz de Regulus, sentado en uno de los banquillos de la oficina, diciéndole al maestro que no fuese tan duro con él. Snape le replicaba de mala gana.

—No...—Carraspeó al enderezarse—. Tiene que ser duro conmigo, Reg.

—No es necesario que...

—Es una forma rápida de aprender. Así aprendiste tú, ¿verdad? —Su padrino lo aceptó con un asentimiento cuando se dirigió a él—. Entonces seguro que yo también puedo.

—Cachorro, no-

—Yo puedo —Insistió, pidiéndole que se detuviese con un gesto. Se recargó en sus rodillas un momento, se secó el sudor de la frente con la manga del suéter marca Weasley más reciente, y se volvió a enderezar—. Esto podría serme útil, tengo que intentar.

Regulus le dedicó una mirada larga y resignada.

Unos días atrás, cuando se levantó a mitad de la noche y arrastró los pies hacia el baño del piso oculto (se había dormido allí con Fawkes y Leonis, por error), escuchó un fragmento de una conversación que su primo tenía con el hombre a quien le fue asignada su custodia legal.

A su edad, él debería estar pensando en ganar el próximo partido de Quidditch, acostarse con el chico de los Potter —Su padrino lo interrumpió con un ligero sonido de disgusto—, ¡sabes que es cierto! Debería quedarse dormido haciendo tareas atrasadas, tirar armaduras en los pasillos, molestar a Peeves. Salir con sus amigos, Severus. No puede ser sano que un chico de quince años hable con el retrato de una niña muerta un siglo antes ni piense en colocar escudos fuertes en su cabeza para que un demente mago oscuro no practique legeremancia en él. Esto no es lo que Cissy y Lucius habrían querido para Draco.

Es lo que hay para él, Regulus. Entiendo que tengas este concepto de cómo debe ser un adolescente, pero quizás si no hubiese un mago loco intentando matarlo, Draco podría ser más...

No se quedó a escuchar el resto. Hablaban en lo alto de las escaleras, por lo que asumió que Leonis se metería a su cama en cuanto hubiesen terminado de discutir; decidió que era mejor estar en realidad dormido para entonces. Incluso cuando se acostó, le pareció oír los distantes murmullos de su conversación.

No les contó sobre lo que oyó.

—Tal vez tengas que descansar un poco —Le sugirió Regulus, la siguiente vez que salió despedido contra un estante—, ni siquiera Sev aguantaba prácticas tan largas —Agregó, cambiando su punto de enfoque al profesor, que lo observó a su vez. Uno negaba, el otro asentía, las miradas y gestos que intercambiaban formaban una sucesión incomprensible para Draco, una plática por sí misma, en la que Snape debió salir perdedor, porque soltó un pesado suspiro.

Juegos mortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora