*Narra Anna*
Le había dicho a Vic que ya lo llamaría, que necesitaba estar sola. Pero es que se me habían quitado las ganas de ver a alguien. Como me dirigieran la palabra iba a explotar.
Quería llorar. Austin había sido una de las personas más importantes en mi vida, en las que más había confiado. Si simplemente lo hubiera sabido, si hubiera tenido la más remota idea... Fui una estúpida.
No voy a decir que le habría dado una oportunidad. No podía quererlo de esa forma, había demasiada confianza entre nosotros y me conocía demasiado bien. No era verdad si decía que Austin no era guapo. Tenía su atractivo, y la forma en la que sonreía te dejaba sin aire, y a parte siempre se te contagiaba algo de su energía. Pero aún así, no podía verlo como otra forma que no fuera mi mejor amigo, casi como mi hermano.
Me estaba empezando a odiar muy fuerte. Todo le había pasado por mi culpa.
Pero tú quieres a Vic, me dijo mi subsconciente. ¿Lo quería de verdad? ¿Y si tenía dudas de lo que sentía por haber descubierto lo de Austin?
Me pegué a la pared que había al lado de la puerta. Necesitaba pensar, estar sola, y que nadie me dijera que todo iba a estar bien. Yo sabía que las cosas no se iban a arreglar tan fácilmente, que Austin y yo estaríamos separados por mucho tiempo. Al menos, hasta que él consiga olvidarme.
Pero, ¿y si yo no quería que me olvidara? No es que deseara que siguiera sufriendo callándose todo lo que sentía por mí, pero no quería que me odiara. Si de verdad lo hacía, no sería capaz de vivir con ese pensamiento en la cabeza. Sabiendo que él me odia, él que me ha ayudado tanto, que ha dejado tanto para estar a mi lado cuando lo necesitaba… y ahora esto.
Todo era mi culpa. Me sentía la persona más miserable del mundo. ¿Cómo no pude preocuparme en condiciones de Austin? ¿Por qué no me pregunté con más insistencia cual sería el motivo de que estuviera tan callado algunas veces? Incluso conmigo, Austin tenía sus momentos reflexivos, y parecía que una tercera guerra mundial se estaba librando en su interior. Y todo fue por mí. En mis narices. Se podría decir que fui bastante gilipollas.
Unas tres horas después de estar sentada en el suelo mientras me echaba la culpa, llamaron a la puerta. Como estaba al lado me limité a estirar el brazo y tirar de la clavija de la llave. Un Vic con una expresión bastante preocupada se asomó por una ranura.
-Eh- entró al verme con la cara toda roja por haber estado llorando más de medio día-, ¿cómo estás?
Me encogí de hombros.
-Supongo que podría estar mejor. Ya sabes.
Se agachó junto a mí. Intentó acurrucarme en su pecho, pero al ver que no cedía dejó su mano en mi hombro. No lo había mirado desde que había entrado. ¿Cómo podía hacerlo? ¿Cómo sería capaz de levantar la vista sin que un millón de dudas me invadieran.
-¿Sabes cómo está?
Enamorado de mí, eso fue lo primero que pensé. Me limité a negar con la cabeza.
-No he ido a verle. No después de…
Vic siguió mirándome. Yo no pude acabar la frase. ¿Se lo podía contar? ¿Se enfadaría? De perdidos al río.
-¿Después de qué, Anna?- estaba más serio que antes. Mucho más. Ahora su mirada era oscura.
-Sentía cosas por mí. Cosas que ni yo sé cómo expresar. Y lleva así un tiempo.
El rostro se le ensombreció. Había perdido la paciencia. Se lo avisé, y él seguramente ni me escucharía.
Me levanté para dirigirme a la cocina. Me seguía como si fuera mi sombra, y me estaba poniendo nerviosa. Me serví un vaso de agua.
-¿Y ahora qué?
-No lo sé.
Me bebí el agua de un trago.
-¿Cómo que no lo sabes?
-Vic, te dije tuvieras paciencia conmigo.
-¿Quieres que tenga paciencia cuando un tío está enamorado de mi novia?, ¿en serio?
Casi se me rompe el vaso al soltarlo. Me volví hacia él con toda la tranquilidad que pude. Le había estado dando la espalda desde que había entrado a la cocina. Sabía que no podría mirarlo sin soltar unas cuantas lágrimas. Y lo último que necesitaba es que Vic dejara todo esto para consolarme. No necesitaba ninguna consolación.
-¿Ahora es culpa mía todo?
-Yo no he dicho eso…
-Pues lo ha parecido. Tengo la culpa de que Austin sienta eso, de que esté en el hospital, incluso yo tengo la maldita culpa de que tú seas un impaciente.
Abrió la boca, pero la volvió a cerrar. Lo intentó varias veces, y yo esperé. Levantaba las cejas cada vez que intentaba decir algo, pero no salía un solo sonido de su garganta. Tras unos minutos, encontró las palabras adecuadas. O al menos, él pensaba que eran adecuadas.
-¿Soy un impaciente por preocuparme de ti?
Odiaba que estuviera haciendo la víctima, como si el problema fuera él. Él no era el que se pasaba las noches pensando que al día siguiente su vida acabaría. Yo sí.
-No te dije que tuvieras que estar preocupado por mí todo el tiempo.
-Tú me das motivos para hacerlo.
-¡No, Vic!- me agarré a la encimera de la cocina para evitar tener un ataque psicótico allí mismo, y mucho menos descargarlo con él-. Sé cuidarme sola. Dejé que te quedaras, pero no para que fueras mi sombra en todo momento.
-Supongo que debería irme.
-Supones bien.
Asintió, mirándome directamente a los ojos. Yo no podía apartar la vista del suelo. Sabía que en el momento en que levantara la mirada, lloraría otra vez.
Cuando Vic pegó el portazo definitivo, me sentía como si quisiera morir. Lo último que tenía pensado era en pelearme con él, pero es que estaba demasiado estresada. Joder, tenía tantas cosas en la cabeza que pensar en una sola dolía.
Intenté dormir, leer, lo que fuera para distraerme. En el trabajo estaba casi todo el día en mi mesa, sin ni si quiera moverme. No hablaba con nadie.
Lo peor de todo: había vuelto a cortarme. Sentía como si con Vic nada tuviera sentido. Pero, a la vez, si él no estaba, no era capaz de respirar bien, ni de dormir bien. Echaba de menos sus brazos a mi alrededor, protegiéndome.
Siempre pensé que cuando dejara a alguien, sería porque mis problemas psicológicos me lanzaran ataques sobre que esa persona me iba a hacer daño, que me iba a apartar de mis raíces. Pero nunca pensé que después de eso me iba a sentir tan mal, que me iba a poner enferma de tal forma que se iba a volver crónico.
A los tres meses de estar sin él, me acostumbré a llegar a casa y no hacer otra cosa que mirar a un punto fijo. Estaba paralizada, me sentaba y era incapaz de mover un músculo.
Un día el teléfono sonó. Me quedé mirándolo hasta que reaccioné y pensé que podía ser Vic. Salté del sofá y aterricé casi encima de Presidente Miau, que salió corriendo para esconderse en algún punto del pasillo.
Llegué al teléfono a duras penas, arrastrándome por el suelo. Tiré el conector al suelo para alcanzar mejor el auricular.
-¿Diga?- dije con la voz ronca, pues ya llevaba varios meses sin hablar con nadie.
-Hola, Anna- una voz masculina sonrió al otro lado de la línea. Mis esperanzas aumentaron por momentos-. Soy Beau, ¿te acuerdas de mí?
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CHAN CHAN CHAAAAAAAN. Aviso de que dentro de poco habrá un salto grande de tiempo por esto que acaba de pasar, para que no os pille de sorpresa.
¿De qué os vais a disfrazar en Halloween? Yo de Wednesday Adams y de Twisty, el payaso de Freak Show ^^.
Comenten o voten, las quiero <3
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Hasta que la muerte me encuentre.
RandomAnna era "feliz" con sus demonios. Día a día luchaba contra ellos, perdiendo siempre la batalla. Hasta que un chico llamado Vic Fuentes aterrizó en su vida. ¿Se olvidará la muerte tan fácil de Anna?