Viernes noche. Millones de series que ver, millones de libros que leer y yo tenía que estar acompañando a mi mejor amiga en el concierto de su novio.
No es que me quejara; la música hardcore, post-hardcore, metalcore, deathcore y rock era mi favorita. Lo que me disgustaba era el ambiente. Tanta gente junta, saltando los unos contra los otros, respirando el mismo aire, me agobiaba mucho. Prefería mil veces ver los vídeos por Internet.
Tampoco me quejaba de Tony. Era un buen tío, trataba a Bianca como si fuera su reina, y eso me gustaba. El resto del grupo tampoco estaba mal.
Eran cuatro, se hacían llamar Pierce The Veil y todos se comportaban como niños pequeños a la hora de las entrevistas. Nunca me había encontrado con un grupo de hardcore en persona, a excepción de una firma de discos con Skillet, pero nada que ver con éstos, eran demasiado serios.
-Anna, ¿estás bien?
Miré a Bianca con cara de zombie mientras volvía a la realidad, dándome cuenta de que no estaba metida en mi cama.
-Sólo me preguntaba por qué Tony no se ha pasado a verte, se supone que le das suerte.
-Resulta que han abierto antes las puertas, ni si quiera han cenado, no han tenido mucho tiempo desde que llegamos.
Asentí, despacio. Era raro que el Madison abriera antes o fuera de hora, pero sus razones tendrían.
El concierto estaba en su momento más alto. La multitud saltaba y chillaba, mientras que el cantante principal intentaba no reírse de las reacciones de algunas chicas. Nosotras estábamos en el lado izquierdo, por lo que Tony se mostraba radiante si se permitía mirarnos de reojo.
-Bi- la llamé alarmada-, no sé quién es quién. Sólo reconozco a Tony por razones obvias.
Mi amiga puso los ojos en blanco.
-Tranquila. Mira: el de la batería es Mike Fuentes, el que está enfrente suya con la guitarra es su hermano, Vic. Y el único que te queda es Jaime Preciado, el de la mecha rubia.
Me permití dejar escapar una risita al darme cuenta del contraste que hacía esa mecha en su pelo negro.
Mi amiga se contoneaba cada vez que su novio subía la cabeza, y yo no podía con tanta tensión sexual de por medio.
-Voy al baño- le avisé, ella asintió sin dejar de mover el culo.
Me conocía el Madison de punta a punta, y sabía perfectamente lo lejos que estaban los baños del escenario y lo tranquila que me encontraría si me encerraba allí.
Pasé por el lado de mucha gente famosa, e incluso creí pedirle permiso para pasar a Justin Bieber. Una oleada de odio me invadió y me dieron ganas de echarlo a patadas.
Al fin, encontré los baños, me tuve que controlar para no correr hacia ellos y llorar de felicidad. Para mi desgracia, no era exactamente de felicidad: los baños de las chicas estaban cerrados a cal y canto.
Comencé a pegarme pequeños cabezazos contra la puerta, maldiciendo a la fuerza del cielo que había hecho esto. Sobresalté al oír otra cerradura que se abría a unos tres metros de dónde yo estaba, un arrastre de algo metálico y unos pasos. Levanté la cabeza y vi a Danny Worsnop salir del baño para chicos.
No sé por qué lo hice, lo que sí sé es que no estaba bien, pero una vez que Danny se alejó lo bastante eché a correr sin que nadie me viera.
Una vez metida en la seguridad del pequeño retrete, cerré el pestillo y respiré hondo. Aquello no me gustaba. Ni si quiera sabía por qué estaba allí. No iba a conciertos desde que me dijeron que tendría ataques de ansiedad cada diez minutos. No puedo ni subirme a un ascensor sin sentir que voy a morir en cuestión de segundos.
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Hasta que la muerte me encuentre.
AcakAnna era "feliz" con sus demonios. Día a día luchaba contra ellos, perdiendo siempre la batalla. Hasta que un chico llamado Vic Fuentes aterrizó en su vida. ¿Se olvidará la muerte tan fácil de Anna?