𝑯𝒂𝒍𝒇𝒃𝒍𝒐𝒐𝒅 𝒕𝒂𝒍𝒆𝒔 -.ᴇᴠᴇʟʏɴ

O 2

𝘍𝘦𝘦𝘭𝘪𝘯𝘨𝘴. 𝘛𝘩𝘦𝘺 𝘴𝘶𝘤𝘬.
───────────
narra evelyn

     Una gran superficie verde que terminaba en una calle poco transitada se extendía ante mí. Posiblemente fuera el jardín trasero del instituto, aunque no estaba segura.

—¿Tom? —pregunté con cierta sorpresa al ver que el chico se encontraba a mi lado, sentado en el banco.

Entonces el dolor de cabeza se intensificó. Había estado siempre ahí (desde que me había despertado), pero en esos momentos era mas fuerte que nunca. Me llevé las manos a las sienes.

—Toma —dijo este, ofreciéndome un pequeño trozo de algo que parecía gelatina color ámbar —te hará sentir mejor.

Me encogí de hombros y probé un trocito de aquella cosa. Al principio, no sabía a nada; pero en cuanto lo mastiqué más tiempo comenzó a tener un leve sabor a fresa.

—¿A qué te sabe? —preguntó escudriñándome con sus ojos claros.

—A... fresa

Era una pregunta bastante extraña, como si a cada persona le pudiera saber diferente.

Igualmente, le quité importancia pues el dolor comenzaba a desaparecer.

De repente, cometí el error de bajar un poco la cabeza... y, bueno; la verdad es que es difícil de explicar.

—¿Tom?

—¿Sí? ¿Qué pasa?

—Eso que me has dado no será ninguna droga ni alucinógeno... ¿no? —murmuré con mirada asustada, claramente dirigiéndome a... sus patas de ciervo.

Sí, ahora Tom tenía patas de ciervo, ¿algo más?

—Oh... mierda, se me ha olvidado decírtelo —respondió con cara de frustración.

—¿El qué? ¿Que me he vuelto loca? —añadí con un gesto de impotencia en las manos.

—No, no es eso, solo que....

—¿Sabes qué? Me largo. Esto ya es demasiado raro. Incluso para mí. —le interrumpí a la vez que me levantaba y recogía mi mochila.

Primero aquel monstruo, luego Tom... estaba confusa y asustada. Por no hablar también de que tenía el hombro completamente destrozado.

—¿Qué? ¡No puedes hacer eso! —exclamó a mis espaldas, mientras que yo ya había cruzado mitad del jardín.

—¿Cómo que no? —le rebatí dándome la vuelta —¿Y quién me lo impide? ¿Tú?

—Oh, Ev, no me vengas con esas... —dijo a la vez que se levantaba del banco. Ahí pude ver bien sus... piernas. Sí, eran definitivamente patas de ciervo. O de cabra, quién sabe.