"Trabajando juntos"

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Capítulo 8: Trabajando juntos.

El descanso de esa noche ayudó mucho, porque al otro día, en la mañana, pudo hacerle frente a su marido, por primera vez desde el matrimonio.

—Hola Dean.

—Hola.

Fue un saludo seco, pero no se sintió pesado como las otras veces. Se quedaron mirando a los ojos con intensidad con un silencio demasiado largo, aunque no se dieron cuenta de eso.

—¿Tienes hambre? —ofreció Castiel con una bandeja llena de manjares.

—Este, sí.

La dejó en la mesita de noche y ahí se sentó junto a su marido para tomar el desayuno. Dean no dijo mucho y Castiel tampoco. Comieron bajo un silencio bastante agradable para sorpresa de ambos. Las miradas furtivas por parte de Castiel, se hicieron pesadas. El chico podía sentirlas, aunque trató de ignorarlas, no pudo. Sentía la mirada del otro en la sien. No le gustó por lo intensa.

—¿Qué miras?

—A ti.

—Ya sé que me miras a mí.

—¿Entonces por qué preguntas? No entiendo. —Castiel movió la cabeza hacia un lado en su usual actitud adorable de confusión.

Dean abrió los ojos sin saber qué decir. El sujeto era bastante raro para su lógica, aunque eso ya lo sabía, pero experimentarlo, era otra cosa. Volvió la vista a su desayuno y continuó comiendo en silencio, preguntándose qué tipo de hombre era ese.

—Si tienes un tiempo, me gustaría que vieras a los mercaderes de la ciudadela, pidieron audiencia contigo —dijo Castiel.

—¿Conmigo? —preguntó Dean, extrañado.

—Sí.

—Esteee, está bien, aunque no sé qué decirles.

—No te preocupes, lo harás bien.

La confianza en él fue bastante sorprenderte. Ni él mismo se tenía confianza, como para solucionar problemas del reino todavía.

—¿Mi padre estará en el salón del trono?

—Por supuesto, Dean, si tú quieres.

—Lo deseo.

Castiel le dio una linda sonrisa, que hizo sentir incómodo de alguna forma a Dean. Había algo que debían discutir ahora mismo.

—La habitación de mis padres, ¿está desocupada? —preguntó Dean—. Me gustaría que se devolviera a ellos.

Castiel lo miró con atención y escudriño.

—Yo también quería hablarte de eso ¿No debería ser nuestra Cámara Real?

Dean siguió tomando su desayuno.

—Es la alcoba de mis padres. Siempre lo ha sido —explicó.

—Entiendo.

—¿En verdad entiendes?

—Tus padres volverán a su alcoba.

—Gracias.

Terminó de tomar su desayuno, sin decir ninguna otra palabra que podría ponerlo en evidencia. Después, aparecieron dos sirvientes que los ayudaron a vestirse.

—Necesito mi espada —dijo Dean.

—Está en el armario.

Efectivamente, estaba ahí junto a varios vestidos de consorte masculino.

El Príncipe Cautivo (Destiel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora