✨Capítulo 2.✨

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...

—Cuanto tiempo sin verlas. —dijo Elizabet acercándose a nosotras para intentar abrazarnos, sin embargo, retrocedí uno pasos mientras que agarraba a Anita para que hiciera lo mismo.
—¿Quién es ella? —preguntó Anita detrás de mí.
—No lo sé, yo tampoco la conozco. —dije con mi mirada fija en la mujer que tenía al frente.
—Yo se que quizá no confíen en mí, pero...
—¿Dónde están nuestras habitaciones? —pregunté para interrumpir lo que Elizabet estaba por decir a continuación.

Ella solo movió la pequeña campanita que tenía arriba de su mesa y fue así como al instante apareció una señora, la cual nos dijo que nos llevaría a nuestras respectivas habitaciones.

Cuando llegamos al segundo piso entramos en la primera habitación, era enorme. Miré hacia al rededor y pude contemplar todo tipo de comodidades; muebles lujosos, grandes armarios con todo tipo de ropa, retocador con un enorme espejo y por último pero no menos importante; una gran, cómoda y apetitosa cama que, con solo verla provocan las inmensas ganas de arrojarte a ella y dormir plácidamente.

—Esta es la habitación de la señorita Amby.
—Es Amber.
—Woow, esto se ve como la habitación de una princesa ¿Dónde está la mía? —preguntó Anita mientras no despegaba su mirada de todas las cosas.

La señora se acercó a una parte de la pared, en la cual había un gran espejo, o al menos eso creía que era hasta que abrió parte de él, dejándonos ver la habitación de al lado; la habitación de Anita. No pude evitar reír al ver lo emocionada que estaba, estaba más feliz que un político en navidad.

Anita corrió hacia su habitación y comenzó a agarrar todos los juguetes que allí habían.

—¡La princesita Sofía! —dijo abrazando a la muñeca.

—Bueno, cualquier cosa que necesiten solo pueden apretar el botón chiquito que está tanto en esta habitación como en la de la señorita Amber, yo atenderé otras cosas, con permiso. —habló la señora que estaba a punto de marcharse pero que mi voz logró detenerla.

—Gra...

De algún modo intentaba que esa palabra saliera, pero, es un tanto difícil.

—Por nada. —me dió una cálida sonrisa al ver mi dificultad para decirlo.

Cuando se marchó, decidí tomarme una ducha, así que agarré algunas ropas que escogí del gran ropero y le dije a Anita que me acompañara al baño de mi habitación. Dirán que estoy muy perseguida pero es que no me confío de nadie.

—Tapate los ojos. 

Ella cubrió sus ojos con sus pequeñas manos en lo que me quitaba la ropa y entraba a la ducha para luego cerrar la cortina.

—¿Por qué tengo que entrar contigo?
¿Será así siempre? —preguntó mientras estaba sentada en la tapa del inodoro con peludito, su preciado osito de peluche.
—No, no siempre. Por lo menos hasta que vea la forma de como marcharnos de este lugar. —comencé a colocar el shampoo en mi cabello.

—¿Por qué? Este lugar es como un palacio ¿Por qué tenemos que irnos? —Pregunto indignada.

—Porque si, no podemos confiarnos con esta gente, mamá fue muy clara cuando dijo que tenía que cuidar de tí, así como también dijo que no tendríamos que dejarnos engañar por personas que no conocemos y eso es lo que haremos
¿Está bien? —dije en un tono agradable.
—Ajá. —asintió algo desanimada.
—Ahora... ¿Puedes cantar para mí?

Intenté romper la tensión con mi pregunta, no quiero que me siga interrogando y, su voz logra tranquilizarme, es dulce, me recuerda a la de mamá.

Anita comenzó a cantar mientras que yo cerraba mis ojos y dejaba que el agua corriera por mi cuerpo. Te extraño mamá.

Al día siguiente...
5:30 am.

Con Anita ya habíamos aprontado todo, incluso ella logró darse una ducha y ahora estamos en plena fuga, estamos intentando bajar por la ventana. Mamá ayúdanos a no partirnos la madre, ja, suena chistoso.

Miré una vez más hacía abajo y tragué en seco.

—¿De verdad tenemos que bajar con estas sábanas? —preguntó Anita mientras miraba hacia la misma dirección que yo.
—Todo está calculado, no te preocupes.

Soy una completa mentirosa.

—Bien, haremos esto, sube a mi espalda. —me agaché.

Anita obedeció y fue así como me puse del otro lado de la ventana y comencé a bajar de a poco. Espero que estas sábanas sean resistentes.

Pov Jimin.

Estaba andando en bicicleta por el vecindario, como de costumbre, cuando de repente veo como de la casa de la Sr. Elizabet se están por caer dos chicas de la ventana, más bien una chica y una niña. Así que no dudé en acercarme al gran portón de entrada y tocar el timbre.

—¿Qué necesita? —preguntó una voz desde el pequeño parlante.
—Disculpe pero, dos personas se están por caer de la ventana del segundo piso, deberían de ayudarlas rápido.
—¿Qué?

Fue lo último que se escuchó por aquel parlante.

—¿Hola? -Seguí preguntando pero no hubo respuestas, que raro.

Observé mejor el portón y estaba algo abierto, ya se que no debería de hacer esto pero, la curiosidad mató al gato ¿no es así?

Entré para encontrarme con la gran mansión, vaya, sabía que la Sr. Elizabet es la más rica de todo el vecindario pero, no me imaginaba algo como esto. Seguí observando todo hasta que un grito me sacó de mis pensamientos y me hizo recordar el porqué estoy aquí, así que solo fui hacia esa dirección. Por suerte allí estaban, la chica y la niña, menos mal que pudieron rescatarlas a tiempo.

—¿Cómo entró? —preguntó el señor calvo al verme presente.
—Oh, lo siento, yo solo quería ver si estaban bien y el portón estaba algo abierto asi que... —me rasqué suavemente la nuca debido a que estaba algo nervioso.
—Si lo están, gracias por avisarnos joven...

Se interrumpió el señor alto y pelado al no saber mi nombre.

—Jimin, soy Jimin, y por nada, fue un gusto.
—¿Así que el idiota que nos delató fuiste tú?

Dijo la chica, que por cierto me miraba de una forma no muy agradable.
¿Delatar? ¿de qué habla?

—Bueno...
—Ya puede retirarse. —dijo el señor mientras me interrumpía y señalaba al portón.

Asentí mientras me dirigí rápidamente al portón para salir de allí y agarrar mi bicicleta. Que curioso, nunca había visto a esa chica por aquí, así como tampoco había visto a la pequeña. Delatarla... ¿por qué mencionó algo como eso? ¿es que acaso intentaba huir? Ash, es muy confuso, de igual forma no es mi problema, no debería de importarme, ni siquiera las conozco.

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