✨Capítulo 5.✨

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...

Pov Amber...

El chico de pelo negro se quedó inmóvil ante mi revelador comentario, supongo que ya ha logrado reconocerme, pero... no entiendo el porqué sigue con esa cara de sorprendido, hasta su amigo loco, el que se anda dando contra las cosas, lo quedó mirando raro. Pero bueno, la verdad es que no tengo tiempo para quedarme esperando una respuesta, asi que solo me levanté de mi asiento y salí de allí, sin dar lugar a alguna respuesta. Tampoco es como si me importara escucharla, ahora solo me importa una cosa; volver a estar con mi hermana.

Al salir del salón, comencé a caminar por los pasillos en busca de un teléfono pero, no encontraba ninguno. Ash ¿para qué me sirve tanto lujo si no tengo un bendito teléfono a la vuelta? Se supone que estas grandes y "preciadas" instituciones, tendrían que tener todo tipo de servicio ¡pero no hay algo como un teléfono!

Seguí caminando hasta ingresar a la cantina, ni siquiera se como llegué aquí, pero me acerqué a la ventanilla, por donde sirven la comida, y pregunté por lo que andaba buscando.

—Si. ¿Lo quiere con doble muzzarela? —preguntó el señor cocinero desde el otro lado.

Que momento tan afortunado para hacer una broma.

—Me hubiese dicho que no de una y era mucho más fácil.

Estaba por irme pero...

—Ey, no te enojes, era una broma. —dijo acercándose a la ventanilla.
—¿Tiene un teléfono o no?
—volví a preguntar, pero esta vez sin una gota de paciencia.
—Lo tengo en la otra sala, si puedes esperar te lo traigo. —dijo marchandose.

Retrocedí unos pasos para poder esperar pero, justo pude observar como un chico pasaba hablando por su celular, genial, me vienes como anillo al dedo amigo.

—Lo siento. —dije mientras le arrebataba el celular de sus manos, esto es algo de emergencia.
—Ya, ¿qué crees que haces? —preguntó el chico, a quien al parecer logré hacer enojar, pero tampoco estoy para preocuparme por eso ahora.

Así que solo dizqué a mi celular, recuerdo haberlo dejado en mi mesa de luz antes de que me trajeran por la fuerza, por no decir "antes de que me secuestraran", espero que esté en manos de Anita y no de quien estoy pensando.

—¿Hola? —se escuchó del otro lado de la línea.
—¡Anita! Anita soy yo, tu hermana.
—Amber...
—Si cariño, soy yo. —mi voz comenzaba a quebrarse.
—¿Por qué me dejaste sola? —sollozó.
—No, yo no te dejé, nunca haría algo como eso y lo sabes.
—Pero tú, lo prometiste...
—¡Lo sé! pero eso no fue lo que pasó, me trajeron aquí a la fuerz...
—¿Por qué mentiste?
—No me digas eso... ¿es Elizabet quien te está llenando la cabeza? ¡no le creas! solo intenta alejarnos, es una mala muj...

En ese momento escucho un movimiento brusco del otro lado de la línea, como si le estuvieran arrebatando el teléfono de sus pequeñas manos, y de pronto... la llamada se corta, así como también se corta toda esperanza, así como también se corta la confianza que Anita tenía hacia mí.

Bajé el celular lentamente mientras que éste recorría mi mejilla, le devolví el celular al chico sin ninguna expresión, y entonces mis pasos comenzaron a ser cada vez más acelerados, no me importaba chocar con las otras personas, en este momento no me importa absolutamente nada que no tenga que ver con ella. Así que solo seguí avanzando, corrí hasta llegar a la primera puerta que vi e ingresé, era el salón de gimnasia, bien, al menos está vacío. Me senté en un rincón oscuro, justo al lado de las colchonetas y, arrolladas mis piernas a la altura de mi pecho; comencé a recordar.

"Siempre estaremos juntas"
"No dejaré que te separen de mí"
"Lo prometo"

¿En dónde quedaron todas esas palabras?

Cuanto más eran esos recuerdos que venían a mi mente, más eran las lágrimas que deslizaban por mi mejilla, rompiendo así en un gran, inconsolable y doloroso llanto. No recuerdo haber llorado antes de esta manera, siempre traté de ser fuerte por ella, incluso ella era la que no permitía que me derrumbara por completo, pero ahora... no está aquí, así que solo acomodé mi cabeza entre las piernas y dejé lugar a un desahogo.

Sentí como la puerta del gimnasio se fue abriendo de a poco, sin embargo, no levanté mi cabeza para ver de quien se trataba, me sentía muy débil para eso, tampoco podía detener mis lágrimas, y entonces es cuando siento un abrazo, un abrazo en el cual no tardo en corresponder. Quizá si estuviera en mi sano juicio apartaría a esta persona sin pensarlo y le diría que me deje sola pero...
¿quién desea estar solo a fin de cuentas?
Quizá funcione como algún tipo de escusa para ocultar nuestras debilidades frente a los demás, quizá... solo tenemos miedo, solo nos sentimos tan vacíos por dentro que, la compañía no está presente como una opción.

—Yo... soy una completa mentirosa, le he mentido, no he cumplido con lo que dije. —dije mientras mi llanto parecía aumentar.

Tiene apenas seis años, no quería que viviera esto, no quería que pasara por una infancia solitaria. Soy lo único que tiene, sin embargo, no puedo hacer más que estar encerrada en este horrible internado, mientras ella se encuentra en la profunda soledad de esa enorme mansión. Soy una pésima hermana.

Quién me abrazaba no emitía ninguna respuesta, solo acariciaba mi cabello.

—Lo siento Anita... siento haber roto mi promesa.

Y ahí me encontraba, haciendo el ridículo mientras que mis mocos y cada una de mis lágrimas iban a parar a el buso del chico. Pero sinceramente, tampoco eso me importaba, solo quería ir a casa, solo quería que esto no estuviera pasando, solo quería poder ser una chica normal de diecisiete años, estar con mi mamá y tener una familia feliz... solo eso. Pero... quien diría que quien me está acompañando en estos momentos sería el imbecil delatador ¿no? que al parecer, ya no es tan imbecil.

Quien lo diría...

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