Segundo intento

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Mayor fue la familiaridad con la que Lía se enfrentaba esta vez a la app de citas, "app de amigos virtuales" como ella ahora la llamaba. Había prometido que no conocería a ninguno de los matchs que tuviese, que solo los usaría "convenientemente" para distraerse en sus momentos de aburrimiento y de inactividad en su pueblo.

Esta vez no huyó de aquellos que le daban a entender que sólo querían sexo, sencillamente los ignoraba y dejaba de responder sus mensajes sin prestarles mayor atención. Tuvo varios matchs interesantes, creyó que sería difícil cumplir la promesa de no conocerlos al encontrar a muchachos que sentía que valían la pena conocer. Sin embargo el hallarse fuera de la ciudad, le daba la tranquilidad de que podría si o sí, cumplir con su promesa.

Fue así que empezó a conversar con más frecuencia con algunos de ellos: se encontró con ingenieros civiles, ingenieros Informáticos, ingenieros eléctricos, entre otros, los que captaron su atención y más que ligarlos, lo que hacía era investigar que hacían ellos en tal aplicación.

Así conoció a Harry, un ingeniero eléctrico que resultó ser un tipo bastante agradable, divertido y que coincidió con Lía al confesar que solo buscaban con quien pasar el tiempo charlando. Él tenía su enamorada en Alemania, por un programa de intercambio universitario. La distancia hacía complicada su relación y él de una u otra forma quería aprovechar esa lejanía para "tirarse una canita al aire". Bueno, así parecía querer hacerlo, luego de un tiempo cuando conoció a una chica y empezó a salir con ella, se sintió mal por estar engañando a su novia. Lía logró convencerlo de que tenía que hablar con ella, decirle la verdad y hacer lo que su corazón considerará pertinente. Él terminó con la chica en Alemania y aunque no formalizó inmediatamente su relación con la otra muchacha, empezó a disfrutarla sin sentir demasiada culpa. Lía se sintió feliz por él, sin embargo, se dio cuenta, tarde, que sentía algo especial por Harry, sin embargo, ya no era posible, así que optó por dejarle de escribir.

Lía siguió en la app y entabló conversación con varios muchachos a la vez, pero muchos de ellos insistían en verla y en hacerle insinuaciones con alto índice de morbo, por lo cual, dejaba de responderles los mensajes. Solo a algunos les mantenía el diálogo.

Llegó a interesarse en un extranjero, un venezolano llamado Luis, que se encontraba trabajando en un restaurante de comida rápida en la ciudad, que se mostraba bastante atento a cada una de las cosas que Lía le comentaba. Ella se abrió a él y le contó todo lo que había sucedido y que la había sumido en depresión, él le aseguró que lo que quería era tenerla cerca para cuidarla, eso conmovió a Lía y de una u otra manera, esperaba tener la oportunidad de venir a la ciudad para poder conocerlo. Sin embargo, el tiempo se le hizo inmenso a Luis, de un momento a otro dejó de responder los mensajes de Lía y a ella no le quedó más remedio que proseguir con él descarte de la lista de sus matchs.

Así fue como llegó a Octavio Peralta, un ingeniero de sistemas que muy a pesar de indicar su perfil que tenía 23 años, por sus fotos parecía ser mayor. A Lía le cayó bien, no era blanco como solía dar likes, pero era lindo y además de bastante entretenido.
Se hablaban a diario, Lía ya para ese entonces, había aprendido las técnicas básicas del galanteo por chat, reclamaba de una manera tierna cuando dejaban de responderle los mensajes o demoraban en hacerlo, se hacía la víctima con el fin de conseguir que le hablaran bonito.

Octavio era un muchacho divertido, pero tenía su lado perverso que más que asustar a Lía, la entretenía por eso era a él, al único que se lo permitía.

El tiempo pasaba sin que Lía se dé cuenta, derrepente una mañana, su madre irrumpió en el silencio de su habitación enojada y cansada de verla sumida en tal situación. A Lía se le abrieron los ojos como platos y no pudo oponerse a la orden que le hacía su mamá:

¡HOY MISMO TE REGRESAS A LA CIUDAD!
Estoy harta de verte morir en la cama de esta putrifacta habitación. No quiero una objeción, tienes 2 horas para alistar tus cosas.

Lía solo atinó a levantarse y sin decir palabra, acató la orden.

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