Virgos

La Ciudad de sus demonios

Al llegar a la ciudad, Lía fue directamente a casa de sus tías en el sur, bastante lejana del lugar donde continuaría haciendo su voluntariado. Sin embargo esto le daba igual, ella había vuelto a la ciudad en modo automático, a seguir cumpliendo las órdenes de su mamá.
Lía se acomodó rápidamente y empezó con su rutina que consistía en despertar temprano, hacer un viaje de 2 horas, estar casi 10 horas en su voluntariado, 2 horas de viaje de regreso, comer y dormir.
La tristeza y pena de vez en cuando la invadía, en muchas oportunidades simplemente dejaba caer sus lágrimas en donde sea que se encuentre, le daba igual si la gente la veía llorar en el carro, o si su jefa la vigilaba de lejos mientras realizaba sus actividades de voluntariado. Lía seguía sin encontrarle sentido a nada. Definitivamente, NADA HABÍA CAMBIADO.
Seguía con sus conversaciones en el chat, Octavio, se encargaba de al menos mantenerla distraída durante el día y de sacarla de sus ofuscaciones deprimentes. Eso empezaba a generar un cariño sincero hacia él, a ella le agradaba conversar con él y poco a poco, y aún sin dárselo a conocer, surgía en ella el deseo de querer conocerlo, sin embargo, sus miedos la invadían y reprimian.
Él proponía de una y más maneras de animarla a que se conozcan, descubrieron incluso que admiraban al mismo autor y que ella tenía los libros que a él le gustaría leer. Ella tenía miedos, y eso la hacía detenerse, la hacía desistir de lo que su corazón a gritos pedía. Hasta que un día, luego de un sueño en el que Octavio apareció cautivando los sentidos de Lía, hizo que ella se convenciera de que el momento había llegado.
Jamás había sentido tantos nervios, jamás había tenido esa sensación de entre miedo y ganas de arriesgarlo todo y solo era por él, porque ella ya lo quería, ella quería y admiraba todo lo que aun sin conocerlo, ya conocía de él.