Fantasía y nada más

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Los dos siguientes viernes se vieron y Lía volvió a tocar el cielo a través de las caricias y besos de su amado Octavio, ella cada vez más lo quería un poquito más y parecía ser que él sentía lo mismo.
Durante semana Lía disfrutaba de los minutos que podía ver a Octavio en el paradero, esos minutos le bastaban para componer el día entero de Lía, sus abrazos se habían convertido en su refugio y sus besos su mejor medicina. Ella temía que por ser tan poco tiempo solo se encontrará ensimismada, pero lo que su corazón le decía y lo que su cuerpo sentía le demostraba que lo que dicen es cierto, que el tiempo es indistinto cuando se quiere a alguien.
Sin embargo, luego de tres semanas de haber compartido momentos tan dulces, Octavio de la nada cambió, se tornó frío, dejó de responder los mensajes de Lía con la frecuencia que solía hacerlo y eso hacía que ella sospechara que pasaba algo. Sin embargo luchaba consigo misma para no hacer un charco por una gota de agua. Su graduación era el sábado siguiente y lo que más quería ella era que Octavio estuviese ahí, porque había significado mucho en ese tiempo, le había devuelto las sonrisas otorgándole demasiados momentos de felicidad. Muy a pesar de la nueva actitud de Octavio, Lía decidió invitarlo y él aceptó, quedaron en que el viernes ella le entregaría su tarjeta de invitación. Llegado el viernes, Lía solo quería verlo, abrazarlo, besarlo y olvidar todo aquello que durante la semana le había causado incertidumbre y mucha pena. Al verlo, él se encontraba nervioso, no la saludó con un beso, solo le dijo camina, esto será rápido tengo que ir a estudiar. Lía sabía que algo malo pasaba pero no quería, su corazón no quería creerlo. Él parecía tener algo que decir pero tampoco se atrevía a hacerlo, solo atinó a decir "Lía, debes alejarte de mi, he cometido muchos feminicidios, así que huye, porque puedo sacar un cuchillo y matarte" entre risas.
Eso destrozó el corazón de Lía, quien hizo como si no entendiera o como si eso no fuese más que un chiste de mal gusto.
Al despedirse el le dio un beso en la frente y de fue, no la acompañó a su paradero como solía hacerlo. Lía no respondió nada, solo atinó a cruzar la avenida y sin darse cuenta, al llegar a su paradero ya tenía el rostro empapado de lágrimas.
Así inició el viaje de retorno a su casa, 2 horas en las que lloró sin parar y sin importarle que la estuviesen observando. Ella lo quería de verdad y por lo visto, él no, pero había hecho parecer todas esas 3 semanas, como si si la quisiera y eso simplemente mataba y derrumbaba una vez más a Lía.

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