El ser de otro mundo

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Viajamos durante horas hasta una gigantesca estructura que no parecía estar en ruinas, se trataba de un castillo rodeado por enormes y gruesas murallas. En el exterior de las murallas había cientos de oriuntes, que gemían esperando atravesar para comer lo que hubiera del otro lado, la cantidad superaba a cualquier otra que haya visto en mi vida, «un verdadero mar de muerte».

- ¿Por qué no suben la muralla? -pregunte anonadada con la vista-. Se supone que los oriuntes son excelentes trepadores.

-Fíjate en los paneles de luz rojizos sobre la muralla, estos liberan corrientes eléctricas a los cables que la cubren completamente. Si un oriunte trata de subir será electrocutado de inmediato.

- ¿Esos paneles de cristal rojizo, son la misma tecnología que usas tú?

-No. Su composición es bastante limitada ya que requieren recarga, además su forma de repeler con una cerca eléctrica es bastante primitiva, nadie que tenga tecnología intuí haría algo tan ineficiente.

Al aterrizar dentro de aquella muralla notamos que no se veían personas dentro, tampoco en el castillo parecían haber habitantes, ni tecnología que hubiera enviado el mensaje.

Investigando junto a Floyd note que en ese lugar había muchas habitaciones con muebles desgastados. En el pasillo central se encontraba un gran cuadro completamente intacto entre dos escaleras; el cuadro tenía pintado un robusto hombre de cabello blanco largo, cubierto por solo una manta, en su mano este tenía una especie de rayo que sostenía como una lanza y en su parte inferior un lienzo con la palabra Zeus.

-Que hermosa pintura. Nunca había visto una que no estuviera desgastada -comente, notando que su tamaño superaba los tres metros.

-Demasiado bien cuidada... ¿no te parece extraño? -se cuestionaba Floyd tocándola-. La pintura no supera los cinco años.

- ¿Cómo puedes saberlo?

-El envejecimiento de la pintura me da a pensar eso y el hecho de que se encuentre intacta, a diferencia de todo lo demás en el castillo. Es probable que quien colocó la pintura, fue la misma persona que protegió el lugar con una cerca eléctrica -deducía tocando levemente toda la pintura-. Lo que deberíamos preguntarnos es, ¿qué oculta en este lugar?

Seguido de sus palabras toco toda la pintura como si buscara algo, consecutivamente los ladrillos a su alrededor, fue hasta que movió una lámpara de aceite con forma de tetera que comprendí lo que buscaba. Al girar la lámpara esta hizo crujir el cuadro, haciéndolo descender para darnos a ver un pasillo oscuro.

Para bajar por la escalera del pasillo sin caernos, Floyd tomó la lámpara con forma de tetera del otro lado. Al prender fuego dentro de esa lámpara una flama salía por la boquilla.

Descendimos varios minutos hasta un gran laboratorio subterráneo, la zona estaba llena de máquinas, cables, tubos de cristal rojizos y una iluminación eléctrica leve. Al ver que había iluminación Floyd apago la lámpara, recorriendo el lugar encontramos una gran computadora que tenía un mapa global del planeta tierra, a diferencia de los que había visto anteriormente este no parecía dibujado, según entendí después esa era una vista satelital de lo que quedaba del planeta; donde efectivamente de la Antártida y Norteamérica no quedaba nada.

El color del planeta tierra era tan rojizo como el agua, en algunas partes se distinguían breves tonalidades marrón y las nubes tenían tomado casi todo el esférico mundo. Fuera de la tierra se distinguía otra maza de tierra, un objeto mitad esférico que parecía estar en ruinas sobre nosotros llamado luna.

Floyd apretó las teclas de esa descomunal computadora, cambiando la imagen a diferentes panoramas dentro de la tierra, las ciudades en su totalidad parecían estar destruidas, el océano definitivamente poseía un rojizo completo, las nubes negras cubrían el 90% del planeta y por más que Floyd buscaba no había ninguna de las llamadas especies animales, incluso las plantas estaban al borde de la extinción.

Licor del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora