Un enemigo

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Sin darnos cuenta los días pasaron dentro de ese castillo, donde Floyd junto al ser del futuro buscaban localizar a la criatura que ambos pensaban que podía tener respuestas.

Nuestro nuevo compañero era un humano según sus palabras, pero el tiempo y la evolución lo habían cambiado.

— Ser del futuro, ¿cuál es tu nombre? —le pregunte en un momento de descanso.

—Mi especie ha evolucionado lo suficiente para no necesitar nombres, nos distinguimos entre nosotros por la vibración energética que emana nuestro interior —me transmitía la criatura a mi mente.

— ¿Vibración energética? —pregunte sin comprenderlo—. ¿Te refieres a algo parecido a lo que hace funcionar a está computadora?

—No. Veras en el cuerpo de cada ser viviente, existe un código de energía único, una esencia presente en cada ser vivo ya sea plantas, animales, humanos, microorganismos e incluso el propio planeta donde vives. Este código es una energía con una infinidad de variantes, no sigue lógica alguna y mucho menos se deja regir por reglas.

—Entonces, ¿yo también tengo esa energía en mi interior?

—Desde luego, tu energía está unida a tu cuerpo terrenal hasta el día de tu muerte. Cuando tu cuerpo terrenal es completamente destruido, tu energía busca un nuevo receptáculo, algunos humanos en el pasado llamaron a esta energía alma, sin embargo tardamos muchos años en lograr descubrir que era realmente, pues nuestra especie siempre se ha negado a creer en lo que no puede ver.

— ¿Tú puedes ver el alma?

—Sí. Es un don que los nuestros tardaran mucho en dominar, lamentablemente solo podemos verla, no sentirla cómo aquel ser que te acompaña.

Cuando escuche sus palabras sentí que debía indagar más, solo que no con él. Todo este tiempo aquella criatura se había enfocado en darme insinuaciones de que Floyd lo superaba evolutivamente, que tenía una gran cantidad de secretos y no me agradaba la idea de ser la más ignorante de los tres.

Buscando aprender más sobre mi compañero me dirigí a la terraza del castillo, donde Floyd revisaba el helicóptero. Note brevemente que estaba cambiando algunas piezas viejas, por otras que había tomado del laboratorio.

—Floyd —dije acercándome a él.

—Dime… voy a probar como funciona con las nuevas piezas, ¿quieres venir?

Por alguna razón fue difícil para mí realizar mis preguntas directamente, sentía que debía preguntarle muchas cosas, solo que no estaba segura de cuales palabras usar. Aprovechando su invitación para ganar tiempo me subí al helicóptero, que nos desplazo en los aires sin problemas, nos dirigimos a un sector algo apartado del castillo, donde la tierra se veía desértica.

— ¿Quieres aprender? —me pregunto Floyd aterrizando.

—¿A usar esta máquina voladora? No estoy segura que pueda —respondí con poca confianza.

—Tranquila, es sencillo —afirmo con una sonrisa.

El ofrecimiento de Floyd me había llamado ciertamente la atención, pues volar era algo increíble y poder hacerlo por mi cuenta se escuchaba bastante bien, solo me preocupaba el hecho de lo peligroso que podía ser.

Guiada por el entusiasmo de aquel hombre termine intentando volar aquella maquina, al principio no entendía que trataba de decirme con las palabras palanca, acelerador, mando colectivo o otras que eran aún más confusas. De a poco comprendí que eran los controles del helicóptero y cada uno cumplía una función diferente. Con mi mano izquierda operaba el mando colectivo el cual debía levantar para que éste se elevara y bajar para que descendiera algo que se escuchaba bastante sencillo «solo que no lo era», con mi mano derecha debía operar el control de ciclo, según Floyd este era como un mando de videojuegos, el problema es que hasta el día de hoy no me han explicado que cosa es un videojuego; lo que si logre comprender es que este nos permitía movernos y retroceder, en cuanto a los pedales estos determinaban la dirección del helicóptero.

Licor del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora