Sin Enamorarnos

9. Antes de la última noche

Para ese entonces solo faltaban seis semanas para terminar las clases, solo seis semanas antes de despedirse de Hogwarts para siempre y por ende de Draco.

Después de que todo el mundo se enterase de que Harry y Ginny habían vuelto, siguió la vida normal en Hogwarts. Al paso de los días, algunas chicas seguían insinuándose, pero la gran mayoría lo habían dejado, puesto que respetaban (o temían) mucho a Ginny.

Cuando Harry se encontró a solas en un pasillo a Draco el día que volvió con Ginny, intentó darle una explicación (que no le había pedido). Pero, Draco solo se limitó a felicitarle y decirle que no había nadie en el mundo que pudiese ser mejor compañera para él. Harry se sintió irritado, sólo con pensar que a Draco no le importaba que estuviera de vuelta en su antigua relación y sabiéndose solos en ese instante lo aprisionó contra la pared. Lo besó y el otro le correspondió con la misma intensidad, con la misma pasión.

— No voy a dejarte — le susurró como una advertencia, en la boca al Slytherin.

— Obviamente — rio y siguió besándolo — veámonos más tarde. Pero, no en la torre. Vamos a la sala de menesteres — sugirió con una sonrisa.

— Sí... — respondió con deseo — dónde quieras... — siguió con un beso demandante.

De pronto Draco paró el beso, lo alejó un poco y se acomodó la ropa. Harry lo miró ansioso.

— Nos vemos, Harry — dijo suavemente y comenzó a caminar.

Harry lo miró hasta que desapareció de su vista.

Esa noche, al llegar a la sala de menesteres, esta no era más que una simple habitación, con una cama en el medio, un sillón de dos cuerpos y una pequeña chimenea. No necesitaban nada más.

Esa noche Harry le hizo el amor a Draco, como se lo había enseñado él mismo la noche anterior. Esta vez fue diferente a las anteriores, fue placentera para ambos, excitante. Hacerlo en una cama les daba a ambos una sensación de intimidad que no habían tenido en los encuentros anteriores.

A Harry saberse dentro de Draco elevó por completo sus sentidos, ver la cara de placer de su compañero, lo hacía desear jamás separarse de él. Sus cuerpos encajaban a la perfección, Harry lo besó todo el tiempo que pudo, lo abrazó, lo apretó, tratando de fundirse con él más y más y más.

Desde aquel día lo hacian cada vez que podían, se besaban, se tocaban. Decían el nombre del otro desesperadamente, como si no existiera el mañana (pues ambos sabían que no lo había). Estaban extasiados.

Ante todo el mundo Harry era el feliz novio de Ginny, se les veía juntos en el patio, conversando alegremente en la cena, compartiendo alguna lectura en la biblioteca, a todo el mundo, ellos dos, les parecían la pareja perfecta. Aunque si la situación fuera un poco distinta, tal vez lo serían. En un tiempo pasado aparte de ser novios, eran buenos amigos, por lo que llevarse bien era parte de ellos.

Cada vez que se topaban con Draco en algún lugar de la escuela, ella se aferraba a Harry, lo acariciaba, incluso lo besaba. Harry por su lado, se dejaba querer, siempre tratando de poder ver en el Slytherin alguna señal de molestia, lo ponía a prueba, pero lamentablemente para ambos, nunca funcionaba. Draco los veía, les sonreía e incluso los saludaba con amabilidad. Ginny lo odiaba y Harry lo deseaba.

Ron y Hermione, trataban de no tocar el tema de ellos, sabían la posición de cada uno. Llegaron a un punto en que habían decidido dejarlos jugar cuánto quisieran, no estaban dispuestos a quedar en medio de ese triángulo amoroso.

Pasaron los días, se veían cada noche, en el mismo lugar, se había convertido en su refugio. La diferencia, en relación a los primeros días, es que no solo había sexo. Después de apaciguar su desmesurada pasión, se tumbaban al lado del otro y se acariciaban, se miraban a los ojos y hablaban de lo que el otro haría al salir se Hogwarts. Draco le confesaba que se iría lejos un tiempo, que en realidad no sabía si volvería, pero que haría todo lo posible por ser reconocido como un mago íntegro, con valores. Quería dejar atrás ser reconocido por ser un mortífago, seguidor del señor oscuro.