CAPITULO 8: El Salto

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Pasé el juicio medio dormida tumbada en la mesa.

-¡Nicole!- me regañó mi abogado dando un leve golpe en mi hombro.

Levanté la cabeza y observé la débil situación en la que me encontraba. El juez, un señor ya mayor con finas gafas que se sujetaban en el borde de su respingona nariz, cuyos ojos estaban clavados fieramente en mi. Unos metros a mi derecha tenía a otro abogado y una señora pelirroja que seguramente rondaba los cuarenta, llorando.

-¿Le aburre el juicio señorita Swichter ?- dijo casi gritando el juez, bastante enfadado.

- No señoría - respondió por mi el Sr.Alfrent y acto seguido se levantó- ¿podemos dejarlo para más adelante? Mi cliente está un poco transtornada.

<<.....¿Transtornada?....>>

El juez le indicó que nos cedía más tiempo y en cuanto me levanté el Sr.Alfent me agarró fuertemente del brazo.

-¿Cómo te atreves a dormirte en tu propio juicio? No ayudas Nicole.

Me empezé a cabrear. ¡Yo no había hecho nada! Ni siquiera debería estar aqui, tengo que escaparme ya de esta pesadilla y siguiendo el plan que había hecho, debía irme ya si quería llegar en menos de tres días a la frontera de la ciudad.

Mi abogado junto con el policia que nos trajo, me empujó rapidamente fuera de la sala de juicio.

El policía se dispuso a ponerme las esposas, que eran más apretadas que antes. Hice una mueca. Entonces me animé pensando:

<< Ahora o  nunca Nicole >>

Seguí actuando normal y en cuanto fue el momento perfecto, le di un codazo en la tripa al policía y una patada tambien en el estómago a mi maldito abogado. Los dejé en el suelo y me apresuré a correr mientras detrás de mi cada vez iba más gente para impedirme mi segunda fuga.

Llegué al final del pasillo por el cual habíamos venido antes, en el que había una puerta. Cerrada

Me di la vuelta y ya casi me habían cogido. La adrenalina corría cada vez más rápido por mis venas otorgandome la fuerza y la locura para retroceder un poco y abalanzarme con mis brazos tapando mi cara, sobre la puerta de cristal que se rompió en pedazos. Clavándome cada uno de los cristales en mi fina piel.

Di algunos gritos de dolor ya que algun cristal se había clavado más que otro y lo seguía teniendo incrustado en la piel.

Ignoré el dolor y seguí corriendo.

Cruzé el patio donde otros delincuentes me animaban a salir de la cárcel y  porfin, llegué al muro.

Era altísimo, tal y como me lo había descrito el borracho Jean que tenía en la celda contigua.

Fui a la parte del muro donde me dijo él que estaba más desgastado y había los huecos necesarios para escalar.

Puse los mechones de pelo que me impedían la visión detrás de la oreja y me dispuse a escalar. A todo esto super nerviosa porque por un lado, venían a por mí una masa de policías y, por otro lado, seguía teniendo las manos esposadas lo que implicaba un gran problema.

Puse mi mano derecha, inutilizando la izquierda por las esposas en el primer hueco. Conseguí impulsarme con esa mano hasta empezar a coger ritmo escalando y apoyar todo el peso en las piernas.

Sentía que en cualquier momento me iba a caer de espaldas pero por suerte los agujeros estaban perfectamente colocados como para poder turnar las dos manos al escalar y avanzar más rápido.

Cuando iba por la mitad del muro, empezé a tiritar. Miré atrás y vi como los policías se habían puesto chalecos y estaban armados con pistolas listos para disparar. Incrementé más mi ritmo haciendo que mis dedos se rasparan y empezaran a sangrar.

Entre quejidos de dolor y tirones fuertes en la pierna conseguí llegar a lo alto del muro. Impulsada en parte por un trozo de metal sobresaliente.

Tomé un segundo para respirar allí arriba, el mismo segundo que tomaron ellos para dispararme en el costado, haciendo que diera un grito y saliera precipitada abajo sujetandome con una mano al metal de antes.

Grité al notar cómo se clavaba en mi sangrienta mano. El dolor del disparo se dispersó por todo el cuerpo y mi respiración se hizo cada vez más costosa. Tomé un momento para pensar qué hacer. Si conseguía volver a llegar arriba, me acribillarían a balazos y si me soltaba, me quedarían moratones y fracturas graves para toda la vida porque caería de espaldas. Me agarré más fuerte al metal clavandomelo más pero así conseguí volver a subir a lo alto del muro.

Salté una pequeña y ridicula valla de espinado y miré al otro lado.

Todo verde y lleno de vida. Después miré la inmensa altura desde la que debería de saltar.

Me acordé de un documental que vi una vez sobre los saltos y las caídas. Me acordé de que decía que siempre había que intentar posar los pies en el suelo aunque luego rodaras. Pero no me acordaba a partir de que altura te destrozabas la espalda cayeras como cayeras. 

Me volví a asomar al pequeño claro que acababa en bosque. Al lado de una árbol pude distiguir una figura humana. Quizás sería una sombra de algun árbol y yo me lo había inventado. Rápidamente volví a poner mis pensamientos en la caída que me esperaba. Además se supone que en las zonas arboladas solo viven cazadores y nunca se pegan a las cárceles, en fin.

- ¡Detengase y no sufrirá ningun daño más!- Era la voz de un policía por un megáfono que venía de una cabina que estaba a unos cuantos metros de mi pero a mi misma altura de la cual salió el mismo policía a mi captura.

Antes de que el policía se me acercara me repetí a mi misma: Confía en la Resistencia

Justo las palabras de la carta.

Y me lanzé al vacío gritando como si no hubiera mañana. Estoy demasiado ocupada gritando cuando me doy cuenta de que he llegado al final del muro pero no he pisado tierra, si no una cama elástica que vuelve a precipitarme sobre el aire haciendo que dentro de dos saltos más toque tierra.

La razón por la que no había visto las camas elásticas era porque está cubierta de hojas.

Me liberé de toda la tensión que tenía retenida en el cuerpo, quedandome alli donde había aterrizado intentando, tambien recuperar la respiración e intentaf salir del shock.

La herida de bala del costado empezó a agudizar el dolor. Intenté aguantarlo para descansar un poco pero cuando no pude más, intenté levantarme lentamente.

Las rollidas me temblaban pero conseguí por lo menos, apoyarme en estas hasta que alguien me ofreció ayuda poniendo su mano a la altura de mis ojos.

Alzé la mirada y vi a Ray. Si, a Ray. Eso significaba que mi hermano estaba muerto. Ignoré su ofrecimiento a ayudarme y me levanté yo sola aunque al segundo de ponerme de pie, me desmayé.

Había sido mucho la cantidad de dolor la que había experimentado en las últimas horas, además de estar especialmente cansada y débil.

MADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora